No sería el frustrado complot de 1934, previsto para dar muerte a Trujillo en el centro de recreo de Santiago, el último concebido por los hijos de la ciudad hidalga en el largo y angustioso periplo de 31 años.
Hacia mediados de 1956, otro hijo de Santiago- específicamente de la demarcación de Canca, Municipio de Tamboril-, junto a un puñado de valientes, entre los que se encontraban varios miembros de su familia, alentó también similares propósitos libertarios.
Nos referimos al Dr. Rafael Adolfo Estévez Cabrera (Fellito), un mártir de la libertad dominicana, cuya digna trayectoria, como la de sus valiosos compañeros de lucha, merece ser debidamente conocida y valorada.
1.- Breves datos biográficos del Dr. Rafael Estévez Cabrera (Fellito)
El Dr. Rafael Estévez Cabrera (Fellito) vino al mundo en la localidad de Canca, Tamboril, el 30 de noviembre de 1923. El próximo año, precisamente, para estas mismas fechas, se cumplirá el primer centenario de su nacimiento.
Fueron sus padres Adolfo Estévez Cabrera (Bocho) y Evangelista Cabrera de Estévez. Fueron sus hermanos: Gustavo Adolfo, Hugo Adolfo, Dr. Julio Raúl, Idalia Sofía y Luz Aydée.
Sus estudios primarios los cursaría en la escuela rural de su comunidad natal y los secundarios en el Liceo Ulises Francisco Espaillat, de la ciudad de Santiago.
Como todos los jóvenes de su época con aspiraciones a alcanzar un grado profesional, debió trasladarse a la ciudad de Santo Domingo, a fines de matricularse en la que para entonces era la única institución de estudios superiores, la Universidad de Santo Domingo. Cursaría la carrera de derecho, recibiéndose de doctor en el año 1951.
2.- Articulación de los propósitos conspirativos del Dr. Rafael Estévez Cabrera
Ya desde el año 1953, apenas dos años después de graduarse, el Dr. Estévez Cabrera daría inicio a los aprestos conspirativos concebidos con el propósito de eliminar a Trujillo.
Iniciaría los mismos adquiriendo armas cortas, propósito en el que le acompañaron sus hermanos. Aunque ya para entonces sería objeto de delación, pocos días después obtendría su libertad, tras no poder probarles culpabilidad en las acciones conspirativas que lideraba.
Nada, sin embargo, hizo amilanar al Dr. Estévez Cabrera en sus propósitos libertarios. Reclutaría para sus planes conspirativos a Guillermo Valerio, un competente mecánico, quien comenzó a trabajar en la prepararación de unas 20 escopetas al igual que una semiautomática calibre 12 con cartuchos impregnados de un polvo venenoso.
Trabajaron en dicho empeño con tesón, ganando adeptos, especialmente en su comunidad natal y en la provincia de Santiago, llegando a conformar un grupo de 40 hombres dispuestos a ejecutar la hazaña.
Ya en los primeros meses del año 1956, se había concebido un plan, consistente en atentar contra Trujillo, durante el desfile previsto para realizarse en Santiago con motivo del aniversario de la batalla del 30 de marzo, el cual estaría encabezado por el sátrapa.
Consciente el Dr. Estévez Cabrera del riesgo que la temeraria acción comportaba para su familia, preparó el traslado de parte de la misma hacia la ciudad de Santo Domingo, a fines de que tras tener noticias del atentado, pudieran solicitar refugio en una de las embajadas acreditadas en el país.
Una semana previa a la materialización del hecho, corrió la noticia de que Trujillo no asistiría al desfile de Santiago, lo cual restaría bastante impulso a los propósitos conspirativos que alentaba el Dr. Estévez Cabrera y el grupo de conjurados que con el comulgaban.
A este respecto, preciso es destacar, en virtud de versiones distorsionadas que al respecto circularan, que el Dr. Estévez Cabrera y su grupo no alentaron nunca el propósito de atentar contra el tirano durante la bendición del templo del Sagrado Corazón de Jesús de Moca.
3.- Develados los planes conspirativos. Propósitos de alzamiento, persecución y condena
En los albores del mes de Junio, del año 1956, de parte de un funcionario del régimen, pero que no comulgaba con sus métodos opresivos, el Dr. Fernando A. Tavárez Cabral, recibe el Dr. Estévez Cabrera la información, de que en manos del temible Servicio de Inteligencia Militar (SIM) reposaban fidedignas informaciones referentes a los planes que alentaba y el acopio de armas que fue realizando con el propósito de materializar sus propósitos contra el tirano.
Tiempo después, el Dr. Tavárez Cabral moriría asesinado por los esbirros del régimen, en un fingido “accidente.
Para las mismas fechas, fue orquestado un plan para arrestar al hermano del Dr. Rafael Estévez Cabrera, el Dr. Julio Estévez Cabrera, quien a la sazón se había trasladado a los Estados Unidos, con el propósito de apoyar desde allí las acciones conspirativas y asumir la vocería del movimiento, cuando iniciara el mismo.
La esposa del Dr. Julio Estévez Cabrera, fue conminada por los agentes del SIM a llamar a su esposo, indicándole que se dispusiera a regresar al país, que el mismo se encontraba en paz al tiempo de indicarle que no albergara temor alguno sobre su integridad. Tras arribar al aeropuerto, ya le esperaba un contingente militar del régimen, que de inmediato procedió a su arresto y traslado a la cárcel de la Victoria.
¿Quiénes serían los Judas de la hora? Es interrogante que probablemente nunca sea respondida. Tras saberse descubierto, el Dr. Estévez Cabrera reunió a parte de sus familiares en su finca de Canca a fines de comunicarle los propósitos de alzarse en armas contra Trujillo. Cundiría el desconcierto, tras la exclamación de uno de los convocados de que aquello podía “tratarse de un gancho”.
Tras la abrupta salida hacia la frontera noroeste, procurando llegar a Haití, siguiendo la ruta de Mao y Santiago Rodríguez, seguirían a Estévez Cabrera un pequeño reducto de valientes, entre los que se encontraban su padre, su tío Raúl Cabrera, sus hermanos Hugo Adolfo y Gustavo Adolfo, Jorge Polanco (Papito), Cándido Rivas, los hermanos Marino y Gilberto Tejada Vásquez y el mecánico Guillermo Valerio.
Llegaron a Santiago Rodríguez, hacia el 7 de junio de 1956, pero debido a los fuertes aguaceros que provocaron crecidas, se vieron imposibilitados de vadear el río. Lo intentarían vía Montecristi. Arribaron al cementerio de Mao, recibiendo la orden de detención. Al desobedecer dicha orden, comenzó contra ellos la ráfaga de disparos.
Tras la persecución, se vieron precisados a abandonar sus vehículos, internándose entre malezas y breñales. Cuatro quedaban apenas de los perseguidos, pero la marcha se tornaría más tortuosa tras la fracturara de un tobillo sufrida por el padre del Dr. Estévez Cabrera, Don Adolfo Estévez Cabrera. Descubiertos al día siguiente no tuvieron más alternativa que la rendición, en desventajosas condiciones.
El 28 de junio de 1956, el Dr. Estévez Cabrera compareció a juicio, al adquirir el caso notoriedad pública. No era lo usual. A los enemigos políticos del régimen, y más aún, aprehendidos con las armas en las manos, le estaba reservada la horca y no la formalidad de un juicio, casi siempre tras largos suplicios en las mazmorras convertidas en antros de terror.
Llegado el momento, correspondió al Dr. Estévez Cabrera formular su declaración. Tras ser requerido por el juez a declarar sobre su participación, con el propósito de “asesinar al Ilustre Padre de la Patria Nueva”, manifestó lo siguiente:
“Honorable Magistrado…Estoy hablando al borde de la tumba, sé la suerte que me espera, pero no tiene importancia. Yo soy el único culpable, los compañeros que conmigo comparten la responsabilidad de esta acusación que nos honra, son inocentes , sólo yo debo ser condenado a la pena máxima”.
Le interrumpe nuevamente el juez, a fines de inquirirle: ¿Por qué Usted ha pretendido llevar a cabo la traición de eliminar al insigne Benefactor de la Patria?, a lo que el Dr. Estévez Cabrera respondería sin inmutarse:
“porque bajo su poder absolutista se han violado todos los derechos, centralizando las riquezas del pueblo en sus manos, mientras nuestros hombres se cubren de miseria, y la patria se convierte en el privilegio de él y todos sus verdugos. Porque los crímenes de su bestialidad han llenado de indignación la paciencia del pueblo; echando un baldón a la dignidad de la República. Porque su régimen despótico ha cubierto de ignominia los sagrados principios de los fundadores de la nacionalidad”.
El Dr. Estévez Cabrera fue condenado a 30 años de prisión por la Tercera Cámara Penal de Santiago. Pero es lo cierto, que con aquellas palabras de abierto desafió al poder omnímodo, quedaría sellada su sentencia de muerte, aunque todavía le esperaban tres años de un terrible e igominioso calvario.
4.- El martirio del Dr. Estévez Cabrera y sus compañeros de prisión en noviembre de 1959. En la vísperas una carta memorable
Un día de octubre de 1959, faltando apenas semanas para ir al cadalso, el Dr. Estévez Cabrera dirigió una carta desde la mazmorra de la Victoria a los jóvenes luchadores Pichi Mella, Tony Barreiro, Rafael Lockward, Pilón Pacheco y Paco Troncoso, compañeros de la celda contigua, en el penal de la Victoria. En la referida carta les decía:
Compañeros:
Hemos recibido la leche condensada y los cinco pesos lo cual agradecemos a uds. sinceramente. Otra cosa que le agradecemos en todo lo que vale es la muestra de admiración por nuestro acto. Todo esto robustece y eleva en nosotros los sueños de ver libre a nuestra amadísima patria.
Hemos anotado sus nombres, para saber cuáles son los hombres sobre los cuales descansa el futuro de este pueblo tan atropellado en sus derechos más sagrados. Espero que los actuales sufrimientos no mengüen el ardor de vuestro entusiasmo; recuerden que mañana sólo los hombres que en alguna forma han luchado por la libertad, tendrán la satisfacción de mirar y servir con orgullo la nueva patria.
La lucha sin tregua por la libertad, o el silencio de la tumba son los únicos sitios para los hombres dignos en este momento de prueba en que vivimos.
Con el corazón y el pensamiento puestos al servicio de la patria, les abraza fraternalmente:
Dr. Rafael Estévez Cabrera.
Eran aproximadamente las cuatro de la tarde del 4 de noviembre de 1959. El país hervía en ardores libertarios, sangrante a borbotones la herida abierta de la masacre contra los expedicionarios del 14 y el 20 de junio de dicho año.
A esa hora, el rechinar horripilante del portón, dio paso al temible cabo Moreta y al raso Familia, llavero de la Victoria. Sus ritualizados taconeos hacían más lúgubre aquel ambiente asfixiante y sórdido.
La pregunta inquisidora resonó de inmediato: ¿Quién se llama Rafael Estévez Cabrera?
-“Yo soy, qué quieren! Resonó la voz del Dr. Estévez Cabrera, recia y firme.
-Ud. va trasladado a Santiago para revisar su caso.
Había llegado la hora final. Jamás llegaría a su anunciado destino. Nada más volvería a saberse de aquel valiente ni tampoco de sus compañeros de prisión Bolívar Candelario Cabrera, Silitico Núñez y Félix Núñez, supuestamente liberados tras las expediciones de junio de 1959. Nada más se sabría tampoco de Félix Antonio Fernández Muñoz y Saturnino Antonio Paulino Miranda ( Bobó)
El resto de los participantes en la conjura, incluido sus hermanos pudieron salvar la vida, gracias a la oportuna intervención de la comisión de la Organización de Estados Americanos, que vino al país tras la caída del tirano.
Tras la decapitación del tirano, cuando comenzaron a aflorar las denuncias de los atropellos y desmanes de 31 años, saldrían a relucir los nombres de los cinco militares a quien la familia del Dr. Estévez Cabrera atribuyó la responsabilidad en el asesinato de su hermano, a saber: el coronel Horacio Frías, Zacarías Sued, encargado de la cárcel, el sargento Ramón Martínez, jefe de oficina, el cabo Moreta y el raso Familia, llavero de La Victoria.
Así, con apenas 36 años, se apagaría el aliento libertario de un luchador indomable, aquel de quien 20 años después de su muerte, escribiera con tintes emotivos su hermano Gustavo Adolfo: “naciste para llegar pronto, donde fuera. Y fue la muerte. Otros no llegan nunca, a nada… Ni a la muerte. Se gastan poco a poco, y se extinguen”.
La historia registraría para siempre las lapidarias palabras del Dr. Rafael Estévez Cabrera dirigidas a sus compañeros de infortunio tras sentir inminente el destino inexorable, palabras de un tiempo recio para todos los tiempos, testamento admonitorio de un valiente sin pausas :“No se apuren, muchachos, los héroes no se lloran, se imitan”.