Casi frente al parque central de Baní, Marcos A. Cabral, había una modesta imprenta, donde se imprimía la revista “Páginas Banilejas”. La puerta estaba al descubierto, protegida por una mampara de madera, que dejaba ver todo el interior, donde había una  pequeña imprenta, con una rotativa  redonda, siempre en acción.

La figura  de un hombre austero, que sonreía discretamente, con un mandril blanco en la cintura que le cubría parte del pecho, el cual, cuando lo entendía, paraba la rotativa para leer y corregir lo que estaba imprimiendo,  este, se convertía en un personaje impactante, que yo miraba desde la calle en silencio con profunda admiración.  Era el periodista Ángel María Peña Castillo, que de cariño, era conocido por sus amigos y allegados como “Chichí”, el director de la revista.

La revista fue fundada en la primavera del 1942 con una aparición mensual, en un pueblo pequeño, pero con una gran tradición de intelectuales, poetas, historiadores, maestros, etc., muchos de ellos, de transcendencia nacional.  Era una revista de “Artes, ciencias y letras” al servicio y para la difusión de la cultura dominicana, que circuló durante más cincuenta años.

Poco a poco esta revista se convirtió en una necesidad local, trascendió a nivel regional, alcanzando una circulación nacional e internacional, no lograda por ninguna revista del país en la época. Aun con las limitaciones existentes, era un espacio abierto, de estímulo para aficionados y apertura para los consagrados.

¿Cómo ocurrió todo esto sin muchos recursos económicos?  El director escribía reseñas de los campos de Baní; designaba “agentes” de la revista, honoríficos, en cada uno de ellos, los cuales informaban sobre las actividades y acontecimientos de la comunidad; mantenía siempre una columna de acontecimientos históricos, con datos inéditos, frases célebres, etc.  Le dedicaba números especiales de la revista a diversas provincias, posibilitaba que nuevos escritores, en un país con pocos espacios, pudieran reproducir sus trabajos y por último, siempre había colaboraciones de escritores y poetas de otros países, del Caribe y América Latina, como argentina, Cuba, Brasil, Perú, Puerto Rico, etc.  Sobredimensionó aún más la presencia internacional, reproduciendo correspondencia con intelectuales y escritores de diversos países que recibían la revista por correo.

Don Chichí Peña era director, redactor, diagramador, impresor, relacionado público y distribuidor de la revista.  Su vehículo era una bicicleta “Ruger”, recorría el pueblo, cobrando y promocionando a Paginas Banilejas.  En realidad se mantenía de las suscriciones y los anuncios. No tenía ninguna subvención de la dictadura por su verticalidad.  Aun así, levantó una noble y destacada familia, mantuvo sus principios y fue ejemplo de dignidad, de un intelectual fiel a la verdad, a pesar de ser señalado de antirujillista, pero fue respetado, incluso cuando fue apresado uno de sus hijos Cervantes, por ser miembro del Movimiento Clandestino del 14 de Junio.

Las veces que veía a Clodomiro Moquete, apasionado, entregado a sus principios y a sus sueños, coherente consigo mismo, recreado en su revista VETAS, recordaba reverencial y profundamente a Chichí Peña, uno de mis personajes favorito, veía a dos periodistas honestos, verticales, derrochando dignidad.

Clodomiro fue maestro de escuela, como mi padre, a nivel de primaria y secundaria, primero en el Colegio Eugenio María de Hostos y luego en el Liceo Ramón Emilio Jiménez, de los Mina, donde fue ejemplo docente, donde trasmitió sus conocimientos y donde fortaleció sus principios.

Se impuso a la docencia el ejercicio periodístico como definición de pasión profesional. Se convirtió en un sacerdote y en un franco tirador por las reindicaciones periodísticas. La dimensión gremial fue el camino de la realización, desde su responsabilidad como Secretario General del Sindicato Nacional de Periodistas Profesional (SNPP) y gestor del Colegio Dominicano de Periodistas (CDP).

En esa lucha contra los patronos, los intereses de una élite del Poder, no claudicó, nunca se vendió, se decidió por la dignidad de sus principios, la exaltación a la verdad de su profesión, con las consecuencias de la marginalidad, la exclusión de recursos económicos y del sistema.  Pero no se rindió ni se humilló.  ¡Convirtiéndose en un ejemplo! ¡En una referencia!

Y su entrega, su militancia periodística, no era un capricho, era su concepción de la vida, de asumir conciencia de su papel profesional ante la represión de la dictadura ilustrada Balaguerista, sobre todo, en la fatídicos doce años que jamás puedan repetirse.  Clodomiro se situó en la acera del pueblo, de los oprimidos, de los jóvenes perseguidos, encarcelados  y asesinados.

En la sistematización cuando solo la pasión y la valentía hacen milagros, cuando los imposibles se hacen realidad, cuando se concretizan los sueños, como Chichí Peña, arañando, haciéndolo todo, creó la revista VETAS, con la visión de la difusión de la cultura dominicana y del Caribe, haciendo rupturas, proponiendo paradigmas, con novedades como hacer una revista para leerse por adelante y por detrás, por el principio o por el final.  ¡Esta epopeya, duró 22 años (1993-2015)!

Escribió cuentos, poesías, novelas ensayos, aportando a la bibliografía dominicana, en especial una antología de poetas y de poesías.  Siempre creyó que la poesía era la filosofía de la época y que “todo poeta es un Dios”.

Su ida es a destiempo,  es una un vacío para todo el que lo conoció, pero su vida, sus testimonios, su verticalidad, sus principios, su coherencia de dignidad, nos dan un alivio y su amistad es un orgullo que permite la eternización de su presencia.  Poe eso, no hay que decirle adiós.

Clodomiro Moquete, tendrá de nuevo su revista VETAS, pero ahora con más lectores y suscritores, sin censuras, porque ahora tendrá a los de allá arriba y los de aquí abajo.  VETAS, como Clodomiro,  también se eternizó…