Desde nuestro punto de vista, el concepto capital social no ha sido valorado justamente por los ideólogos de las teorías de la economía neoliberal. Sin embargo, el capital social juega un rol importantísimo a nivel planetario. Como tal, los comprometidos con el capital social se caracterizan por sus conductas solidarias, cooperación mutua, criticidad, responsabilidad y transparencia.
En tal sentido, algunos respetados economistas, incluyendo a Fukuyan, tenían dudas si técnicamente era correcto hablar en términos concretos sobre el concepto capital social. Estas dudas, sin embargo, parecen estar superadas, ya que otros respetados economistas, sociólogos y psicólogos sociales han reconocido que el capital social, al igual que el capital físico es tangible, duradero, flexible y fungible.
Por su parte, varios “autores progresistas” han sometido a críticas ideológicas el concepto capital social, argumentando que el mismo no es más que otro instrumento del paradigma ideológico del sistema neoliberal dominante. Según éstos autores, el gran capital se ha inventado el concepto capital social, con el propósito de desviar la atención sobre las verdaderas causas de la pobreza, la marginalidad y la inequidad social a los han sido sometidos los dos mil ochocientos (2,800) millones de personas excluidas a nivel planetario (Berbbington, 2003).
No obstante se sabe que, el capital social está compuesto por una serie de elementos muy disímiles que hacen difícil su reducción a una unidad común de medida. En ese contexto, el capital social no se puede medir mediante una unidad única, sino que hay que tomar en cuenta todos los actores vinculados y, al mismo tiempo, evaluar y calificar sus aportes en sus respectivos contextos socioeconómicos en lo que este influye. Desde esta perspectiva, se requiere establecer una identificación y estimación del valor real de los servicios que este fomenta, presta y recrea, así como el impacto de la cadena de solidaridad que este derrama.
En tal sentido se sabe que, en los países desarrollados los procesos productivos son complejos y que el capital social permite reducir los costos de transacción en una dinámica asimétrica extremadamente compleja. No obstante, economistas, psicólogos sociales y sociólogos sabemos que esta asimetría reduce los costos de las transacciones y, esto permite a su vez, valorar positiva y económicamente el flujo de servicios tangibles e intangibles que son movilizados y derramados por el capital social.
Como se puede apreciar, el capital social juega un papel sumamente importante en términos de cohesión socioeconómica y cultural en las economías desarrolladas y subdesarrolladas, ya que su existencia y dinámica, reduce los costos de producción y transacción comercial. No obstante, las características fundamentales del capital social en economías en vías de desarrollo consiste en: servir de red de protección y solidaridad para las personas más vulnerables que forman parte de las redes sociales a las que pertenecen ciudadanos/as de la clase media y pobre de los países del tercer mundo. En ese contexto se sabe que, el capital social evita que la pobreza se transforme en marginación y exclusión social de los sectores de clase media y pobre de los países en vías de desarrollo como el nuestro.
En tal sentido, apoyándonos en el trabajo de Kauffman/ 2005, hemos identificado cinco (5) variables que explican el valor y el peso socioeconómico y cultural que tiene el capital social como motor de desarrollo tangible en países como el nuestro. Estas variables son: (a) Voz y rendición de cuentas; (b) estabilidad gerencial y ausencia de conflictos prevenibles; (c) eficiencia de la Dirección y la Gerencia; (d) calidad de la acción reguladora administrativa; y, (e) cumplimiento de la ley y control gerencial transparente.
No obstante, las evidencias empíricas recopiladas en varios estudios realizados por psicólogos sociales, economistas y sociólogos en seis (6) países industrializados y en diez (10) países en vías de desarrollo en el período 2001-2016 refieren que, las cinco (5) variables referidas en el párrafo anterior, están estrechamente correlacionadas entre sí y, que a su vez, las mismas sustentan un tercio del capital que moviliza la economía neoliberal a nivel planetario. En ese contexto, los estudios referidos anteriormente refieren que las personas, las organizaciones y los grupos sociales que desconfían del capital y la economía neoliberal, buscan refugio en la movilización, creación y fortalecimiento de su propio capital social como garantía de sobrevivencia y permanencia en el mercado.
En tal sentido, estos mismos estudios refieren que, una mayor inversión del capital social en educación crea las condiciones para que los involucrados adquieran los conocimientos necesarios y logren desarrollar capacidades duras y blandas para su propio desarrollo y autofortalecimiento. No obstante se sabe que, la inversión en educación en los grupos vinculados con el fomento y desarrollo del capital social debe agregar valor a los agentes sociales, culturales y económicos vinculados con las organizaciones de base e intermedia que soportan y recrean la dinámica de desarrollo socioeconómico y cultural.
En efecto, una vez establecido el vínculo entre el propósito y la calidad de la educación a desarrollar, los esfuerzos de los gestores y actores del capital social deben orientarse a: (1) Definir la utilidad socioeconómica y cultural de los contenidos a desarrollar; (2) la pertinencia y el valor agregado de los contenidos de la oferta educativa; (3) la instrucción o formación de los facilitadores y sus respectivos compromisos sociales; y, (4) el nivel de supervisión del proceso de enseñanza-aprendizaje que se llevará a cabo.
“La acumulación del capital cultural y la adquisición de conocimientos, es la clave para la movilidad social de los sectores de clase media y los pobres a nivel planetario”. Michael Gove