Conocí al Dr. Flavio Darío Espinal Jacobo en los últimos días del verano de 2004. Tras ser admitido en la Escuela de Derecho de la PUCMM asistí a la bienvenida formal que nos ofreció él, en su rol de director; nos explicó que, aunque nos acompañaba ese día, no estaría más con nosotros, pues el había sido designado embajador de la República Dominicana ante los Estados Unidos de América. Creo que pasaron varios años antes de volverlo a ver, pero en ese intervalo, pude acercarme a sus ideas por medio de un extraordinario escrito suyo, a saber, la obra intitulada Constitucionalismo y Procesos Políticos en la República Dominicana.
Publicado por la PUCMM en febrero de 2001, el trabajo del profesor Espinal significó un aporte elocuente al estudio de la historia de nuestro Derecho, pues, lejos de apostar por una simple cronología de los hechos o una mera narración de los mismos, ofreció un análisis detallado de los procesos. A lo largo de sus capítulos el autor cuestiona el por qué de los acontecimientos y al construir las respuestas acude siempre a los contextos sociales, observando metodológicamente las causas y explicando de manera estructurada las razones que produjeron el zigzagueante movimiento de nuestra sociedad. Como comentó oportunamente el expresidente colombiano, don César Gaviria en el prólogo a aquella primera edición, “la descripción y el estudio de las experiencias del pasado, permiten al lector extraer lecciones valiosas en torno a los pasos a seguir para avanzar en el perfeccionamiento y la consolidación de la democracia dominicana”.
Ese esfuerzo -de explicar el curso histórico mediante el análisis sopesado de los contextos sociales y gubernamentales, a la par de entenderlos en la dinámica política de la región y de exponerlos en el marco del largo y titubeante proceso de construcción democrática- no ha sido común entre nosotros. Formidables historiadores han aportado desde su óptica y algunos cientistas sociales han contribuido también en perspectiva crítica, pero rara vez se verifica que un trabajo de esta naturaleza se esboce en el largo trazo de nuestra historia republicana con el respaldo documental, argumentativo y analítico que el Dr. Espinal despliega. Creo que ese esfuerzo debe ser aplaudido por todos aquellos que disfrutamos el estudio de la historia del Derecho, el Derecho Constitucional y, por qué no, las ciencias políticas.
Aquella primera edición recorría un estudio general de marco histórico del constitucionalismo dominicano entre 1844 y 1961. Luego presentaba un estudio, en capítulos separados, del periodo 1961 – 1994, segmentando el fracaso de la transición democrática (1961-1966), el paso del autoritarismo a la democracia (1966-1986) y, finalmente, el retorno de Balaguer, las crisis electorales y la reforma constitucional (1986-1994). Esta mirada a la historia estaba precedida de un corto, pero enjundioso ensayo sobre la democracia y reforma institucional en el debate latinoamericano. Recuerdo gratamente ese ensayo introductor porque sirvió de enlace entre mi generación y un nutrido grupo de ideas que sobre la democracia (especialmente en nuestra golpeada América Latina) habían presentado autores de la importancia y el prestigio de Arend Liphart, Scott Mainwaring, Dieter Nohlen, Giovanni Sartori, Bruce Ackerman, Norberto Bobbio, Robert Dahl, John Elster, Juan Linz y Arturo Valenzuela, entre muchos otros.
La edición a la que me he referido se había agotado ya cuando yo hacía mis primeras incursiones en la cátedra de Derecho Constitucional, hace más de una década. De todos modos, buscaba siempre la forma de poner en manos de mis alumnos algún fragmento ilustrador de los elementos fundamentales. Posteriormente, cuando inicié a impartir historia del Derecho, la obra me pareció necesaria, junto a los trabajos de Wenceslao Vega, Gustavo Mejía Ricart y otros autores, para dar a mis compañeros de aula una visión adecuada de nuestro recorrido. Por eso me alegré muchísimo cuando Flavio Darío me comentó que trabajaba en su segunda edición y celebré que la misma llegase a los tramos de nuestra habitual Librería Jurídica Internacional el pasado viernes.
Esta segunda edición, prologada por el Dr. Roberto L. Blanco Valdés y presentada por el Mag. Milton Ray Guevara, aporta varios elementos contemporáneos de valor. Ejemplo de ello es el estudio que se hace sobre el cambio político, la consolidación democrática y los nuevos procesos constitucionales (1994-2020). Además de reflexionar sobre la cuestión constitucional en el nuevo escenario político (1996-2004), Espinal aborda el proceso de reforma constitucional de 2010 y, por demás, analiza en un extenso epílogo los cambios más sobresalientes de esa importante reforma.
Hace poco, al referirme a una publicación de Wenceslao Vega, recordé una expresión de Paolo Grossi, en su obra Mitología jurídica de la modernidad, en la que resalta que el historiador del Derecho está llamado a ser “la conciencia crítica de la sociedad”. Creo que Flavio Darío Espinal inició esa labor incluso antes de 2001, con trabajos como “Política, Constitución y Reforma: Avances y Obstrucciones de la Democratización Dominicana” (Ciencia y Sociedad XII, núm. 2, abril-junio, 1987); “El Concepto Contemporáneo de la Democracia” (UNIBE Revista Ciencia y Cultura, vol. 1, núm. 1, enero-abril, 1989); o “Crisis Institucional y Cambio Político en la República Dominicana” (Aperturas y Reformas Estructurales: el Desafío Dominicano, 1991). Me complace pensar que esta edición de Constitucionalismo y Procesos Políticos en la República Dominicana le acerca aún más a esa misión que Grossi enuncia.
Ojalá esta obra padezca del mismo mal que su edición antecesora: no ser lo suficientemente numerosa para la demanda de los lectores y justificar con ello que su autor -y junto a él una generación de investigadores jóvenes que empieza a despertar- continúe investigando y compartiendo con la comunidad los hallazgos que la historia nos obsequia. Esa historia que nos observa como juez implacable ante la cual, tarde o temprano, cada uno de nosotros rendirá cuentas también.