"Con pelos y señales" equivale a detalles pormenorizados de algún tema. Así suele decirse en lenguaje llano para indicar que algo se describe de manera muy detallada y minuciosa, incluyendo todos los detalles posibles.
La aclaración es muy válida para quienes leen desde otras partes del mundo. Pues, aunque compartamos el idioma, las locuciones adverbiales tienen sus complejidades.
Una segunda aclaración es que este breve texto responde a algunas inquietudes manifestadas por personas que leyeron mi escrito titulado: ¡Cambiando! ¿Para mejor o para peor?
En esa publicación hice alusión a Sherry Turkle, investigadora estadounidense que lleva cuatro décadas estudiando la psicología de las relaciones de las personas con la tecnología. Una de sus obras más conocidas es la que lleva por título “En defensa de la conversación” (Reclaming Conversation: The Power of Talk in a Digital Age, como se titula en su idioma original).
En ese libro, publicado en 2015, Turkle explora cómo la tecnología, especialmente los denominados teléfonos inteligentes y las redes sociales, está afectando nuestra capacidad para mantener conversaciones significativas cara a cara y lograr entendernos con las demás personas.
Ella refiere que, aunque la tecnología ha facilitado la comunicación, también ha debilitado la calidad de nuestras interacciones. Sostiene que la conversación en persona es crucial para desarrollar empatía, autoconocimiento y relaciones profundas. En su libro destaca cómo la dependencia de la tecnología puede llevar a una desconexión emocional y a la falta de habilidades sociales, lo que afecta tanto las relaciones personales como las laborales.
Y lo real es que, aunque no reparemos en ello, el hecho de que gente se muestre tan irritable y llegue a altercados y hasta a provocar la muerte a otros “por cualquier quítame esta paja" no es más que penosa muestra de cuánta razón tiene esa estudiosa.
Si nos fijamos bien encontraremos que hasta hábitos tan sencillos como determinantes han ido desapareciendo en las interacciones humanas. Para solo citar algunos, acciones tan humanas como: mirar a los ojos, saludar, usar apelativos antes de dirigirse a alguien son cada vez menos comunes. Se trata justamente de tres acciones con alto valor para conectar con las otras personas.
Se dice que “mediante los ojos se logra ver el alma”. Por eso, cuando alguien esquiva nuestra mirada comienza a dar motivos para que desconfiemos. Es que la interacción cara a cara es esencial para el desarrollo de la empatía. En ese sentido, Turkle argumenta que la conversación en persona es una herramienta fundamental para desarrollar habilidades sociales y empatía, lo cual se está perdiendo debido a la creciente dependencia de la tecnología.
Y todavía más, la expresividad que muchas personas logran con la mirada es un elemento fundamental para las conexiones humanas. Por eso se dice que hay quienes “hablan con los ojos”. Y si bien es cierto que también podemos usar las videollamadas u otras modalidades, el hecho de estar presente todavía no se ha logrado sustituir con tecnología.
El saludo, como introducción a una interacción, como expresión de buen deseo, en definitiva, como muestra de interés por la otra persona, va siendo cada vez menos usado por gente que se ha dejado imponer nuevas nociones de tiempo y espacio. Por eso hay quienes, habiendo iniciado interacción con alguien mediante alguna red social y habiéndose interrumpido por cualquier circunstancia, la retoman como si no hubiese pasado el tiempo. Y lo hacen, aunque hayan transcurrido días.
Pero también mucha gente estila enviar cualquier mensaje sin ni siquiera incluir un saludo, mucho menos un contexto o motivación. Sencillamente aplican una especie de “dejar eso ahí”, y lo hacen esperando que quien se “topete” con eso se dé por aludido y además responda. Quien así se comporta es vivo ejemplo de degradación social, y necesita reaprender a relacionarse con personas.
En definitiva, la tecnología es de valiosa ayuda y debe ser usada como un medio para lograr propósitos. A eso se suma la importancia de tomar en cuenta que va modificando, para bien o para mal, ciertas habilidades y capacidades humanas.
Entre otras manifestaciones, tres “pelos y señales” de alguien con discapacidad provocada por uso de tecnología son: evitar contacto visual, obviar el saludo y dirigirse a los demás sin usar apelativo.