Este tema de hoy puede suponer el final de nuestra ascendencia entre el público versado, dado el hecho de que mucho no estarán de acuerdo con nosotros o simplemente nos señalarán imprecisiones y/u omisiones sobre la forma de trabajar de un arquitecto. Quizás la forma en que debería titular el artículo de hoy debería ser: “Como trabajo como arquitecto”.
Si este fuera el título, posiblemente los que no estén de acuerdo serán menos, dado el hecho de que cada uno trabaja como mejor le parece. Cuando el autor de esta columna se propone realizar un encargo hecho por un cliente, parte del hecho primario de observar y analizar la personalidad de este, más allá de las necesidades propias que tenga este cliente. En nuestro caso nos gusta saber, temprano en el proceso, si será un cliente llevadero o por el contrario será algo más quisquilloso. Cabría señalar, en este momento, qué es para nosotros un cliente quisquilloso, pero no es el objeto único de este artículo.
Lo que sí señalaremos ahora es que para ese tipo de clientes tenemos un cálculo interno de honorarios a modo de plus por molestias añadidas. Un cliente llevadero, sin embargo, puede conseguir hasta algún regalo de parte nuestra, a modo de contraprestación con ser agradable y llevadero. Este cliente suele ser colaborador, opinando con tino sobre las cosas que quiere, pero dejando que el equipo técnico pueda desarrollar propuesta que luego de discutirlas con este pueden ir tomando el tinte de definitivas.
El quisquilloso dirige el proceso de diseño y vive/percibe al proyectista como un mal necesario para que firme su creación. Confesamos que nos gusta más el llevadero (para que la cosa fluya), pero le ganamos más dinero al quisquilloso por tener que hacer las cosas a su manera que muchas veces colisionan con las formas adecuadas de llevar a buen fin el proceso de diseño. En cualquiera de los dos casos, el segundo paso a desarrollar por nosotros es el de tomar buena nota de las necesidades del cliente, ya sea de su idea o de esta y además de los levantamientos que sean necesarios. Una buena línea de comunicación original, una buena sesión de lluvia de ideas inicial, son casi garantía de llegada a buen puerto.
Un tercer paso, a veces alternativo y a veces complementarios al segundo, es dejar que el clientes haga sus propios bocetos, en plan cubista nivel pueril, para que desde estos podamos hacer pescar alguna idea más…Seguiremos la semana que viene.