La última cadena de acontecimientos provocados por el conflicto entre Israel y Palestina nos han mostrado interpretaciones polarizadas de intelectuales y científicos sociales en función de su posicionamiento ideológico en el espectro político.
Si bien una postura comedida es saludable en el contexto de estas polarizaciones, no lo es el silenciamiento o la justificación de acciones que violentan flagrantemente criterios mínimos de humanidad y de respeto a la dignidad de las personas, especialmente si estas son civiles y vulnerables.
Podemos extraer lecciones de tensiones geopolíticas del pasado donde el silencio o la justificación de acontecimientos como los gulags soviéticos, la revolución cultural maoísta o las dictaduras izquierdistas latinoamericanas se asumían como posturas honestas porque confrontaban las perspectivas ideológicas de la derecha política compromisaria del fascismo, del colonialismo y de las dictaduras militares de América Latina.
Se sigue jugando a que: “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Pero este juego es una actitud cínica que nos hace indiferentes ante las víctimas, las poblaciones agraviadas que, de un bando y de otro, sufren las consecuencias de las tensiones geopolíticas que gravitan a nivel global.
Con frecuencia, este juego se enmascara con marcos teóricos que pretenden encontrar en la historiografía el relato justificador de las acciones condenables. Al mismo tiempo, sus defensores acusan a los discrepantes como ignorantes del contexto y de la historia.
Pero, si bien debemos comprender la raíz de los acontecimientos que nos han llevado a la violencia de hoy, no podemos obtener la justificación de esta violencia en la comprensión de la raíz histórica.
Podemos condenar una violación desconociendo la biografía del violador, si bien conocer su historia nos permite entender los motivos que lo llevaron a su deleznable acción. La condena de los fenómenos no presupone necesariamente la comprensión de sus orígenes, del mismo modo en que la comprensión de estos orígenes no implica una justificación.
Por supuesto, el asunto no es tan sencillo, porque debemos ir mas allá de la mera condena. Como señala la filósofa Judith Butler -en un artículo que analizaremos la próxima semana- tenemos el deber de construir una visión moral que trascienda la condena moral.