Por su origen histórico, cultural y religioso, la Navidad es celebración, encuentro, fiesta y comunión. Es abundancia en la cosecha, simbólica, de las cosas buenas sembradas en la fe. Es, además, compartir y celebrar en comunidad o reunión con los allegados más cercanos. Aunque ella es, también, conmemoración del nacimiento de Jesucristo, el día 25 de diciembre.

Como fiesta de celebración, el tiempo de Navidad es deleite, elevación y recogimiento espiritual. En otras palabras, las fiestas de Navidad tocan muy profundamente nuestra emocionalidad, produciendo un estado muy especial en el alma humana. En ese sentido, éstas constituyen una ocasión muy positiva para el amor al prójimo y la solidaridad.

En este contexto de alegría, placer y emoción, propias solo de los seres humanos, es que se hace necesario meditar y pensar profundamente sobre nuestra propia existencia y misión en la sociedad. Desde el espacio religioso, social, económico, político y ambiental, sí podemos hacer grandes contribuciones. De estos aspectos esenciales, dependerá nuestro accionar positivo o no con relación a nuestros semejantes y nuestra propia tierra o casa grande como le llama el padre Francisco.

La humanidad vive momentos difíciles y los seres humanos se encuentran frente a una nueva época que lo ha cambiado todo. Vivimos otro mundo, sin saberlo. Y muchas veces no lo advertimos porque los elementos puramente biológicos y culturales, y la prisa con que vivimos, que van desde la gastronomía hasta el propio lenguaje, nos envuelven en una especie de ilusión que nos lleva a percibir la realidad como si fuera estática; sin embargo, ésta es puramente dinámica.

La velocidad de los cambios de esta nueva época, nos tomó por sorpresa.

Estos cortos días de Navidad, los cuales debemos planificar, deben servir para un reencuentro con nosotros mismos, revisando nuestros propios proyectos personales; dialogando y planificando en familia sobre los nuevos objetivos y metas a alcanzar. Debemos estar conscientes de que la quietud del alma; la elevación y el recogimiento espiritual, permitirán que seamos más creativos para visualizar e imaginar grandes proyectos empresariales, políticos, sociales y culturales, a favor de la sociedad dominicana.

Debemos aprovechar este tiempo de Navidad para reflexionar sobre cómo construir un verdadero sistema de paz en nuestros espacios familiares y comunitarios; así como en nuestras localidades; nacionales e internacionales. Necesitamos tener una conciencia clara de que el mundo está amenazado por las guerras y los conflictos políticos. Estamos en el deber moral de unirnos a las voces en el mundo que claman por la paz como filosofía de vida y convivencia humana.