La felicidad se alcanza, cuando

lo que uno piensa, dice y hace,

están en armonía.

Gandhi. –

 

Aun y parezca que en esta vida muchas cosas no guardan relación, sí que las tienen. Podemos hablar de música sin ahondar mucho en lo que significa y, estaremos de acuerdo siempre y cuando se respete el gusto de cada uno, es decir, por ejemplo, en la definición de esta. Música, el arte de combinar los tiempos y los sonidos atendiendo leyes de armonía, melodía y ritmo, lo cual produce un efecto estético o sensorial que resulta agradable al oído.

De así ser y sostener lo mismo, la discusión está casada, debido a que lo que brota de aquellos que se agarran los testículos para expulsar algún tipo de carraspeo, simplemente, no encaja por parte en la referida definición. La cuestión es no entrar en discusión y que cada uno crea lo que le sea más conveniente o le venga a bien creer.

Algo similar sucede con la política o, para ser más específico, con la llamada democracia, ese sistema político llamado a defender la Soberanía del pueblo y el derecho a elegir y, sobre todo, “controlar sus gobernantes”, y , es aquí cuando más se entra dentro de la utopía, ya que este llamado poder del pueblo, a nivel general, para hacer cumplir esta parte, prácticamente tiene que hacer uso de la fuerza y en este momento la definición pierde su esencia, es decir, la igualdad para todos en todos los sentidos, iniciando por la aplicación de las leyes a nivel de rasero.

Y estamos contestes que, frente a esta definición de democracia, parecería que la misma, solo fue una utopía de los Atenienses, pero, sería una indolencia y hasta obsceno no admitir que sin lugar a duda ha sido la mejor utopía para establecer las buenas relaciones entre gobernantes y gobernados, pero ¿hasta qué porcentaje esto ha sido y es así? ¿qué ha pasado con los instrumentos restrictivos para contener determinadas ambiciones que atentan contra el Sistema y porqué se ha permitido la degradación de estas sin que el mismo sistema se haya rebelado? 

Podríamos decir que esa utopía cuesta trabajo hacerla realidad debido a la idiosincrasia de los hombres -sin ofensa para las todas y los todes-, ya que, cada vez que un hombre o una claque obstaculiza, por ambiciones personales, el accionar de la justicia, en ese momento caen por el barranco la equidad, igualdad y los derechos de los demás. Por igual, cuando la democracia permite el crecimiento de la desigualdad, iniciando por la mala o poca educación en aquellos estamentos de la clase media y baja, la misma se va debilitando y la inseguridad ciudadana, más, cuando los políticos comienzan a emerger de los mismos lugares carentes de todo, en los cuales se han formado, dan como resultado, reales exterminadores de los principios supuestos a defender.

Es lo que está sucediendo, no solo en este país, donde amparados supuestamente en la misma democracia, tratan de establecer encubiertas monarquías y una heredad política corrupta, irritante, privilegiada e indolente, compuesta por una serie de mozalbetes criados expresamente con esa finalidad, donde, y, sin cavilación alguna, solo uno ha podido -para acallar las malas lenguas- ejercer la política como un buen profesional de la misma, alejándose por millas de aquellos prepotentes y muchas veces, vergonzantes Popis.

Reiteramos, que esto es una cosa más que sabida y nadie con raciocinio y sin fanatismo político ha tratado de negar, es decir, el desgaste moral y el interés por el bien común que hemos estado padeciendo en los últimos tiempos y que nada se asoma en el horizonte que nos haga tener esperanzas de algún cambio de actitud en la mayoría de los proponentes políticos que nos jactamos de tener. Con o sin, pero, así es. ¡Sí señor”.