Cuando aparecieron las primeras vacunas contra la COVID en nuestro país, fruto de la solidaridad de China, voceros de la extrema derecha, vinculados al trumpismo, dijeron que no servían y propagaron incluso la estupidez que al inocularte te introducían un chip. La perversión de quienes difundieron ambas falacias es clara, lo notable es la cantidad de tontos fanatizados que le hicieron caso. Algunos lo pagaron con su vida luego de días de sufrimiento al rechazar ser vacunados. Ese discurso era sintónico con las posturas de Trump y Bolsonaro que provocaron centenares de miles de muertes en sus países, sin olvidar el consejo del expresidente estadounidense de usar cloro para sanarse. Esos mismos grupos radicales ahora realizan una campaña contra el X Censo Nacional afirmando que servirá para unir a Haití y República Dominicana; lo malo es que demasiados estúpidos se lo creen.

Sabemos que la agenda de la extrema derecha es destruir la democracia y controlar las sociedades para garantizar la miseria de los sectores trabajadores, recluir a las mujeres en sus casas y promover el racismo y la homofobia. Este movimiento a escala planetaria tiene liderazgos políticos y religiosos, unos públicos, otros en las sombras, fungiendo como lobistas y activistas para radicalizar instituciones, como ha ocurrido con la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos. El propósito de estos sectores es revertir los logros en reconocimiento de derechos y grados de libertad alcanzados por las sociedades occidentales desde la Revolución Francesa al final del siglo XVIII hasta el presente. En el presente las herramientas que utilizan es el mismo sistema democrático, pero al igual que con el fascismo al inicio del siglo XX, una vez logren suficientes cuotas de poder a escala global aniquilarán la democracia y gobernarán autoritariamente. Llegado dicho momento el enfrentamiento entre estos gobiernos de extrema derecha y las potencias rusas y chinas ocurrirá en un mundo donde la democracia desparecerá y la población mundial será ganado en control de los gobernantes.

La cuestión que motiva el título de este artículo es cómo se forman esos millones de fanáticos, políticos y religiosos, que ciegamente siguen liderazgos chapuceros, propagadores de tantas mentiras. Semejante pregunta se ha hecho para explicar el ascenso de un estúpido como Hitler al gobierno de una sociedad tan desarrollada como la alemana.

Dos factores son relevantes en la construcción de los fanáticos: pobre educación y grandes miedos. Cada vez más estudios señalan que la educación en la mayor parte de los países occidentales adolece de grandes falencias. Si el caso dominicano es escandaloso porque los niños y niñas que llegan a 6to. grado de básica mayoritariamente no saben leer y escribir, mientras en muchos sistemas escolares de Estados Unidos está prohibido la enseñanza de la biología porque quienes toman la decisión son cristianos fundamentalistas que únicamente creen en la creación o en la tonta tesis del diseño inteligente.

Con una educación mala, especialmente carente de formación en pensamiento crítico y nulo acceso a la ciencia, es natural que los miedos que todos tenemos acerca del sentido de la vida o qué ocurrirá luego de la muerte, se convierte en combustible que lleva a millones a leer los libros religiosos como si fuera el manual de cómo sobrevivir a la muerte y aplicar sus criterios morales de manera desalmada, llegando incluso a la violencia para lograrlo. Frente a la “verdad” de la Biblia o el Corán ninguna vida humana vale la pena. La democracia no tiene cabida y la tolerancia es ceder terreno a los enemigos, a los que están en el error. El asalto al poder de los grupos de extrema derecha con la tropa de esos fanáticos explica casos como el asalto al Capitolio, las marchas en Brasil pidiendo un golpe de Estado y los paleros que atacaron a un grupo de artistas el 12 de octubre en el parque Colón.

La ceguera es de tal magnitud que un Donald Trump que negociaba con prostitutas y actrices porno, ¡públicamente!, era rodeado constantemente por pastores evangélicos y muchos católicos. Muchos de los movimientos provida en la nación del norte tienen como líderes a supremacistas blancos y en el caso criollo encontramos a próvidas que son rabiosamente anti haitianos. Para los fanáticos poco importa la coherencia de las ideas que postulan. Un negro puede odiar a los negros, un anti-abortos alegrarse de que a las parturientas haitianas le den patadas o mulatos que se consideran ser parte de la raza aria. La ciencia está condenada: no existe la COVID, el cambio climático es mentira, la evolución es una falacia, las mujeres son inferiores a los hombres (incluso mujeres que lo creen), los europeos no mataron y explotaron a los aborígenes de América (la Leyenda Negra) y estupideces semejantes.

Para los fanáticos la “verdad”, toda la verdad, está en los textos religiosos y en Twitter. Esas son las fuentes que permite a los fanáticos enfrentar sus miedos y convertir el mundo en el infierno que se ajusta a sus pesadillas. Prejuicios, mentiras, falacias, se convierten en los referentes de conocimiento. El odio contra todos los que son diferentes o piensan de otra manera a la propia se expresa en las redes y ya pasan a la calle y la violencia de pandillas nacionalistas se hacen más comunes. El candidato del PLD se ha mostrado en fotos respaldando a dicha pandilla, el anterior director de Migración también recibió al pandillero jefe de ese grupo y por lo visto el gobierno actual es sintónico con esa postura porque no persigue las acciones violentas que han ejecutado.

Para mi generación y las siguientes las grandes tareas serán reconstruir la democracia, enseñar ciencia y pensamiento crítico a los más jóvenes y cultivar la tolerancia social. El fanatismo, tanto en su expresión política, como religiosa, es el camino hacia la destrucción de la especie humana y la vida en el planeta.