Como humanos tenemos un corazón que no puede ver el sufrimiento de otro sin reaccionar. Si uno ve una persona que cae en la calle, la tendencia de los seres humanos en general será lanzarse y ayudar, sin pensar en los premios que recibiría por su acción o los peligros que enfrentarán. Ese actuar compasivo ante el sufrimiento de otros, aun personas extrañas, es un sentimiento espontáneo del ser humano.

No todo el mundo es compasivo, y nuestro sentido personal de la compasión puede fortalecerse o disminuirse de acuerdo con las circunstancias y experiencias personales.

La compasión nos hace humanos, pero ciertos ambientes y circunstancias pueden deshumanizarnos.

Aprendemos la compasión, como muchos otros valores, de nuestros mayores, de la gente alrededor de nosotros.

Esa parte de la naturaleza humana, la inclinación a ser compasivo, es lo que nos permite conectar con otros seres vivientes.

La compasión se siente en el corazón y se instala ahí a través de las acciones que nos enseñan y hacemos en la vida.

La compasión es el amor y el cuidado con que se trata los seres vivientes, dados libremente y sin esperar premios, nada de vuelta. Es hacer el bien a quien lo necesite. De alguna manera, es la aplicación de lo que se conoce como la regla de oro: hacer al otro lo que te gustaría que te hagan a ti.

La experiencia de la compasión… ¿Cómo realizamos una compasión incondicional?

Muchas veces, nos negamos a actuar con compasión hacia aquellos que actúan con desconsideración hacia nosotros, no teniendo en mente que son ellos lo que más necesitan de nuestra compasión.

Esas personas que actúan sin consideración hacia el otro, muchas veces lo hacen porque tienen un corazón todavía sin desarrollarse, sin amor, ni solidaridad humana. O un corazón enfermo o en sufrimiento que no les permite amar.

Y realmente, a menos que sean personas enfermas, su accionar egoísta y desconsiderado les trae más miseria a su vida.

Debemos tener en mente que toda acción que uno realiza tiene consecuencias. Nuestros actos de amor y compasión hacia esos espíritus perturbados, podrían tener resultados positivos. Y si nosotros actuamos con propósitos negativos hacia otros, recibiremos esas mismas vibraciones negativas en nuestro ser.

Aunque los resultados de nuestras acciones, tanto negativos como positivos, no se hagan evidentes inmediatamente, sí habrá resultados, pero como actuamos altruistamente, con compasión, la recompensa de nuestra acción es positiva, es la acción misma… No es lo que el otro haga con respecto a nuestra acción.

Un elemento importante en el actuar con compasión es no juzgar al que la va a recibir: “le daría algo para comer, pero seguro se lo fumará”, “está pidiendo por bandido”, “no creo que se lo merezca”, etc.

Las enseñanzas budistas dicen que compasión es también el deseo de que otros no sufran, es actuar con empatía. Se desarrolla empatía por el otro entendiendo, reflexionando sobre su situación.

En este sentido, hay que reconocer la bondad en los otros, porque somos lo que somos hoy gracias también a la bondad de otros.

Hay que mantener la fe en nuestra compasión, aunque la vida le traiga a uno experiencias negativas; de ahí la importancia de que la acción sea altruista.

La expresión de la compasión no es a través de la obligación; debe ser libre y altruista.

La compasión trae amor, y cada vez que amamos o somos amados, se disuelve un poco de sufrimiento humano. Recordemos que actuar con compasión es un camino para reducir el sufrimiento personal, y de otros.