Joseph tiene un doctorado en políticas públicas de The New School en Nueva York y trabajó como profesor universitario en los Estados Unidos. Ha enseñado en la Universidad de Connecticut y la Universidad de Long Island.
Fue embajador de Haití en Argentina y encargado de Negocios en España. El 4 de marzo de 2020 se convirtió en ministro de Asuntos Exteriores y Culto. El 14 de abril de 2021, luego de la renuncia del primer ministro Joseph Joute, el presidente Jovenel Moïse lo nombró como primer ministro interino.
Domina varios idiomas, incluyendo el español y conoce muy bien la idiosincrasia de los dominicanos.
Joseph ha escalado en la política haitiana los más altos niveles y tiene fuertes aspiraciones para convertirse en presidente de Haití.
¿Su estrategia principal? Torcerle el brazo a la República Dominicana acusándola de racismo y xenofobia. Muchos haitianos en el país lo admiran y en el propio Haití tiene muchísimos seguidores porque es de los pocos políticos que habla, sin tapujos, contra el gobierno dominicano por la discriminación contra los ciudadanos del vecino país.
Joseph está promoviendo las revueltas en Haití, que muy pronto desencadenaran en una guerra civil donde él se convertiría en uno de sus máximos lideres intelectuales. Después, llegar al poder sería cuestión de tiempo.
Si esta hipótesis se cumpliera, las relaciones con Haití se volverían muy tensas y hasta probablemente belicosas. Joseph no solo aparenta odiar a República Dominicana, sino que usa ese odio como trampolín para lograr sus objetivos políticos.
Sus candentes declaraciones contra la política migratoria de República Dominicana, y especialmente la que se aplica con los haitianos, son cada vez más frecuentes y genera la ira de las autoridades y de muchos sectores sociales.
De hecho, esas declaraciones han incrementado la xenofobia contra los haitianos en el país sin importar su estatus legal.
El problema es que se trata de un hombre con mucha experiencia y preparación. Un personaje que no se puede subestimar, que tiene vínculos fuertes con sectores de poder que financian las bandas y posiblemente cuenta con el apoyo de Estados Unidos, Canadá y Francia.
Estos países no quieren al actual presidente Ariel Henry porque lo consideran cómplice del asesinato de Jovenel Moise.
Lo que no comprende este polémico personaje es que su actuación, más que hacerle el bien a sus ciudadanos que viven en República Dominicana le hace mucho daño. Y si asumiera el poder enfocaría sus cañones hacia nosotros y las represalias no se harían esperar, comenzando con un hermético cierre de la frontera que causaría mucho más hambre y miseria en Haití.
Hemos sido muy indulgentes con Haití porque es un pueblo vecino que ha sufrido demasiado. Más de un millón ha cruzado la frontera, unos 600 mil laboran en la agropecuaria, la construcción, la industria azucarera y en la mayoría de los servicios, enviando remesas a su país por más de US$500 millones al año y otros US$200 millones que no se registran. Y el mayor problema es que hay 600 mil ilegales y siguen entrando ahora con más fuerza.
Pero eso tiene que acabar porque ya no hay espacio para darle más empleo.
República Dominicana tiene que estar en alerta máxima ante lo ocurre en Haití y lo que viene por delante. Una guerra civil empujaría a millones de haitianos a cruzar la frontera buscando refugio y protección y eso se convertiría en un problema humanitario más que económico.
Muchas organizaciones internacionales de derechos humanos nos exigirán que protejamos a esa gente y eso causaría un verdadero caos en nuestro país y una crisis económica peor que la pandemia. Ni Europa ha soportado esa migración masiva de sirios, libios, bengladeses y ahora de ucranianos, países que están en guerra.
Como dije en un artículo anterior, ni Claude Joseph ni nadie resolverá la crisis haitiana salvo una intervención de una fuerza de paz de la ONU que pacifique el país y lo institucionalice con un paquete de ayuda financiera internacional.
Y a Estados Unidos, Francia y Canadá, cuidado con apoyar a Joseph porque eso puede convertirse en una granada que le explote en la mano.