He tenido la oportunidad de entrevistar a varias mujeres que han padecido cáncer de mama. Mujeres a las que respeto, admiro y quiero, nombres de los que quiero hacer reserva, pero a las que les debo las gracias porque me han confiado su historia y el trayecto de sus vivencias que narran desde el descubrimiento de una enfermedad que marcó el funcionamiento de sus vidas hasta su aspecto físico y emocional.
Cada año me siento con el compromiso de conmemorar la lucha contra el cáncer de mama a pesar de que nunca he padecido la enfermedad, a razón de las experiencias ajenas que han llegado a mí y que me han servido de enseñanza por vía de terceros que me han brindado una historia con la cual he podido reflexionar sobre los altibajos de la vida, sus debilidades, sus fortalezas y también su grandeza.
Todos los días tenemos la oportunidad de agradecer si estamos vivos. Agradecer por la existencia y la salud, por todos los conocimientos que nos permiten tener informaciones para entender sobre el significado de una lucha de la que no necesariamente, hay que ser víctima directa para entenderla y respetarla. Si tenemos la oportunidad de aprender de las vivencias ajenas, comprendo que desde la humildad, el respeto y muchas veces, desde la discreción, podemos llevar el mensaje correcto hacia la sociedad que nos ve o nos lee. Con esto se crece y se aprende.
Hablar de cáncer de mama para mi significa confianza, en mi caso particular, escribo por toda aquella información que es depositada para fines de contar una historia cuyo objetivo es educar e inspirar en una sociedad, por lo que, agradezco infinitamente a todas esas voces que me han servido de lección para conocer, instruirme, edificarme y fortalecerme sobre un escenario del que nunca he sido partícipe.
Este artículo es dedicado para cada amiga cercana, mujer a distancia o desconocida que se encuentre enfrentando una lucha de la que todas somos víctimas. Es por esto que, escribo con admiración para cada mujer, sobreviviente o no, que haya enfrentado esta guerra, porque si bien es cierto que, podemos hablar de detección, diagnósticos y procesos clínicos que edifican todo lo relacionado a este tipo de enfermedad, no es menos cierto que, solamente aquellas que han pasado por el crudo camino, saben lo que significa estar ahí.
Yo, simplemente, desde mi ignorancia y mis respetos, abrazo el proceso que cada mujer ha pasado, abrazo a sus familiares y seres amados que los han acompañado y han servido de sostén en el largo camino que busca salvar una vida, abrazo cada partícula de todo sentimiento herido, maltratado o lesionado por culpa de una enfermedad que puede cambiar o destruir la vida de una persona.
Mi misión, es recordar mientras pueda y existan medios, que nuestros médicos son nuestros aliados, pero la responsabilidad de revisarnos, consultar y tocarnos es muy personal.
Tocarnos es un deber y cuidarnos es un acto de amor individual.