El Primer Carnaval de la isla de Santo Domingo y de América comenzó en la ciudad de Santo Domingo antes de 1522, de acuerdo con las investigaciones del historiador Manuel Mañón de Jesús Arredondo fundamentado en documentaciones del Archivo de Indias, en España.

Por la descripción, este carnaval tenía dos expresiones fundamentales: Una dimensión popular, con  participación de la élite, el cual era celebrado en las calles, teniendo como centro de culminación la explanada de la Plaza de Armas, hoy Parque Colón, frente a la Catedral. La otra, era las celebraciones de bailes de carnavales excluyentes y exclusivos de la minoría colonial, ubicados en el Museo de las Casas Reales, donde los invitados eran reproducciones de personajes de la metrópolis y de las mil y una noches, que nada tenía que ver con la isla.

La excepción y contradicción era el baile del carnaval universitario, donde los estudiantes de la Universidad de Santo Domingo, Primada de América, alquilaban una casa y una orquesta y buscaban camufladas jóvenes del barrio de los artesanos, en los alrededores de la iglesia de Santa Bárbara y hacían un baile popular de amanecía. 

En la procesión de Corpus Chisti, una de las más solemnes de la colonia, la iglesia permitía que los esclavos participaran con sus trajes, bailes y máscaras tribales, en lo que el antropólogo cubano Joel James bautizó como”protocarnaval”.

Este carnaval original se fue transformando en la medida en que se transformaba la formación social dominicana. Durante la ocupación haitiana no existe documentación de su existencia popular, cosa que me parece muy extraña, aunque pienso en la existencia de bailes de carnaval de la élite haitiana, aunque tampoco están documentados. 

Aunque hubo manifestaciones de carnaval en el periodo independentista, todavía era fuerte la dependencia y la alienación cultural.  Era más de lo mismo.  La ruptura más trascendente ocurre después de la gesta Restauradora, cuando en guerra de guerrilla popular con conciencia de dominicanidad es derrotado el imperialismo español. Desde ese momento, las élites abandonan a Madrid como centro metropolitano de referencia y entonces Europa es la mirada (París, Venecia y Roma) obligatoria como referencia cultural, descubriendo la preferencia de sus minorías  con el carnaval, trayendo de allí como novedad el confetis y la serpentina, presente posteriormente en las celebraciones de La Casa España y en el Club Unión.

Y es aquí donde se oficializa el apoyo oficial al carnaval de salón. Trujillo, advenedizo en los ambientes de las familias sagradas, por provenir de sectores populares y de cuarteles, brindó su apoyo incondicional a esta manifestación elitista para que le sirviera como pasaporte.  Y así fue. 

En la ciudad de Santo Domingo,  posibilitó, con todas las precauciones, el control de un carnaval callejero, que hacía rupturas y que trillaba caminos en un proceso de criollización y de dominicanidad, surgiendo nuevas tramas y nuevos personajes como Robalagallina, Califé, Se Me Muere Rebeca, los Indios y la redefinición de los Diablos Cojuelos.  

Este esquema racionalizado durante la Era venía desde la colonia como vimos antes, fue trasladado a todos los pueblos del país: Una dimensión de élite en sus bailes de salón y una expresión popular.

Cotuí en sus orígenes fue una excepción, por la existencia particular de una impactante mina de oro y porque era un enclave, quedando marginado de la dinámica desarrollista del complejo vegano-Cibaeño. La existencia de la mina de oro, implicó la presencia de negros esclavizados de diversas etnias y el intercambio por la llegada de negros Congos del complejo Los Mina-Villa Mella responsables de una cofradía en honor del Espíritu Santo, la más antigua de América vigente, de acuerdo con las investigaciones del antropólogo José Guerrero.

El carnaval como catarsis nació en las esencia populares de Cotuí, el cual a pesar de la ausencia de elementos del preciosismo industrial-comercial, desarrollaron una propuesta inédita, con el uso de elementos de la naturaleza y del papel reciclado en un proceso creativo haciendo posible la existencia de un carnaval democrático,  ya que tanto las plantas como el papel estaban al alcance de todo el mundo sin costo económico, convirtiéndolo, además, en el carnaval más ecológico del país, con una inmensa variedad de personajes en expresiones  de diversidad, haciendo del carnaval de Cotuí un carnaval único con identidad.

Como una muestra de esta creatividad popular, resalta la evolución del “Platanú”, el personaje más original  de este carnaval. El “Platanú”, herencia africana, encontrado por nosotros en delegaciones de este continente en presentaciones en Cuba y en Panamá, aparece en Cotuí con una máscara de higüero, el cual fue reproducido con papel de estraza y luego con papel de periódicos, naciendo el Papelú y con las fundas plásticas, coloreadas, surgieron los funduses, de tal manera que son tres personajes con diversidad de materiales en un reciclaje como expresión de creatividad. En los últimos años, este personaje se ha enriquecido por los cuellos multicolores, aporte por el artista Juan Francisco Vásquez (Wampa)- 

A partir del primer desfile nacional de carnaval en 1983, en un despertar carnavalesco en todo el país, por sugerencias del historiador cotuisano Francisco Rincón se acelera el resurgimiento del platanú como personaje de este carnaval, apelando para esto a Jesús María, un artesano que había heredado esta tradición de sus ancestros. Jesús María era un apasionado de este personaje que no sólo elaboraba su disfraz, sino que era un militante carnavalero, incansable y carismático.

Jesús María, organizó una  comparsa  de  este personaje y transformó su humilde hogar en un taller, en una escuela para formar nuevos jóvenes artesanos para que la continuidad  de la tradición de este personaje no desapareciera.  Durante años, lo vi revalorizar al Platanú con orgullo y dignidad.  Se convirtió en el Rey y el representante de esta tradición del carnaval cotuisano y del país. ¡Jesús María, ser humano excepcional, artista apasionado del carnaval cotuisano, enamorado del Platanú, aunque acaba de decir adiós, la tradición sobrevive gracias a discípulos como Nanao!