“Los problemas importantes a que nos enfrentamos no pueden resolverse en el mismo nivel de pensamiento en que estábamos cuando los creamos”. (Albert Einstein).

Como sociedad debemos de abocarnos a cambiar nuestro espejo social, esto es, como nos vemos como colectivo, expresión y reflejo de percepciones, opiniones, experiencias y paradigmas. Somos una sociedad caracterizada por la conflictividad disfuncional, una sociedad matizada por la violencia, en sus distintas dimensiones. Una sociedad atomizada en el grado de interrelación social.

El homicidio es el grado más alto de violencia. Sin embargo, no toda violencia es homicidio, pero entraña de por sí, conflicto. Conflicto implica diferencia de opinión, de expectativas, de incompatibilidad de metas, de objetivos, de interpretaciones distintas, de búsqueda de poder y de riquezas de grupos distintos, de las desigualdades sociales, toda la problemática de status y su simbología del ego de la sociología visual. Las diferencias políticas, y en una sociedad individualizada, se reproducen las competencias de status, toda la problemática de género. De ahí es que existen diferentes miradas del mismo para su abordaje y gestión. Van desde la creencia tradicional que conlleva que todo conflicto per se es dañino y debe evitarse. Pasando por los conflictos que vienen anidados en las relaciones humanas y el determinado por la visión del enfoque interaccionista, que explica que el conflicto es natural y que es positivo.

Desde la perspectiva sociológica, el conflicto se puede definir como “Lucha por la supremacía entre grupos sociales, que implica tensiones, divisiones e intereses antagónicos”. Los conflictos dan pautas a nuevas relaciones de los mismos y, por tanto, desde la cooperación humana, a nuevos relacionamientos de colaboración, de solidaridad, en la búsqueda de fórmulas creativas, innovadoras, de mayores niveles de confianza.

Nuestra sociedad es una formación social atormentada en los conflictos en toda su vastedad. Diríamos como nos señala Johan Galltung en el Triángulo de la Violencia, como espacio dinámico de los conflictos sociales, una violencia directa, estructural y cultural. Veamos algunas informaciones y datos que reflejan el grado de gangrena por el que atraviesa nuestra sociedad, en materia de conflictos y violencia:

  • Según UNICEFF el 62% de los niños y niñas han recibido violencia física entre 1 a 5 años. Cuando la edad es más avanzada llega a alcanzar 67% de violencia.
  • El 66 – 67% de los homicidios que ocurren en el cuerpo social dominicano no son ocasionados por la delincuencia y el crimen organizado, sino por las relaciones interpersonales de conflictividad.
  • Acaba de salir un informe elaborado por la Dirección de Orientación y Psicología del Ministerio de Educación que arrojó los siguientes datos, reseñados por el Listín Diario y Acento el día martes 9 de mayo:
  1. Registran 20,120 conflictos violentos entre estudiantes en ocho meses.
  2. 1,774 enfrentamientos entre alumnos y docentes desde septiembre hasta el mes de abril del presente año.
  3. 297 hechos violentos entre los alumnos y el personal de apoyo.
  4. 322 conflictos entre profesores y familiares de estudiantes.
  5. 177 conflictos de docentes a docentes.
  6. 1,422 estudiantes embarazadas en las escuelas, 113 de ellas violadas.
  7. 4,059 estudiantes en uniones tempranas, 3,697 que ya son madres y 1.440 padres

La mayoría de esos conflictos, llevados a violencia, son consecuencia de los categorizados por Johan Galltung como directos y culturales. La violencia estructural y con ella, los factores sociales, son causales de las grandes desigualdades sociales que se suscitan en el tejido económico-social-institucional y político de nuestra sociedad. Se yuxtaponen y coexisten las tres dimensiones de violencia que acogotan y dificultan la convivencia social, cívica, humana.

Hay sociedades que su grado de desarrollo material, su infraestructura económica, es más pequeña que la nuestra, al tiempo que hay más pobres, sin embargo, no se registran los niveles de conflictividad que se dan en el nuestro. Ello explica, al describir y explicar este fenómeno social, que se dan otras instancias, otros niveles: cultural, que es la actitud de tolerancia que tenemos frente a la violencia y a la intolerancia de cara a los conflictos, al no entender, comprender e internalizar las diferencias, la diversidad, el pluralismo cultural y a la complejidad de los enormes desafíos y riesgos de los conflictos no resueltos, en una democracia sumamente defectuosa como lo señala el estudio de Riesgo político en América Latina 2022 del Centro de Estudios Internacionales (CEIUC). Distinguimos nosotros, con una elite política que, en la mayoría de los casos, no llega a la escalera de la decencia en la ética política.

Hace cinco años, en 2018, se hizo un estudio en Chile sobre el grado de civilidad, de convivencia entre los estudiantes con 18 países de la región. Obtuvimos el último lugar. Cuando Latinobarómetro 2021 midió los niveles de confianza señaló:

Confianza Desconfianza
Europa Central 49 49
Europa Nórdica 70 30
América Latina 10 90
Promedio mundial 30 70

 

El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en un estudio reseñado en 2022, estableció que uno de cada 10 ciudadanos tenía confianza en los demás. Cuando se correlacionan esos datos, nos damos cuenta de la pigmea cohesión social y con ello, de la construcción del capital social. Todo el grado de conflictividad que habita en nuestra sociedad, es producto de la poca cohesión social, de la enorme ceguera de la clase dominante de nuestro país. De una clase política donde la mayoría vive como casta social especial, con privilegios suculentos y donde las leyes no existen para ellos. Una partidocracia que en una democracia de mediana intensidad democrática, el carro de la historia la hubiese sepultado.

Nos falta, pues, mucha cohesión social y capital social para neutralizar, mitigar y gestionar los conflictos, al tiempo, que nos eduquen en inteligencia emocional e inteligencia social. Entonces, que es la cohesión social y el capital social como elementos que deberán gravitar en nuevas formas de relacionamiento. La cohesión social es el grado de interactuación social, de relacionamiento que concitan los actores sociales, en un grupo, en una comunidad. Su grado de acercamiento, de comportamiento, de confianza que se genera entre ellos. A más grado de integración de los grupos que convergen, a más unidad, más cohesión social.

La cohesión social tiene que ver con proyectos colectivos que buscan un objetivo común, con el grado de consenso de cada uno de los actores. En nuestra sociedad, el nivel de cohesión social es bajo, pues en gran medida, tiene que ver con la igualdad de acceso a los derechos de los ciudadanos y ciudadanas en los territorios. Con el sentido de dignidad y reconocimiento de la diversidad. Con la pertinencia, autonomía y desarrollo de las personas en los territorios y los niveles de participación y colaboración que las personas hacen en la comunidad. Hemos tenido, como sociedad, una regresión ostensible en los últimos 25 años en materia de cohesión social. Se verifica una cohesión social alta cuando en una sociedad los niveles de igualdad son sumamente altos.

El capital social, para el sociólogo Pierre Bourdieu, es el contenido de ciertas relaciones y estructuras sociales, son las actitudes de confianza y reciprocidad de cooperación entre los sujetos sociales. Es también, según él, el conjunto de los recursos actuales y potenciales que están ligados a la posición de una red durable de relaciones más o menos institucionales. Para James Coleman, el capital social tiene que ver con el grado de integración social de un individuo, su red de contactos sociales. Es al final de cuenta, relaciones, expectativas, comportamientos confiables

Robert Putnam nos define el capital social como el grado de confianza existente entre los actores sociales de una sociedad, las normas de comportamiento cívico y el nivel de asociatividad que caracteriza a esa sociedad. Para Putnam, capital social, son los rasgos de la organización social, como confianza, normas y redes que pueden mejorar la eficiencia, la eficacia y la calidad de las distintas interacciones entre los sujetos sociales, en la búsqueda de objetivos comunes El capital social constituye el conjunto de factores psicológicos, culturales, cognoscitivos e institucionales que coadyuvan al fortalecimiento de un grupo o de una comunidad, en tanto estos expresan, viven, solucionan sus oportunidades y problemas materiales, espirituales y existenciales.

Cuando hablamos de capital social nos referimos a relaciones, confianza, cooperación, reciprocidad, comportamiento cívico, integración, asociatividad. De ahí, que el capital social es en gran medida un círculo virtuoso. Desarrolla la confianza interpersonal. Es la verdadera construcción social, la reflexividad que nos lleva a una mejor y sana relación armónica, aun en medio de las situaciones más difíciles. Por eso Savater decía “Queremos la paz, pero la paz no puede ser nunca mera ausencia de violencia, sino que debe ser presencia y vigencia de la Constitución, sin coacciones, extorsiones ni amenazas”. ¡Es la manera de disminuir los conflictos disfuncionales en la sociedad dominicana!