Si un grande y permanente viento enviado por la Virgen-siempre parcializada con los depredadores de territorios-detiene las naves del Almirante, si se van directo a la China que buscaba con ansias, si se desvía hacia la India verdadera, si algún temporal lo devuelve todo, si no lo acosa el hambre por el oro, si el Cielo no lo pone en ruta hacia las islas,  si Marco Polo no se pone de fabulador a contar historias extraordinarias sobre un imperio fabuloso, si se hubiera ejercido un poco de decencia marinera en el trayecto y se portan con algo de respeto, si desembarcan en Constantinopla y los acosa la gente y le pone la cara merecida, si el Almirante se queda en Portugal en sus negocios de venta de esclavos, si la religión oficial no se pega en aquella empresa odiosa y criminosa, si a los reyes les da por portarse a la altura de seres humanos visitados algún día por la muerte y les hace recapacitar, si finalmente, si el cielo ilusorio los castiga como se debe, si finalmente todas y cada una de las naves odiosas se hunde en el mar antes de llegar al Caribe, todo se hubiera salvado.