A pesar del férreo control ejercido por Trujillo sobre el aparato militar, el cual procuró modelar a su imagen y semejanza, hasta el más mínimo detalle, no faltaron durante la era las conjuras conspirativas en las que tomaron parte militares desafectos.

En la primera década del régimen, destacaron las conspiraciones orquestadas por el mayor Leoncio Blanco y  el mayor Ramón Vásquez Rivera. En la década del 40, la principal conspiración militar  estuvo liderada por el Capitán Eugenio de Marchena y la penúltima, en la década del 50, fue la denominada “Conspiración de los sargentos”, a la cual le dedicamos recientemente una entrega en esta columna sabatina, apresto conspirativo en el cual también participaron civiles.

La del 61, la exitosa, mediante la cual fue liquidado el tirano, contó  contó con civiles y militares, contándose entre estos últimos al general José René Román Fernández, al  general Juan Tomás Díaz  y el teniente Amado García Guerrero. Dos integrantes de la conjura eran exmilitares: Pedro Livio Cedeño y  Antonio de la Maza Vásquez.

1.- La carrera militar ascendente del capitán Eugenio de Marchena.

El 28 de febrero  de 1986, el destacado historiador Bernardo Vega, en su calidad de presidente de la Fundación Cultural Dominicana, dirigió una misiva al entonces mayor general Manuel Antonio Cuervo Gómez, secretario de Estado de las Fuerzas Armadas durante el Gobierno del Dr. Salvador Jorge Blanco, en la cual solicitaba, para fines de investigaciones históricas, se le hicieran llegar fotocopias de cualquier documentación que pudiera existir en los archivos de dicha Secretaría respecto a los oficiales del ejército mayor Leoncio Blanco(1933-34), mayor Ramón Vásquez Rivera (1937-39)  y el capitán Eugenio de Marchena ( 1945-46).

La referida misiva sería respondida el 25 de marzo de 1986, indicándosele al interesado que en los archivos militares solo reposaban documentos referidos al mayor Leoncio Blanco y al capitán de Marchena.

Estos últimos, los cuales forman parte de  la documentación que el prestigioso historiador donara al Archivo General de la Nación, ha servido en parte al autor de la presente columna para reconstruir la trayectoria militar del capitán de Marchena al tiempo de colegir de la misma, como se apreciará en lo adelante, las posibles razones que, amén de sus convicciones patrióticas, pudieron incidir en  su ánimo para fraguar junto a sus compañeros de armas  el frustrado complot contra Trujillo, en mayo de 1946.

Eugenio de Marchena Ellis nace en San Pedro de Macorís en el año 1909. Contrajo matrimonio con  Luisa E. Santamaría  de Marchena, fijando residencia en Santo Domingo, en la calle Arzobispo Nouel, No. 21, en la ciudad de Santo Domingo, entonces  Ciudad Trujillo.

Desde muy joven inicio su formación militar. Después de concluir los estudios para oficial, antes de jurar el rango, era preciso ser nombrado y prestar juramento como Cadete. En su caso, sería nombrado como tal  el 23 de julio de 1937 y el 1 de agosto del mismo año debió firmar su juramento ante el entonces Jefe del Ejército, el cual expresaba: “juro por mi honor que seré leal al gobierno para el desempeño de mis deberes de Cadete del E.N, que defenderé la independencia y la integridad de la República, que mantendré, respetaré y defenderé el orden público, la Constitución y las leyes de la República”.

A la par que sus estudios militares, los realizaría también para mecanógrafo y mimeografista.

El 29 de diciembre de 1937 sería nombrado segundo teniente del Ejército Nacional, con grado desde el 1 de enero de 1938. En la ocasión, también debió realizar su juramento del cargo ante el  Comandante del Ejército, el cual expresaba: “juro solemnemente que seré leal y fiel a la República a la República Dominicana, que le serviré honradamente y con fidelidad contra todos y cualesquiera de sus enemigos, que todo esta obligación la asumo  francamente sin reservación mental o propósito de evasión, que Dios me ayude”.

Dos años después, en su informe de aptitud correspondiente al año 1939, se establece que el 7 de marzo del  referido año le fue entregado el diploma que le acreditaba como oficial de artillería de campaña, del E.N.

El 3 de septiembre de 1941, con 32 años,  fue nombrado Primer Teniente. Prestaría juramento del cargo el 1 de noviembre de dicho año  ante el entonces capitán José René Román Fernández (Pupo), del E.N, entonces oficial comandante de la compañía de artillería y ametralladoras del Ejército Nacional. Un año después, precisamente, sería designado comandante de artillería de la Fortaleza Ozama, sustituyendo a Pupo.

1943 sería un año sumamente importante en su  ascendente carrera militar, ocasión en la que pudo ampliar  sus conocimientos militares. Del 30 de marzo al 27 de abril de 1943 realizó estudios en el Departamento de Ordenanza del Ejército de Los Estados Unidos de Norteamérica, en Puerto Rico y del 14 de agosto al 14 de octubre de 1943, recibió instrucción militar de defensa antiáerea diurna. El 21 de septiembre de 1943, con efectividad al 24 de septiembre de 1943,  sería nombrado Capitán, juramentándose en tal posición el 16 de octubre del mismo año. 

2.-  Enigmas y posibles implicaciones de  una vejación.

¿Cuanto pudo pesar en el ánimo del capitán  Eugenio de Marchena, de cara a sus propósitos conspirativos, amén de su alto sentido patriótico, la vejación sufrida por parte de sus superiores militares de entonces,  en el año 1944?

Es el caso que el entonces jefe de estado mayor de Ejército Nacional, el temible general Federico Fiallo, mediante el oficio No. 14228, fechado el 25 de septiembre de 1944, dirigido al general Héctor Bienvenido Trujillo, entonces secretario de Guerra y Marina y comandante en jefe del Ejército Nacional,  recomendó  solicitar a Trujillo la cancelación del capitán Eugenio de Marchena y de José Bobadilla como segundo teniente.

La razón invocada por el general Fiallo para sustentar la cancelación de ambos oficiales no podía resultar más hiriente y degradante: “… dentro de la perfección que ha alcanzado el Ejército en la era de Trujillo, los oficiales deben, para ser realmente útiles, poseer el mayor grado de eficiencia, cualidad de que carecen el capitán de Marchena y el segundo teniente Bobadilla”.

¿A qué se refería el temible militar con tan odiosa insinuación? ¿Qué provocó en su ánimo la inquina mediante la cual se dispuso a liquidar la carrera ascendente de aquellos jóvenes oficiales y especialmente del capitán de Marchena?

Son interrogantes que hoy se pierden en las brumas del misterio. Pero lo cierto es que pocos días después, acogiendo la desconsiderada recomendación, ambos oficiales  fueron cancelados.

¿Cómo y en cuáles circunstancias fue reintegrado el capitán de Marchena a las filas del Ejército Nacional? Es algo sobre lo cual no existe una versión que lo explique. Es el hecho, no obstante, que en su informe de aptitudes correspondiente al   1 de mayo de  1945 aparece  con el rango de Primer Teniente, es decir, degradado de rango, lo cual, para su honor militar y dignidad personal, debió tener efecto devastador.

3.- Incidencias en torno a los planes conspirativos del capitán Eugenio de Marchena y sus compañeros.

El ex. militar del Ejército Nacional  Juan Aquiles Díaz, era el segundo jefe de la Intendencia de Armas y ametralladoras del Ejército Nacional, con asiento en la fortaleza Ozama,  que comandaba el capitán Eugenio de Marchena.

Tras la caída del régimen, pudo ofrecer una valiosa versión en torno a las incidencias del complot militar del capitán de Marchena, fraguado para llevarse a cabo entre el 8 y el 10 de mayo de 1946.

Conforme la versión ofrecida por Juan Aquiles Díaz, al referirse a los aprestos conspirativos: “la más grande aspiración y mayor deseo de los complotados era dar un golpe militar como a las 2 de la madrugada y apoderarse de la Fortaleza Ozama, atendiendo a que en esa época él tenía un completo control de todas las armas, y sabían que si Trujillo perdía la Fortaleza Ozama su caída era casi un hecho inevitable por encontrarse en ese tiempo todas las armas en el citado recinto militar”.  El   cuerpo de ayudantes contaba sólo con 29 ametralladoras.

Agregaría, además, que el Capitán de  Marchena tenía bajo su control : “cañones, tanques blindados, morteros, ametralladoras de todos los tipos, rifles automáticos y las municiones suficientes para dichas armas, las cuáles le habían sido suministradas en espera de un ataque por sorpresa del Presidente de Venezuela Rómulo Betancourt”.

Era su propósito, conforme su versión: “destruir a Trujillo en su propio baluarte, en su propia madriguera, con sus propias armas, con las mismas que el pueblo le había confiado para defender el honor y garantizar las sagradas instituciones republicanas de las cuáles él se apropió indebidamente para su uso personal, para esclavizar y ultrajar a todo un pueblo”.

¿Planearon, de igual manera, volar  el palco presidencial durante maniobras militares o hacer  preso a Trujillo  en la fortaleza Ozama? Son también conjeturas surgidas en el marco de los planes conspirativos.

Un día antes de materializarse la conjura, conforme la versión de Aquiles Díaz, el capitán de Marchena expondría varios motivos para justificar el aplazamiento de la misma, decisión que fue recibida bajo protesta por sus compañeros, razonándole en torno a los riesgos que implicaba tan inesperada posposición.

Es el hecho que el complot sería a poco develado, llegando a circular la versión  de que en la delación, tuvo mucha significación el desencuentro que sostuviera De Marchena con un pariente suyo, iniciado en la trama, el cual terminaría convirtiéndose en denunciante de la conjura.

Como señal manifiesta de que ya habían sido delatados, de Marchena recibiría órdenes de entregar a la mayor brevedad posible la compañía bajo su mando al capitán Adolfo Frappier Hijo, E.N.

Ya el 6 de mayo de 1946, nueva vez, el general Federico Fiallo, mediante el  oficio 08830, pide su cancelación del nombramiento de Primer Teniente para “conveniencia de la buena marcha del servicio”, pedimento que acepta el Poder Ejecutivo al día siguiente.

Inmediatamente se desataría la persecución, debiendo comparecer los complotados  ante una Junta Militar presidida por  el general Fausto Caamaño y los Coroneles Migue A. Casado y Máximo R. Bonnetti Burgos como miembros.

4.- Los últimos días del capitán Eugenio de Marchena y sus compañeros de infortunio. El hallazgo del cadáver tras la caída de Trujillo.

Foto del Capitán Eugenio de Marchena publicada en El Caribe en 1962.

No existe al día de hoy una versión documentada sobre la  forma en que  fueron desaparecidos los militares implicados en la trama de 1946. Se calculaba que los implicados superaban el centenar. De igual manera, versiones señalan que parte de ellos fueron llevados hasta la frontera, donde fueron asesinados.

De Marchena recibiría vejámenes innombrables. A decir de Aquiles Díaz: “estaba hecho una miseria humana a causa del maltrato que le habían dado, de tal modo que no podía sostenerse de pie y para caminar tenía que ser ayudado por dos personas”.

Tras ser degradado, condenado y golpeado inmisericordemente, sería trasladado a la cárcel de la Vega, donde sería asesinado un 15 de octubre de 1947.

Las incidencias de su muerte, fue un secreto bien  guardado durante la dictadura, por lo cual no fue sino tras la caída de la misma, cuando se tuvo conocimiento de una misiva que el fecha 8 de marzo de 1950 dirigió al entonces procurador general de la República, Lic. José Ernesto García Aybar, la suegra del capitán de Marchena Doña Caridad Damirón de Santamaría, mediante la cual procuraba indagar en torno al posible destino de su yerno desaparecido.

La referida carta recibiría la siguiente respuesta, tan expresiva de los métodos aplicados por la dictadura para liquidar a sus opositores:

Tengo a bien informarle que de acuerdo con el expediente que figura en los archivos de esta Procuraduría General, el recluso Eugenio de Marchena falleció la noche del 15 de octubre de 1947, en las afueras de la cárcel pública de la Vega, donde estaba cumpliendo condena, por más de un año,  como consecuencia de un disparo que le hiciera el raso del Ejército Nacional, José Elías Hernández, al tratar el referido recluso, de fugarse del citado establecimiento carcelario”.

En el caso actuaría el magistrado Juez de Instrucción del entonces Distrito Judicial de La Vega, Lic. Juan Pablo Ramos F, quien levantaría  el acta correspondiente.

Por su parte, Max Mieses Lazala, Oficial del Estado Civil de la Vega, levantaría el  acta notarial en la cual se indicaba que el Señor Pedro Lora, guardián del cementerio de aquella ciudad, se presentó en sus oficinas  acompañado de Luis A. Cruz y Luis Mañaná para declarar que el 15 de octubre de 1947, siendo las siete de la noche, falleció en La Vega el Señor Eugenio de Marchena Ellis, de 40 años de edad, y de estado casado.

Pero fue, tras el final de la dictadura, y tras las investigaciones llevadas a cabo por  el 14 de junio en la provincia de la Vega, en procura de encontrar e identificar los cadáveres de las personas que fueron asesinadas en dicha ciudad durante los años oscuros de la tiranía, cuando pudieron conocerse significativos detalles que permitieron el hallazgo de los restos del capitán de Marchena.

Un zacatecas del cementerio de La Cigua, en la parte baja de la ciudad de La Vega, informó a los del grupo del 14 de junio que había sido él quién enterró a un “capitán del ejército”.

Conforme su versión, al capitán, “vistiendo únicamente ropa interior lo llevaron en una camioneta. El cuerpo mostraba varias heridas de bala. Fue tirado en el hoyo sin ataúd y sin identificarse. Mientras hacía el hoyo oí decir que era un capitán“.

De esta forma, pudieron ser encontrados e identificados los despojos mortales del capitán Eugenio de Marchena, en cuya labor jugaría papel de principalía su suegro, el Doctor Luis David Santamaría, quien pudo ayudar en la tarea, al reconocer los  trabajos dentales que en el pasado  había realizado a su yerno.

Sus restos  fueron  trasladados a Santo Domingo por su hijo Eugenio de Marchena, el Dr. Luis David Santamaría y por su hermano Luis de Marchena. Serían inhumados en el Cementerio de la Avenida Tiradentes, el 13 de enero de 1962.