Hace más de 20 siglos que el filósofo griego nos enseñó lo que parecía algo elemental e innecesario, pero que mantiene su vigencia: que tenemos que conocernos. Prácticamente todos creemos conocernos bien a nosotros mismos y, sin embargo, cuando te miras al espejo, el reflejo te muestra un gran misterio. Nadie se conoce menos que quien cree conocerse perfectamente.

Como no sabes lo que pasa en tu cuerpo, tienes que consultar médicos, realizarte exámenes de laboratorios, pesarte, medirte, etc. La belleza personal sería desconocida si los demás no la reconocieran. Las mujeres consideradas internacionalmente como las más bellas, suelen presentar una dependencia a recibir reconocimientos constantes por sus encantos, para reafirmar sus egos, y cuando los pierden, podrían vivir vacíos existenciales importantes por creer que eran sólo un cuerpo físico.

Normalmente no analizamos: cómo pensamos, lo que sentimos, nuestras emociones, nuestros sueños o si realmente hacemos lo que queremos. Buscamos en la sociedad saber quiénes somos, así investigamos: qué dicen de nosotros, qué personalidad heredamos de nuestros ancestros, cómo son las personas de nuestra región, nuestro signo zodiacal, llenamos pruebas psicológicas de personalidad en revistas populares (usualmente sin validaciones científicas), etc. Sentimos necesidad de que nos revelen cómo o qué somos.

Podríamos no reconocer adecuadamente nuestras emociones, por eso en ocasiones no sabemos con certeza si estamos enamorados o no, o podríamos creer que estamos estresados cuando realmente lo que estamos es ansiosos. Cuando nos tratan mal, no siempre entendemos claramente por qué nos sentimos mal y es más fácil admitir el enojo que la decepción. Si te duele cuando tu pareja te lleva la contraria, a menudo el tema de discusión es lo de menos y lo que realmente te afecta es el creer que no te aprecia. Aunque las emociones son nuestras mejores aliadas, a veces son nuestros principales obstáculos.

En el mundo de la política se da un fenómeno peculiar. El candidato es ensalzado por todos los que ven en él una oportunidad de ascender. Una vez que logra el puesto que buscaba, sus aduladores podrían hacerle sentirse una persona superior. Esto puede ser muy grato para el líder, pero lo desubica, porque al inflar su ego podría ver la realidad deformada, pudiendo cometer graves errores y actuar sin prudencia, ya que se siente “endiosado”; esto lo hace más débil frente a sus adversarios, porque llega a creerse invulnerable y a presentar emociones descontroladas. Se necesita mucha madurez emocional y un sentido crítico agudo, para no dejarse confundir por los aduladores profesionales.

Podemos ver esto en todo tipo de jefes, especialmente si sus subalternos le reconocen una tendencia a la egolatría. El jefe incapaz de reconocer esta situación se sentirá decepcionado cuando al descender de su puesto compruebe que sus entrañables “amigos” lo evitan, quienes lo elevaban a las nubes lo enfrentan sin consideración y es cuando logra descubrir quienes son sus verdaderos amigos.

De manera similar, los hijos mimados, a quienes los padres idolatran, los hacen incapaces de encajar satisfactoriamente en la Sociedad.

Cuando alguien te diga lo que piense de ti, obsérvalo bien, sus ojos te dirán como debes asumir lo que te diga.

Si consideras a los demás como hermanos, no tendrás tanto afán por superarlos ni tanto dolor cuando se te adelanten. Si no muestras tu verdadero rostro, no podrás tener comunicaciones reales.

Cuando te critiquen o intenten humillarte, recuerda un proverbio árabe que dice: “Sólo se tiran piedras al árbol cargado de frutos”. Si alguien te trata mal sin tú merecerlo es porque tiene problemas, pero si eso te afecta en exceso, tú también tienes problemas. Si te critican un error que cometiste, simplemente agradécelo con humildad.

Es importante que sepas que tu cuerpo y tu inconsciente te hablan constantemente, con más claridad de lo que crees, pero sueles ignorarlos. Las enfermedades suelen ser mensajes desesperados ante una persistente negación a escuchar.

Sólo un pequeño porcentaje de tu mente es realmente consciente, de ti depende aumentar ese porcentaje, aunque en tu entorno estarás descubriendo pistas para hacerlo, es un proceso que tendrás que hacer en tu interior. Si no ponemos de nuestra parte, no sólo no ampliaríamos nuestro nivel de conciencia, sino que éste podría reducirse.

La ciencia hoy nos permite conocer que somos principalmente energía y tenemos la posibilidad de interactuar con la energía que nos rodea. Lo que llamamos amor provoca en nosotros una especie de fuerza centrífuga que expande ilimitadamente nuestra energía influyendo favorablemente en todo lo que nos rodea, a la inversa, el egoísmo provoca una fuerza centrípeta que concentra en nuestro interior esa energía, estancándola y ahogándonos. En realidad, no existen personas malas, solo ignorantes. Mi odio eventualmente puede dañar a otros, pero a quien con seguridad destruye es a mí mismo.

El día que descubramos quienes somos, ya no tendremos depresión, ansiedad ni estrés y observaremos a la muerte con una apacible sonrisa.