(Primera y segunda ola de la ultra derecha, 1945-1980)

La preocupación de muchos en Europa y allende es si en Italia se erigirá un régimen fascista, semejante al de Mussolini de 1922 a 1942 o al de 1943-1945 (República Social Italiana, de Saló). Podemos estar moderadamente tranquilos: todo parece indicar que eso no ocurrirá. Veamos a continuación por qué afirmamos esto.

¿Qué se entiende por ultraderecha? El conjunto de partidos y movimientos tanto de extrema derecha como de la derecha radical populista. La ultraderecha se ha ido desmarginalizando y normalizando –y se quiera o no-  forma parte del sistema político dónde convive con los partidos tradicionales de la derecha y de la izquierda. En Europa hay figuras que forman parte consustancial del paisaje político, como  Marina Le Pen, en Francia.Viktor Orban, en Hungría, Mateusz  Morawiecki en Polonia y ahora Giorgia Meloni en Italia.

No es un fenómeno europeo. En 2019 tres de los cinco países más poblados del planeta tenían como jefes de gobiernos a ultraderechistas (Brasil, India y EE.UU.) En otros países de la UE hay ministros en el gobierno de la derecha radical populista, en Bulgaria, Estonia, Eslovaquia, además de los gobernantes de Hungría y Polonia.

En Suecia, el partido Demócratas de Suecia, ha quedado en segundo lugar en las elecciones del 12 de septiembre de 2022, obteniendo el 20,7% de los votos. Y aunque la socialdemocracia es el partido más votado, una unión de partidos de la derecha podría gobernar si llegan a un acuerdo.

En España, el partido de extrema derecha, de ideología nacional-católica y franquista, VOX tiene un vicepresidente en la Comunidad Autónoma de Castilla-León, ya que el Partido Popular ha preferido gobernar con ellos que intentar hacerlo con una Gran Coalición con el PSOE, Y antes, en Andalucía, el apoyo parlamentario de VOX permitió que el PP lograra la presidencia de esa región, la que aporta más votantes al censo electoral. En unas elecciones recientes el PP ganó con mayoría absoluta y  pudo prescindir del apoyo de la extrema derecha.

En Francia Jean-Marie Le Pen, líder del Frente Nacional (FN) alcanzó la segunda vuelta en las presidenciales de 2002 (16,9%). Cuando se fue al ballotage solo subió un punto (obtuvo el 17,8% de los votos).  En 2017 su hija Marine Le Pen llegó a la segunda vuelta de las presidenciales con un 21,3%. En la segunda vuelta el voto para ella subió hasta 33,9% aunque perdió. En  2022 también llegó a la segunda vuelta y obtuvo un 41,5% de los votos, aunque volvió a ganar Macron con los votos aportados por la izquierda.

Pero lo importante es ver la diferencia de actitudes políticas. En los años 80 había un fuerte apoyo popular a las políticas de los grandes partidos tradicionales del sistema y, por ende, a la recepción más o menos controlada de la inmigración. Veinte años después el voto popular era contrario a las políticas de los partidos tradicionales y especialmente están rebeldes y hasta furiosos con sus planteamientos ante la inmigración. Aunque los controles se han fortalecido.

Los partidos de la derecha radical populista ya no se les puede minusvalorar. Y lo más importante, sus propuestas políticas no deben ser ignoradas, ni por los partidos de centro derecha, ni por los de las izquierdas, entre otras cosas, por algo elemental en política: lo que preocupa a parte importante de los ciudadanos, no puede ser dejado de lado con trucos dialécticos fáciles, como que se utiliza un estilo apasionado o que se usan argumentos que ha empleado antes un político ultraderechista.

Es casi seguro que el 90% de lo que se dice o escribe, sea en el mundo académico como en el político, antes haya sido dicho o escrito por alguien en alguna parte del mundo.  Por tanto, coincidir con alguien no significa que uno asuma todo el argumentario de una persona o de un partido, sea de ultraderecha, o sea, de izquierda. Lo haya dicho Vincho Castillo o Pin Montás, que por cierto, es de los pocos izquierdistas históricos que ha sido prístino en su condena de la inmigración irregular haitiana, algo que lo honra. Y aquí aprovecho para rendirle el tributo que, en eso específicamente, se merece.

Las cuatro olas de la ultraderecha

Después de la segunda guerra mundial donde se calcula que se produjeron más de 80 millones de muertos. Las minorías judías, gitanas, los homosexuales, los comunistas y socialistas, sufrieron grandes pérdidas al ser especialmente perseguidos por los nazis y los fascistas.

Sin embargo, en algunos países, como Alemania, Italia y Países Bajos hubo un cierto consenso en condenar a los partidarios del nazismo y del fascismo mussoliniano y proscribir sus actividades (lo cual no significa que no hubo resquicios para que algunos dirigentes y partidarios de esas opciones extremistas no se les permitiera integrarse en partidos democráticos, en el mundo empresarial e incluso en las fuerzas armadas y servicios de información).

En su libro La Confesión, el comunista Artur London, narra cómo se encontró en Praga con un antiguo torturador nazi que le dijo que ahora trabajaba con la Policía “comunista”. En la Rusia soviética muchos agentes de la Ojrana (la policía política zarista) fueron enrolados por los bolcheviques. (J.M. Faraldo, 2018, Las redes del terror. Las policías secretas comunistas y su legado). EE.UU. abrió sus puertas a miles de nazis y fascistas europeos. Pero en general, en la inmediata posguerra, lo único que ponía de acuerdo a los “demócratas representativos” y a los comunistas, era el anti nazismo y el antifascismo. Pasados unos años ese lazo se fue rompiendo. Y los comunistas se convirtieron en el enemigo por antonomasia.

El politicólogo alemán K.Von Beyme fue el primero que hizo una catalogación de la ultraderecha política  mostrando tres olas o períodos de la misma en Europa occidental.

Primera ola,  de 1945 a 1955,  neonazis y neofascistas.

Es la etapa de los neofascismos y neonazismos, los partidarios y colaboracionistas que habían eludido la cárcel, los que estaban libres o no se habían integrado a los diversos partidos del sistema, habían creado grupos de ayuda y solidaridad con sus antiguos camaradas o sus familias, mantenían relaciones y difundían sus ideas. Algunos intentos de crear partidos nazis en Alemania se vieron frustrados por prohibirles su actividad, como al Partido Socialista del Reich (en 1952).

En Italia se permitió que el Movimiento Social Italiano (MSI), fundado y liderado por Giorgio Almirante, un ex alto cargo del gobierno fascista, actuara políticamente. Sus seguidores eran conocidos como los “misinos”, también se decía que las siglas del partido en realidad querían decir Mussolini Sei Inmortale. Entraron al parlamento en 1948 y siempre tuvieron una representación hasta que cambiaron el nombre por el de Alianza Nacional (AN) en 1955 y Gianfranco Fini se convirtió en su líder.

En Europa, América y Australia Se crearon pequeños partidos fascistas casi siempre por expatriados alemanes, italianos, croatas, húngaros y eslovacos. En la América Hispana y Portuguesa, hubo núcleos organizados alentados por las dictaduras de Franco en España y de Oliveira Salazar en Portugal. Se reclamaban ser falangistas o salazaristas (partidarios del “Estado Novo”).

La segunda ola, de 1955 a 1980, fue la del surgimiento y auge de los populismos de derecha,

Aunque siguieron existiendo grupúsculos nazifascistas o neofascistas, lo que caracteriza a esta etapa fue la formación de partidos populistas de derecha que se autodefinían como opuestos políticamente a las élites dominantes de la posguerra. Esos partidos aunque tuvieran militantes e incluso dirigentes procedentes de grupos neofascistas, su caracterización política no era, ideológicamente fascista o neofascista.

Representaron una forma de protesta contra la marginación de la vida rural y en defensa de grupos pequeños burgueses urbanos, fue un “movimientos de tenderos y agricultores”. En Italia se llamó el “Frente del Hombre Común”, en Irlanda “Partido Agrícola Nacional”, pero quien tuvo más éxito y logró que se le reconociera por su apellido fue el liderado por Pierre Poujade en Francia, el llamado “poujadismo”.

Stanley Hoffman, se refiere a él de la siguiente manera: “El señor Poujade, pequeño propietario de una librería-papelería, francés medio “poco ordinario”, fue el animador provincial de una agitación anti fiscal en nombre de los pequeños comerciantes y artesanos, que en base del “apoliticismo”, pudo organizar un movimiento político que fue capaz de alcanzar dos millones y medio de sufragios”. (1956, Le Mouvement Poujade, FNSP, París).

Poujade movilizó políticamente a los pequeños burgueses y tenderos, a los ex combatientes, y se erigió en defensor del Imperio, y hasta de los intereses económicos del vino francés, “amenazado” por un primer ministro como Pierre Mendés France (PMF), que había “osado” brindar con un vaso de leche en una reunión internacional. (Vid.J-J.Chevalier,1985, Histoire des institutions et des régimes politiques de la France de 1789 á nos jours ).

A las listas de Poujade le votaron derechistas de toda la vida, gaullistas, radicales, socialistas y hasta comunistas. Por eso, por haber demostrado su influencia en esa agitación política, el Partido Comunista (PCF) le califico de poujadolf  y de ser “un aventurerista de carácter fascista”. Las listas  de esos “fascistas” obtuvieron cincuenta diputados, de los cuales se dijo que no sabían bien qué hacer ni lo que querían. Posteriormente el movimiento se disolvió como un azucarrillo en una taza de café, con la llegada de  De Gaulle y la V República en 1958.

Jean-Marie Le Pen fue líder de las juventudes poujadistas y fue elegido el diputado más joven de la posguerra en Francia. En 2012 su nieta, Marion Maréchal-Le Pen también ganó ese galardón de parlamentaria más joven de Francia. Le Pen sería “el legado político” más duradero que dejó el poujadismo en Francia.

En otros lugares de Europa los partidos populistas de derecha siguieron en parte el modelo de Poujade. Citemos al Partido de los agricultores de Países Bajos. En Dinamarca en 1973 el Partido del Progreso alcanzó casi el 16% de los votos en su primer intento electoral. Un partido se formó en Noruega para solicitar la reducción de los impuestos, que luego adoptó el nombre de Partido del progreso obtuvo un 5% de los votos.

La mejor caracterización de estos tipos de partidos es que eran partidos populistas neoliberales, anti impuestos y que abogaban porque el Estado tuviera la mínima intervención en la economía. Partidos que se anticiparon a Reagan y a la Thatcher.

A partir de los años 60 y siguientes surgen partidos híbridos, mezcla de los anteriores partidos neofascistas, con la nueva derecha o ultraderecha radical. En Suiza se crea el Partido Acción Nacional por el Pueblo y la Nación (1961), En Alemania el Partido Nacional Demócrata de Alemania (NPD).  En 1967 se creó el Frente Nacional Británico (NF), el lema de este partido era: “Hagamos Gran Bretaña grande de nuevo”. Estos nuevos partidos  pusieron su atención en el crecimiento de la inmigración no europea hacia Europa.

Por último, se puede decir que en EE.UU., los movimientos de populismo de derecha se manifestaron sobre todo con un anticomunismo visceral y obsesivo. La Sociedad Birch, el senador McCarthy y su “caza de brujas” fueron la muestra más notoria. Posteriormente la candidatura del senador Barry Goldwater sirvió de levadura para una nueva subcultura conservadora radical. George Wallace, el gobernador de Alabama, se postuló candidato presidencial en 1968, por el Partido Independiente Americano, con un programa racista y a favor de la segregación racial.

No se olvide que Wallace ganó en cinco estados, todos en el antiguo Sur Confederado. El Ku Klux Klan (KKK), tuvo un gran crecimiento en los años 60 junto con el aparentemente más respetable pero igual de racista, el Citizens’Council, entre ambos afiliaron a unos 300 mil ciudadanos blancos estadounidenses.

El antiguo Sur Confederado fue dónde el racismo está o estuvo muy arraigado y dónde perduraron las clasificaciones raciales de tiempos del esclavismo, impregnando hasta hoy toda la ideología racista en ese país, desde el one drop, hasta la clasificación binaria de que quien “no es blanco es negro”. Estadio supremo de la imbecilidad racista, sea del supremacismo blanco agresivo o del  negro, defensivo.

Torrelodones, 6 de octubre de 2022