El autor es embajador de Rusia para Venezuela y República Dominicana

 

La votación en la Tercera Comisión de la Asamblea General de la ONU sobre el proyecto de resolución “Combatir la glorificación del nazismo, el neonazismo y otras prácticas que contribuyen a exacerbar las formas contemporáneas de racismo, discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia” comprobó una vez más que Occidente[1], para servir sus objetivos egoístas e inmediatas, está dispuesto a enterrar los restos de la memoria común y olvidar las lecciones básicas que a todos nos ha enseñado nuestro pasado trágico.

El proyecto de resolución, impulsado todos los años por Rusia y copatrocinado por otros 31 estados, incluyendo Venezuela, busca combatir las ideas de nazismo, neonazismo, discriminación racial o xenofobia. El documento recomienda a los países que tomen medidas concretas en los ámbitos legislativo, educativo, de derechos humanos y otros para eliminar la discriminación y evitar la revisión de los resultados de la Segunda Guerra Mundial.

La resolución alerta además contra la difusión en el ámbito escolar del racismo, la discriminación, el odio y la violencia basada en raza, religión, nacionalidad, género o pertenencia a un grupo determinado de creencias religiosas.

Desde que en 2005 la Asamblea General de la ONU adoptó su primera resolución contra la glorificación del nazismo, lamentablemente no sólo no se han abordado los problemas mencionados con anterioridad, sino que en muchos aspectos la situación ha degradado. Llegamos una vez más a ser testigos de los intentos de negar nuestra historia común. La retórica racista y xenófoba, así como los llamamientos a deshacerse de inmigrantes, refugiados y "elementos ajenos", van en aumento. En muchos Estados, las manifestaciones de islamofobia, cristianofobia, afrofobia y antisemitismo se han vuelto habituales.

Esta vez, la aprobación de este importante documento se ha visto ensombrecida por los intentos de descarada politización y ajuste de cuentas con Rusia por parte de los representantes de ese obsoleto mundo unipolar, bajo pretexto de la actual crisis ucraniana.

La votación fue algo desde todo punto de vista sin precedentes en cuanto a los intentos de esos personajes del viejo poder hegemónico por impugnar los resultados de la Segunda Guerra Mundial, consagrados en la Carta de la ONU, en la Carta de Núremberg y en la sentencia del Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente.  Es sorprendente que esta vez votaran en contra de la resolución no sólo los antiguos aliados de EEUU y Ucrania (que durante muchos años fueron los únicos que votaron en contra de este documento) Gran Bretaña y Francia, sino también los países del derrotado Eje, culpables de todas las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial: Alemania, Japón e Italia. En su afán por falsificar la historia y justificar los crímenes militares y de lesa humanidad cometidos por los nazis y sus cómplices, tanto como por los colaboradores, estos Estados cometieron un verdadero sacrilegio hacia la memoria de las víctimas del nazismo alemán, el fascismo italiano y el militarismo nipón.

Esos Estados que integraron el Eje, ahora dirigidos por razones geopolíticas, coyunturales y mezquinas, dieron un paso irresponsable que puso en duda la sinceridad de sus declaraciones sobre la confesión de su culpa por desatar la Segunda Guerra Mundial. Además, tales acciones van en contra de los compromisos de estos Estados para con los principios de la ONU, asumidos al ingresar a esta organización global. Cabe mencionar que Japón tuvo la oportunidad de entrar en la ONU en 1956 sólo y únicamente gracias al consentimiento de la Unión Soviética y bajo la condición del cumplimiento estricto de todas las cláusulas de la Carta de la ONU.

Los prisioneros del campo de exterminio

Teniendo en cuenta los resultados de la votación, la responsabilidad de los Estados-miembros de la ONU de acuerdo con la Carta de la organización de “preservar las generaciones venideras del flagelo de la guerra” debe consistir en recordar a los que lucharon contra los Aliados sobre la necesidad de no olvidar los crímenes militares y de lesa humanidad cometidos por sus Estados. Ya que el que olvida su pasado está condenado a repetirlo.

Para complacer sus ambiciones políticas, ese poder hegemónico unipolar está dispuesto no solo a cuestionar los resultados del Juicio de Núremberg y traicionar su propia historia y la memoria de sus ciudadanos que dieron su vida en la lucha contra el fascismo y el nazismo, sino también a cuestionar el futuro de la humanidad cortando las raíces de la ONU, cuya creación fue motivada por el triunfo de la alianza antinazi y antitotalitaria en la Segunda Guerra Mundial. De esta manera hundir al mundo en el abismo del oscurantismo y el odio, el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las consecuentes formas de intolerancia.

 

[1] No diría “Occidente”, sino “ el obsoleto mundo unipolar”. Me parece que no es una definición política apropiada, ya que lo que agrede es ese mundo unipolar, que también sojuzga y explota a Occidente.