La noche del lunes 18 de diciembre una banda integrada por 92 estudiantes de música de la Academia de Música Royal (TRAM, por sus siglas se inglés) y algunos invitados del Centro Modalidad en Artes Monseñor Francisco Panal de la comunidad La Joya agregó nuevos colores al parque Duarte del municipio San Francisco de Macorís con un concierto basado en temas tradicionales de la Navidad.

Pese a la escasa iluminación, algunos inconvenientes de sonido y una llovizna intermitente que amenazaba con aguar la fiesta, la puesta en escena de jóvenes y niños resultó hermosa.

Cuatro saxofonistas, un tenor, dos trompetistas, dos trombonistas, pianista, bajista, tamborero, un baterista (Alis Paulino, 8 años), violinistas, guitarristas y cantantes, ejecutó Noche de Paz, Ave María, Feliz Navidad, Cascabel, Jingle Bell Rock y Blanca Navidad, entre otros clásicos. Concitaron aplausos del público compuesto por gente común.

Fue muy notoria la inasistencia del liderazgo provincial, periodistas, educadores, representantes de medios de comunicación y de los artistas locales, salvo la solidaridad de la sin par cantante francomarisana Diomary La Mala.

La sola puesta en escena debió ser apoyada sin reservas porque se trata de muchachos y muchachas de origen humilde que se han decantado por el arte, no por la francachela y la vida “líquida” de las que tanto los opinantes mediáticos culpan a la juventud de hoy.

Y porque, tal vez, el suyo sea el único espectáculo alegórico de su categoría que rompa la monotonía y dé brillantez a la activa plaza de la capital de la provincia norestana Duarte, durante esta temporada de fin de año.

La Royal (2018) es un emprendimiento de bajo costo que ya suma 187 discentes; cifra interesante en un país donde muchos padres quieren que sus mujeres paran machos para que sean peloteros. Imparte clases de piano, violín, guitarra, bajo, batería y canto.

Buen trabajo, a menos que la comunidad maneje detalles que desde la capital desconozcamos. Percibo que esa entidad carece de recursos para seguir arrancando jóvenes a las mil y una tentaciones de la calle.

La misma historia de sus pares de Pedernales, en el extremo sudoeste del territorio nacional. Allí hay tradición de músicos.

La academia de esa provincia fronteriza camino a ser destino turístico existe desde poco antes de los años 50 del siglo pasado; sin embargo, ha sobrevivido con retazos de instrumentos donados por particulares, y ningún insumo para mantenimiento. Su director, Ramón Méndez (Mon), con 40 años de formador, recibe un salario de 5 mil pesos. ¿Con qué moral reclamamos a jóvenes que no se dejen sonsacar del maligno mundo de las drogas y de la corrupción?

Las apuestas al arte aún vivas en cada rincón dominicano, como las academias y las bandas municipales de música, han de ocupar el primer plano en la atención del Gobierno, funcionarios, políticos y de las empresas privadas.

A leguas se ve una contradicción entre la sequía de apoyo económico a las iniciativas culturales y los ataques feroces a la juventud de estos tiempos.

La cultura debería ser un componente fundamental de los procesos sociales, no accesorio como se ve actualmente. He ahí la gran debilidad.

Como país que puja por superar la meta de 10 millones de turistas, las academias y bandas de música de los pueblos constituyen una oportunidad para agregar valor a la oferta.

Así que, ante la indiferencia de los ministerios de Educación y Cultura, el de Turismo (Mitur) debería asumirlas. O, al menos, equiparlas y pagar salarios decentes a formadores y músicos.