Para Tirso Medrano
En Dajabón, cuando se mira para Haití, los dajaboneros dicen “aquí comienza la patria”. Entonces recurren a su historia y a su identidad. Hacen referencia a los petroglifos de Chacuey, hermosos grabados precolombinos en piedra, se cuentan leyendas del Masacre, mientras se escuchan canciones de ruiseñores sorprendidos que se confunden con la hermosa voz de Angelita Carrasco.
En el Dajabón de paisajes imponentes, donde los amaneces seducen a los Barrancolis, el 13 de mayo del 1937, sonrió por vez primera a la vida una niña color canela, bautizada como Agustina Rivas Ramos, tan larga que no cabía en la cuna.
A los once años, la necesidad en búsqueda de mejoría de vida llevaron a toda su familia al popular barrio de los Pepines en Santiago de los Caballeros, pero la cosa no resultó como esperaban y terminaron en el popular barrio de La Fuente de la ciudad de Santo Domingo. Agustina era una niña atípica, le gustaba estar en la calle en el berenjenal, no le tenía miedo al más guapo del barrio y no huía a ninguna pelea, no importa con quien fuera. Es más, practicaba lucha libre, boxeo y béisbol. ¡No necesitaba guardaespaldas porque la respetaba todo el mundo!
Como a muchas personas, le sorprendió la Revolución de Abril del 65, la más grande epopeya de la sociedad dominicana en los últimos años, cuando el pueblo en armas enfrentó al ejército tecnológicamente más poderoso del mundo en defensa de la dignidad y de la soberanía nacional donde se destacaron hombres heroicos y mujeres heroínas que se casaron con la gloria.
Gran parte de las mujeres que se integraron a la lucha, que dieron su vida por la patria, han quedado en el anonimato, pero viven en el corazón del pueblo. Han podido ser identificadas, ejemplos de coraje y dignidad, entre otras, a Teresita Espaillat, Carmen Durán, Aniana Vargas, Delta Soto, Piky Lora, Emma Tavares Justo, Sonnia Vargas, Yolanda Guzmán, Brunilda Amaral, Cristinita Díaz, Hilda Gautreau, Fiume Bienvenida Gómez Sánchez, Edith Altagracia Ferreira, Ana Joaquina Vinel Taveras (La China), Gisela Antonia Mercedes, Elvira Grecia Johnson Ortiz, Edith Bienvenida Gómez Sánchez, Venecia Juan, Milagros Concepción, Ivelisse Acevedo, Yocasta Prandy y Agustina Rivas Ramos.
Entre todas esas valientes mujeres, heroínas de la patria, Agustina Rivas Ramos, conocida durante la Revolución de Abril del 65 como “Tina Bazuca” se convirtió en una leyenda y en un personaje fascinante, inolvidable, singular e irrepetible, que permanece en la memoria de todo el que la conoció por su carisma, su heroicidad y su aureola de galaxia, como la de Amaury, con “cinco estrellas en la frente”.
Cuando José Francisco Peña Gómez por Tribuna Democrática llamó al pueblo a tirarse a las calles, Tina estaba en el popular barrio de Villa Consuelo donde había terminado de almorzar. Sin pensarlo dos veces salió agitada sin decir adiós y se integró a las movilizaciones populares. Días después terminó como parte del legendario comando de Pedro Mena en el cual participó y se destacó como una aguerrida combatiente.
Mulata impresionante, esbelta, con un tamaño “palo de bandera”, con una cara dura, Tina tenía un uniforme verde olivo, unas botas militares, la boina del Che, una pistola 45 en la cintura, un fusil M-16 en su hombro izquierdo y dos inmensas bazucas en un yeep descapotado de guerra confiscado por ella a los interventores como trofeo de guerra, que utilizaba con orgullo.
Militarmente se entrenó con los hombres ranas y eso aumentó su aureola de combatiente. Pasó al comando de POASI, integrado por obreros y algunos jóvenes, hoy intelectuales, entre los cuales estaba el sobresaliente historiador Roberto Cassá y el profesor Porfirio García, que después de la Revolución fue rector de la UASD. Este fue un comando símbolo de valentía, coraje y heroicidad. Tina se convirtió en leyenda viva, porque recorría las calles constitucionalistas de la zona colonial en su yipp descapotado, acompañada siempre de su fusil, su 45 y sus dos bazucas justicieras.
En la academia Militar 24 de Abril, Tina entrenaba a los combatientes en el uso de bazucas, pero jamás se despojaba de su fusil M-16. Decía ella que su garantía estaba en su fusil a pesar de su pistola 45. Su determinación de combatiente era determinante y radical, repitiendo constantemente su frase: “de aquí para el cielo”, explicitando su determinación de triunfar o morir, pensando siempre como el Che, “Patria o muerte, venceremos”.
Participó en todos los combates, estaba presente en la batalla del Puente Duarte, en los ataques despiadados del 15 y 16 de junio en los intentos inútiles de los gringos de apoderarse de la zona constitucionalista, sus bazucas hicieron estragos y nunca fue herida de gravedad, estando en las primeras líneas de fuego. ¡Tina fue una combatiente-ejemplo!
Después de abril, fue acosada y perseguida por la maquinaria represiva Balaguerista. Tina fue un ejemplo de dignidad. No se cansó, no renunció a sus principios, no se vendió, se clandestinizó y se refugió en las entrañas del pueblo. Para ganarse la vida, fue portera de POASI, vendió café y chocolate en las calles, poniendo un puesto de fritura en Villa Consuelo, vestida de negro como uniforme, siempre con la boina del Che, su ídolo. Cuando se le cerraron todos los caminos, se fue en yola a Puerto Rico, fue masajista en San Martin, llegó a Estados Unidos y terminó en su querido Dajabón donde murió de un infarto el 13 de julio de 1996, dejando en la vida a dos hijos.
Tina Bazuca, expresión popular, mujer combatiente, huérfana del miedo, símbolo de generosidad y de amor por su terruño grande, leyenda de abril, heroína de las luchas del pueblo, huésped de las galaxias, ejemplo de dignidad, vive en la historia, en el corazón del pueblo y en las entrañas de la patria! ¡Tina Bazuca heroína, esencia de mujer del pueblo, viva contra el olvido!