El estrés es un elemento preponderante en la actualidad y uno de los que más impide una vida feliz. Suele estar vinculado a las principales causas de muerte del ser humano, pero solemos considerar que para ser exitosos debemos estar saturados de estrés. Es de vital importancia que conozcas algunos aspectos del estrés y cómo te afecta.
El sistema nervioso neurovegetativo controla nuestras funciones vitales (circulación, respiración, metabolismo, etc.) y se divide en Simpático y Parasimpático. El Simpático se activa en el estrés, liberando hormonas como adrenalina y cortisol cuando estamos en peligro, porque necesitamos una respuesta más enérgica. El Parasimpático funciona en “tiempos de paz”, cuando logramos relajarnos, para: producir y almacenar energías, hacer reparaciones en nuestro cuerpo, crecer, desarrollarnos, reproducirnos, en fin, realizar todas las demás funciones que hacemos cuando no estamos amenazados, liberando otro tipo de hormonas (entre ellas la oxitocina y la serotonina, que son de las responsables de nuestra sensación física de felicidad). Normalmente no te sientes feliz durante el estrés, pero cuando lo rebasas posiblemente sí.
Los neurotransmisores y hormonas que liberamos cuando estamos estresados permiten al aparato locomotor desarrollar actividades con más intensidad. Esta capacidad es indispensable para sobrevivir y es saludable por tiempos breves, pero cuando constantemente tenemos estrés, produce un efecto muy dañino sobre nuestro cuerpo, mente, relaciones interpersonales y sobre la sociedad. Eso está sucediendo ahora.
Durante cientos de miles de años habitábamos los bosques y ocasionalmente enfrentábamos situaciones muy peligrosas, pero normalmente era una vida tranquila y rutinaria. La vida actual supone un estrés que no es transitorio sino constante, la amenaza normalmente no es mortal, pero nuestro cuerpo no reconoce la diferencia. Sin embargo, la opción no es volver a los bosques, sencillamente tendremos que aprender a convivir con nuestras circunstancias de vida actuales y adaptarnos como siempre lo hemos hecho.
Mientras una persona está en su oficina podría tener ansiedades, tensiones, miedo y pesimismo, por lo que su cuerpo se dispone para correr o pelear, pero por ser civilizada debe permanecer sentada y sonriendo a los clientes. El cuerpo está desviando unas energías a áreas que no requieren ser utilizadas en esos momentos y está descuidando funciones vitales. Por ejemplo, si alguien después de almorzar, suele presentar momentos de mucho estrés, su energía podría desviarse del aparato digestivo a los músculos determinando una digestión inadecuada y posibles enfermedades digestivas futuras.
Entre los efectos comprobados del estrés prolongado en el organismo, tenemos: hipertensión, infartos del miocardio, trastornos del sueño, anorexia, obesidad, impotencia, déficit del sistema inmunológico, envejecimiento acelerado, diabetes, daño a los riñones, úlceras pépticas y muchos más.
La presión arterial se eleva en situaciones de estrés y si se prolonga puede hacer que el corazón se agote. Los vasos sanguíneos por la fuerte presión sobre sus paredes se lesionan y al desarrollar la arteriosclerosis se engrosan, haciendo que se estrechen y pase menos sangre, requiriendo elevar incluso más la presión para compensar. Esto afecta a todos los órganos, el cerebro corre el riesgo de infartar, es lo que llamamos Accidente Cerebrovascular (ACV). Al riñón recibir menos sangre, mediante el mecanismo hormonal de la Renina-Angiotensina obliga a que la tensión suba aun más, provocando un daño progresivo. El cuerpo estaría dando señales de alarma, pero algunos no prestarán atención, por lo que en ellos el estrés sólo se detendrá con la muerte o con una enfermedad invalidante.
Hemos analizado las repercusiones del estrés a nivel físico, a nivel mental podríamos ver: depresión, ansiedad, anhedonia (falta de interés sexual), tendencias suicidas, crisis de pánico, pérdida de memoria, déficit de atención, dificultad para el aprendizaje, agotamiento, irritabilidad, entre otras. En los órganos los trastornos tal vez sean más evidentes, pero los daños psicológicos podrían ser mucho peores.
Hay diversos grados de estrés, un grado manejable es saludable, uno excesivo podría matarte.
Quizás una vida llena de estrés podría ser compatible con el éxito material, pero para la felicidad es preciso dosificar dicho estrés. El aprendizaje más importante es aprender a vivir.
Los tratamientos psicológicos y farmacológicos son de gran ayuda para controlar los daños por el estrés, pero sus logros normalmente son ineficaces si éste se mantiene de forma excesiva o constante.
La Fe es un recurso muy poderoso ante el estrés. El creer que tu padre es Dios, que la muerte es sólo un cambio de escenario, que tendrás un grato reencuentro con tus seres queridos fallecidos, que vales más que el dinero y que todos son tus hermanos, supone un reforzamiento poderoso. Lamentablemente no todos los religiosos son creyentes.
Hasta ahora estamos exponiendo el impacto que tiene el estrés en nuestras vidas, lo analizaremos en la sociedad y luego expondremos algunas estrategias para enfrentarlo. Continuamente señalamos la importancia de pensar y para enfrentar al estrés de forma satisfactoria, como veremos, organizar nuestras ideas es también la solución.