Cada vez que escribimos un artículo lo hacemos para orientar e informar a nuestros lectores en temas relacionados con la gestión de riesgos de desastres. Entregamos contenidos con el propósito de aportar al conocimiento de la sociedad para que esta importantice la necesidad de trabajar en la reducción de los riesgos que generan desastres.
Comprender el riesgo de desastres es enfocarse en las prioridades del Marco de Sendai y, de manera especial, en las líneas estratégicas que nos llama a conocer los peligros a los que estamos expuestos. El Marco de Sendai está “enfocado en adoptar medidas sobre las tres dimensiones básicas del riesgo de desastres (la exposición a las amenazas, la vulnerabilidad y capacidad, así como las características de las amenazas).
El acuerdo de la agenda de desarrollo es un documento marco firmado por varios países, el cual ofrece a los Estados miembros de las Naciones Unidas implementar acciones concretas que buscan “proteger los beneficios del desarrollo contra el riesgo de desastres”.
Conocer el riesgo es una de las prioridades básicas que abarcan las dimensiones de: “características de las amenazas, vulnerabilidades, capacidades y los grados de exposición de las poblaciones en sus entornos”. Entre las acciones que a nivel local y nacional se pueden realizar para el cumplimiento de esta primera prioridad, están: “recopilar información, analizar contextos, difundir datos pertinentes, registrar y comunicar de manera sistemática las pérdidas causadas por tragedias.
Pero cabe destacar que las tragedias que más han golpeado al territorio nacional están relacionadas a eventos hidrometeorológicos (inundaciones, deslizamientos de tierra, vientos fuertes y sequias), esta última desentendida desde el punto de vista del seguimiento y alertamiento.
La sequía solo llega a la mente cuando los acostumbrados periodos estacionarios los tenemos encima. Los daños que provocan la sequía en el territorio nacional suelen quedarse en estadísticas. Ejemplo de ello es que el territorio nacional ha vivido sequías importantes ocurridas en los años 1970, 1980, 1090, 2015 y 2018, y no hemos sensibilizado al respecto para que la población comprenda esos riesgos y situaciones.
Se cuantificaron los daños ocasionados por esas sequías y los sectores productivos que vieron afectados sus medios de vidas, mayormente el agropecuario (agricultura y ganadería). También, miles de tareas de arroz, granos y cabezas de ganado fallecieron en esos ciclos; supongo que el sector debe tener en sus archivos el equivalente en dinero de esas pérdidas. Los daños que las sequías provocan por lo regular no se difunden ni comparten como los generados por lluvias.
Llamo a la sociedad y sectores vinculados a la gestión de riesgos de desastres que miremos igual hacia la sequía. Y en ese sentido, saludo taller que el Programa Mundial de Alimentos y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), realizaron los días 11 y 12 de septiembre para activar la Mesa de Sequía con los actores del sistema nacional de gestión de riesgo, el cual tuvo como propósitos general y específicos los siguientes: