El vivir en un país pequeño tiene sus ventajas, por ejemplo, en la República Dominicana es muy fácil seguirle el rastro a cualquier persona, casi desde su nacimiento, esta realidad permite conocer con relativa facilidad dónde y cómo vivían, que hacían, etc., en cualquier comunidad de la geografía nacional, le pueden informar con un bajo margen de error, el origen de los recursos que han permitido a un coterráneo de escasas posibilidades adquirir de repente numerosas propiedades y construir suntuosas mansiones. Por esas circunstancias no existen misterios que no se puedan dilucidar si así se quiere.

 

Creemos que es justo y necesario que los ciudadanos progresen, por eso somos sinceros y entusiastas admiradores de todo aquel que progresa y hace dinero con el sudor de su frente o la brillantez de su inteligencia, siempre y cuando ese ascenso económico no sea en base a prácticas delincuenciales, tratamientos preferenciales o ventajas políticas.

 

Las revelaciones de los diferentes modos de desfalcar al Estado y los montos envueltos en estas actividades que han salido a relucir en los varios casos de corrupción que se encuentran en los tribunales, dan una clara idea de la bonanza repentina de algunos sujetos.

 

Es evidente que el exceso de poder que acumulan partidos y políticos es muy dañino para la sociedad, ya que propicia la corrupción contaminando y envileciendo a la colectividad.

 

Creemos que existen políticos serios que se dedican a esta actividad movidos por el interés de servir y mejorar la vida de sus conciudadanos, pero estos son la minoría, la cual es opacada por quienes sólo están interesados en enriquecerse y acaparar privilegios.

 

Todo indica que el presidente de la República y sus más cercanos colaboradores quieren hacer un gobierno diferente y alejarse de las prácticas del pasado, la trasparencia en muchas de las operaciones del gobierno y la utilización más eficiente de los recursos públicos así lo indican. Pero el Estado es inmenso y difícil de controlar, y es un secreto a voces que, en algunas instituciones públicas, se están repitiendo las mismas prácticas que tanto se han criticado a sus antecesores. Las revelaciones de las Auditorías de la Contraloría General de la República son un indicador de lo que pudiera estar pasando.

 

Estamos de acuerdo con las declaraciones del Lic Abinader, quien afirmó que esas Auditorías eran una muestra de trasparencia gubernamental que se había producido por primera vez en el país, eso es cierto, pero tan importante como eso, es tomar a tiempo los correctivos necesarios y si lo amerita, aplicar las sanciones correspondientes a los responsables. Pues si no se hace, las afirmaciones de la oposición de que sólo se persigue a los contrarios se justificarían.

 

El gobierno tiene la responsabilidad de administrar el Estado, se espera que, en su rol de administrador de la cosa pública, actúe como un buen padre de familia y maneje los bienes puestos a su cargo con honestidad, trasparencia, eficiencia y sabiduría, ya que en sus manos se ha puesto lo que nos pertenece a todos.

 

El presidente se ha comprometido a cumplir con estos postulados, pero tiene que tener cuidado, pues la ambición del ser humano no tiene límites y está dispuesto a romper todas las barreras con la finalidad de lograr sus propósitos, por eso es importante conducir el equipo con la rienda corta para que se mantengan en el carril que le corresponde.

 

Es conveniente recordar a esa juventud que se lanzó a las calles a protestar por el mal comportamiento de los políticos, la cual no creo que esté dispuesta a permitir ningún tipo de concesiones.

 

La política necesita higienizarse, no es posible que se repita en estas próximas elecciones, la inclusión a cargos electivos de candidatos de turbio proceder y conocidas actividades no santas. Exijámoslo.