“En el principio fue el verbo (la palabra)”, primera frase del Evangelio de Juan. “Si se calla el cantor, calla la vida, porque la vida es como un canto” dice la canción de Horacio Guaraní en hermosa voz de Mercedes Sosa.  ¿Quién lo sabe?  A lo mejor al final también, quedará la palabra, aunque ante oídos sordos y ojos ciegos, puedan sonar como el viejo y roto violín del poeta. La palabra pronunciada. Emancipada. No la palabra callada, encadenada voluntariamente o por imposición.

 

Hace 58 años fue publicado el último poemario de León Felipe: ¡Oh, este viejo y roto violín! Exiliado de su amada España y prohibidos su nombre y sus escritos, por haber participado como voluntario en los combatientes republicanos que enfrentaron la insurrección de los monárquicos y fascistas iniciada en 1936, que terminó instaurando la dictadura fascista de Francisco Franco. Falleció, coincidencialmente, el 18 de septiembre de 1968, día aniversario del derrocamiento de la monarquía de Isabel II en 1868, inicio de la Primea República y del llamado sexenio democrático en España, como si hubiera querido ser, hasta con su muerte, un símbolo antimonárquico, democrático y de dignidad.

 

León Felipe, farmacéutico, director de hospitales, actor teatral, bibliotecario, profesor universitario, pero, sobre todo, poeta de exquisita y encendida palabra, desde que en 1920 publicó su primer poemario. En su exilio, León Felipe dedicó toda su energía y capacidad poética, casi monotemáticamente a estimular la resistencia ante la iniquidad. Cuando se preguntó por la misión del poeta y el valor de la palabra: “¿Por qué me ha preocupado siempre tanto la voz?”, se respondió con esperanza: “Tal vez no quede del hombre más que su voz ... al final, tal vez quede la palabra”. Su grito era incontenible. Infatigable pregón por la justicia y la dignidad humana. Le dominaba una única intención: descubrir de qué manera resultaría más útil su palabra para encauzar su denuncia.

 

La voz, don exclusivamente humano, anclada en valores y principla ios, expresa compromisos por un mundo mejor, pero carente de ellos se pervierte como medio para excusar nuestras debilidades o compromisos de mala voluntad. Dice la historia que José María Vargas, médico, fundador, por voluntad de Bolívar, de la Universidad Central de Venezuela y su primer Rector; al ser derrocado a pocos meses de asumir como primer presidente civil de la Venezuela republicana, en 1835, fue increpado por quien lo apresaba: “Señor Vargas, el mundo es de los valientes”, y respondió serenamente: “Se equivoca, el mundo es de los hombres justos”.

 

Para llevar a buen puerto las reformas necesarias en nuestro Sistema Nacional de Salud y el Sistema Dominicano de Seguridad Social, es necesario mucho esfuerzo, mucha dedicación y compromiso de todos los sectores de nuestra sociedad; aunque es justo reconocer que la iniciativa y principal esfuerzo corresponden a nuestros liderazgos, para emocionar a la sociedad con la esperanza de una transformación orientada a lograr mejor salud, mejor protección social y, mejor calidad de la vida, en un contexto democrático. Necesitamos discursos proféticos, palabras que hagan visible el camino hacia un mundo mejor, que unifiquen las voluntades de todos quienes estén dispuestos a aportar en esa compleja tarea de transformar la economía política nacional.

 

Comenzando el nuevo año 2023, amable lector, deseo que la felicidad que nace de sentirse bien con tu conciencia te acompañe y perdure. Que nunca dejes de expresar tus deseos de justicia y dignidad para todos. Que siempre tengas la capacidad de temblar de indignación ante la injusticia, porque la injusticia es un antivalor. Deseo que nunca tengas que avergonzarte por    tus actos o por tu inacción; ni tengas que usar tu palabra para excusarte por renunciar a impulsar lo que consideras justo. Que nunca dejes de denunciar y de proponer ideas positivas, ni de sentir la alegría de vivir y de compartir. Que siempre sientas el entusiasmo de reconocer y respetar la diversidad humana. Que nunca sientas deseo de imponer a otros, por la fuerza, tus ideas, valores y principios por que los consideras superiores. Que nunca te sientas inclinado a promover el odio ni la violencia, porque “la paz es el camino” (Gandhi). Que nunca pierdas la esperanza de que un mundo mejor es posible.

 

Nada tiene mayor capacidad de construir y de destruir que la palabra. Al final  quedarán los hechos o…. al menos, las buenas palabras.  Deseo que nunca calles tus denuncias, tus propuestas y tus ideas; porque, en palabras de Jesús Jesús, según Lucas: “….  Si callan, gritarán las piedras”.