“Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar”.

Panel sobre el _Making of_

Los bellos versos del conocidísimo poema de Antonio Machado, popularizado aún más por Joan Manuel Serrat, me parecen un hermoso resumen de lo que ha significado el festival Centroamérica Cuenta cuya trayectoria lleva diez años de celebraciones de amor por la lectura y la escritura en tierra, aire y mar.

Con menos de cien millones de habitantes y un PIB[1] per cápita bastante bajo[2], esta región del mundo a veces queda un poco olvidada al ser subsumida dentro de otros grupos más grandes.  En el año 2013 se empezó a hacer camino cuando, con la aureola de un hombre de letras y de actividad política, se invitaron escritores, periodistas y lectores de América Latina, de España y hasta de otros países europeos a compartir en torno a la literatura en la ciudad de Managua, en Nicaragua.

Después de cinco años de encuentros físicos en ese país, el camino se vio agrandado al usarse como sede la ciudad San José, en Costa Rica.  Vinieron luego las vicisitudes de la pandemia que nos pusieron a todos a interactuar a través del ámbito virtual y que implicaron dos años en que las reuniones se desarrollaban exclusivamente en el aire.  Pero el deseo de compartir en el mundo concreto fue tan grande que en el 2022 se celebraron reuniones presenciales en dos sedes: Guatemala y Madrid.  Ahora, los caminantes de Centroamérica Cuenta dejan “estelas sobre la mar”, como dice el poema, porque las charlas e intercambios físicos se hicieron en República Dominicana, es decir, en territorio isleño.  Este carácter marítimo se reflejó, entre otras cosas, en el panel alusivo a cómo se referirían después al recuento de esta experiencia. Dos de las tres exposiciones tuvieron el mar como referencia: la del sargazo, por supuesto, y la dedicada al Faro a Colón, situado cerca del mar y que naturalmente hace referencia a viajes.

Yasmiěn Chaljub, Lissette Vega, Rosa Montero y Aěngela Hernaěndez.

Para este país, la experiencia de ser sede de este encuentro constituyó un acercamiento a las ferias del libro de Santo Domingo de los años setenta y ochenta, promovidas sobre todo por Julio Postigo y centradas en la literatura, algo que se había perdido un poco cuando empezaron a construirse maquetas alusivas a ministerios, se invitaron a numerosísimos proveedores de alimentos, bebidas y hasta de asuntos que tenían poco o nada que ver con las experiencias del libro y la lectura.  La Feria Internacional del Libro de Santo Domingo acogía a más personas, pero resultaba cuasi mastodóntica.

Paradójicamente, esta décima edición de un festival hasta ahora extranjero estuvo más cerca del público local que otras experiencias dominicanas desarrolladas con este fin. Con semanas de anterioridad se motivaron participantes a través de encuentros virtuales entre escritores y lectores. Luego, con el trabajo de numerosos voluntarios y el patrocinio de cuantiosas instituciones y de diversas “Amigas que cuentan”, en vez de tener un espacio copado por autobuses escolares durante días se prefirió desplazar a los charlistas a los centros educativos, dándoles la oportunidad a presentadores y a sus audiencias de tener encuentros más cómodos y más sensatos.  Sobre eso informaron las redes sociales en su momento, probando que lo ideal no es una plataforma u otra, sino que ambas se orienten a un objetivo común.  Adicionalmente, en vez de atiborrar las vías con tarantines efímeros, se acondicionaron pantallas en centros donde ya había estipendio de comida, como hizo el Centro Domínico-Alemán.  Más pertinente: se alió de manera consciente el trabajo de los editores y vendedores de libros al de la celebración de los encuentros. En resumidas cuentas, se hizo un esfuerzo porque el camino trazado juntos fuera un camino literario.

“Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar”.

 

[1] Producto interno bruto.

[2] Los números son diferentes si uno incluye el Caribe o no. La separación producida por el mar se subsana con las islas del Caribe hispanohablante por la coincidencia en el lenguaje y otras herencias culturales.