La inclusión financiera es un motor clave para la construcción de economías más equitativas y resilientes. Este concepto, que se refiere a la capacidad de individuos y negocios para acceder a servicios financieros, permite a las personas ahorrar, invertir y planificar un futuro económico más sólido. Para países de ingresos medios y bajos, como la República Dominicana, no se trata solo de una meta de desarrollo, sino de una necesidad estratégica.

Massiel Victoria, autora de este artículo

Además de garantizar la disponibilidad de productos como cuentas de ahorro, créditos, seguros y remesas, incluir a los usuarios implica que estos comprendan cómo utilizarlos efectivamente. Aquí es donde entra en juego la educación financiera, ya que una sociedad consciente puede gestionar mejor sus recursos, impulsando el bienestar individual y el dinamismo económico. Sin conocimientos básicos sobre presupuesto, ahorro o gestión de deudas, la inclusión financiera no se traduce en empoderamiento económico real.

Más que una moda pasajera, la inclusión financiera es una herramienta clave para liberar el potencial económico de la República Dominicana

Si bien se han realizado avances importantes en el país, el camino hacia la inclusión financiera integral sigue construyéndose. Según la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF) del Banco Central, aproximadamente la mitad de la población participa en el sistema financiero formal. Esta cifra refleja una limitada penetración del sistema bancario, e incluso una posible falta de confianza en las instituciones financieras tradicionales. La infraestructura física y digital insuficiente, así como la conectividad a internet limitada en zonas rurales agrava la situación. Igualmente, las barreras culturales en forma de prejuicios y estigmas dificultan la inserción en comunidades desatendidas.

En respuesta, iniciativas gubernamentales, como las capacitaciones y talleres de las superintendencias de Bancos y del Mercado de Valores, están comenzando a cerrar la brecha educativa. Al mismo tiempo, las plataformas de banca digital han abierto nuevas posibilidades, facilitando transacciones y sirviendo como puerta de entrada al sistema financiero para quienes antes estaban excluidos.

La inclusión financiera comienza transformando vidas individuales y se extiende hasta generar un impacto multiplicador en la economía. Cuando las familias acceden al ahorro y al crédito, logran construir seguridad financiera, reducir su vulnerabilidad ante crisis económicas y combatir la pobreza. Esta mayor resiliencia en los hogares fortalece la economía en su conjunto.

De manera complementaria, las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES), que son la columna vertebral de la economía dominicana, se benefician del acceso a financiamiento para expandirse, innovar y aumentar su competitividad. Este crecimiento empresarial genera empleo, fomenta la inversión y alimenta un círculo virtuoso de estabilidad económica a nivel local y nacional. Así, la inclusión financiera se convierte en una palanca de desarrollo integral.

Para maximizar los beneficios de la inclusión financiera, la República Dominicana debe implementar medidas que aborden tanto los desafíos estructurales como las necesidades específicas de su población. La tecnología, mediante la banca digital, las carteras móviles y las soluciones Fintech, puede superar barreras de acceso, especialmente en zonas rurales. Promover la educación financiera en planes educativos desde temprana edad y programas comunitarios es crucial para asegurar un uso eficiente de estos servicios. Además, la colaboración entre el sector público y privado amplía el alcance de estas iniciativas. Por último, el diseño de productos financieros destinados a los sectores más vulnerables fomenta su adopción y sostenibilidad.

Más que una moda pasajera, la inclusión financiera es una herramienta clave para liberar el potencial económico de la República Dominicana. Al derribar las barreras sistémicas que perpetúan la exclusión, el país puede avanzar hacia un futuro más justo y próspero. Priorizar la inclusión como una estrategia de desarrollo nacional asegura que nadie quede rezagado en el camino hacia el progreso.