Aquello del mal necesario que comentamos hace algunas semanas nos ha tocado se cerca en estos últimos días.
Una clienta que nos llega por referencia de un buen amigo nos ha estado llamando para cubrir parte de su angustia con nosotros. Cualquier cosa que le pasa supone un agobio y le mortifica en tanto cuanto ella entiende que afecta sus objetivos de abrir su tienda y espacio de repostería gourmet.
Si le contrarían con el tema del contrato de la luz para el local nos llama, pero si es por el tema del agua, también nos llama. Y esas cosas muchas veces se escapan de la mano del proyectista y entran más en materia del contratista. Pero vale señalar que siempre que hemos podido la hemos ayudado.
Lo curioso es que en plan ganar tiempo ella se propone avanzar en los trabajos de ejecución material, aún fuera de nuestro consejo. En este plan y contexto trata con el contratista, que resulta ser un buen amigo nuestro, la planificación de los servicios con accesibilidad universal, tal como establece la normativa…pero en ausencia nuestra. ¡Oh! Sorpresa, ahí no nos llama ni nos consulta nada y el tema llega a nuestro conocimiento por el buen amigo contratista. Con este planificamos que antes de avanzar en la ejecución material debemos obtener las licencias de lugar, pero que en todo caso puede ir planificando la logística espacial de sus futuros movimiento de obra. Conclusión, la clienta pudo en un momento de “lucidez” omitir nuestra participación en la parte más neurálgica de su sencillo proyecto: la de la accesibilidad universal de las personas con movilidad reducida. Resultamos ser un mal necesario y no un aliado de diseño ni planificación de obra. ¡Qué cosa con la gente!
La historia se repitió con el de la climatización, el otro punto neurálgico del proyecto, y que por casualidad pudimos salvar el desacierto que se estaba a punto de cometer colocando una máquina en un emplazamiento que normativamente no cumpliría.
Menuda sensación de mal necesario nos quedó en el cuerpo. Hasta la próxima semana.