Las redes de ciudades y la acción colaborativa que promueven las convierten en un actor clave para superar los retos del cambio climático, por eso diversos encuentros se proponen construir una estrategia con lineamientos generales para una planificación y gestión climática, que sirva como guía a las ciudades iberoamericanas. En el contexto del XXV Congreso en Mendoza, Argentina, del Centro Iberoamericano de Desarrollo Estratégico Urbano (CIDEU), que tiene su sede en Barcelona, pero que sesiona en varias 160 ciudades y organizaciones socias.

 

Más allá de lo que piensa la derecha climática de los Estados Unidos encabezada por Donald Trump, el cambio climático es indiscutible, inequívoco e irrefutable. Está causado principalmente por las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y los cambios de uso de la tierra, ambos fenómenos asociados a la actividad humana o sea Antropoceno. Las ciudades emiten hasta el 70% de los GEI del mundo asociados al consumo.

 

En este orden, la involucración de los gobiernos locales en la lucha contra el cambio climático es imprescindible. Se trata de fomentar un desarrollo inteligente de las ciudades basado en una economía de bajo carbono. En los estudios realizados en Santiago dentro del Programa de Ciudades Sostenibles del BID, se planteó y aprobó una Hoja de Ruta de Mitigación a 2050, que busca integrar desarrollo y limitación de emisiones desde un punto de vista de sostenibilidad integral del municipio.

El área de estudio está conformado por cinco (5) municipios: Santiago de los Caballeros, Villa González, Tamboril, Licey al Medio y Puñal y 12 Distritos Municipales que se corresponden con los entes administrativos en los cuales se extiende la huella urbana de Santiago y su área de influencia para formar finalmente el área metropolitana del municipio Santiago. El área de estudio cuenta con una población de 962,081 habitantes.

La Hoja de Ruta tiene por horizonte temporal 2050, y por alcance los siguientes sectores: Sector rural (AFOLU + Energía agricultura, ganadería y pesca). Sector industria +IPPU. Sector institucional, entes de gobiernos y establecimientos de gestión. Sector movilidad con tránsito, transporte, vialidad y seguridad vial. Sector residencial de asentamiento de las viviendas y servicios.  El Sector producción de energía y finalmente el sector de residuos.

 

La Hoja de Ruta se basa en un diagnóstico cualitativo y cuantitativo, que incluye un inventario de emisiones de GEI del municipio de Santiago. Para el desarrollo del inventario se creó una herramienta específica, adaptada al área de estudio. Este diagnóstico ha servido para identificar el potencial de reducción de emisiones de cada sector.

 

Para la Hoja de Ruta de Mitigación se definió como objetivo la reducción de las emisiones de 2023 para no superar en el año 2050 el nivel de emisiones per cápita de 2 tCO2e establecido por el PNUD para evitar un cambio climático riesgoso y peligroso. Este objetivo implica una necesidad de reducción neta de emisiones de GEI de 1,015,098 t CO2e per cápita sobre el escenario tendencial.

 

Para alcanzar este objetivo estratégico, la Hoja de Ruta de Mitigación conforma un escenario inteligente a través de una batería de líneas de actuación y acciones en torno a tres ejes: i) la eficiencia energética, ii) las energías renovables y iii) la optimización en la gestión de los recursos. Adicionalmente se considera un cuarto eje de carácter transversal basado en la sensibilización, capacitación y la coordinación.

 

Así, Santiago en coordinación con el Plan estratégico Santiago 2030, plantean 12 líneas de actuación y 17 acciones. Estas acciones provienen de dos fuentes: acciones ya planificadas para Santiago, y nuevas acciones propuestas, bien por diversos agentes clave. Estas acciones fueron priorizadas en talleres y entrevistas personales con los agentes clave aplicando criterios de potencial de reducción de emisiones, de viabilidad, y de beneficios ambientales y sociales adicionales.

La Hoja de Ruta de Mitigación expresa un concurrencia de Urbanismo y clima, categorías que nunca antes en la historia, habían concurrido con tanta fuerza destructora como hoy. Desde que Ildefonso Cerdá, Le Corbusier, Frederick Olmsted, William Whyte y Jane Jacobs hasta Manuel Castell y Joan Clós, entre otros, crearon y modernizaron esta disciplina, el escenario no surgía tan desprovisto de soluciones, donde sólo no medie, el capital como mercancía fetiche de progreso.

 

Desde que se aportaron paradigmas y principios que hicieron concurrir economía, derecho y diseño físico espacial en la disciplina denominada “urbanismo”; arquitectos, ingenieros, sociólogos y planificadores, nunca habían estado tan faltos de herramientas creadoras de asentamientos humanos que protejan la vida.

 

Disponer block, varilla y cemento en espacios naturales donde residen grupos sociales, animales e insectos  dejó de ser una tarea modernista, para transfigurarse en una actividad riesgosa y peligrosa para la base natural que asegura la alimentación y la vida de la gente.

 

También están obsoletos diversos modos tradicionales de producción, transporte y comercialización de bienes y servicios. Pocas universidades y escasos colegios de profesionales transforman sus programas para adecuarlos al cambio climático, destrucción de la capa vegetal y producción de millones de toneladas per cápita de gases efecto invernadero (GEI).

 

El balance de emisiones per cápita del área metropolitana de Santiago al 2023 supera las 3.32 toneladas de dióxido de carbono equivalente (CO2e). Incluso más ahora que al fin, una inversión pública superior a los 1,079 mil millones de dólares estimula que por cada 12 dólares de construcción que se mueven en Santo Domingo, 33 hacen lo propio en Santiago.

 

En Santiago afirmamos que la velocidad de concreción de proyectos urbanos toma su tiempo. Para el sector privado, gobierno central y el ayuntamiento, los peligros de construir estructuras sin calidad que violan la geomorfología, orografía, tipo de suelo y las cuencas hidrográficas urbanas, es gravísimo.

 

El suelo inconsistente y arcilloso con alto nivel freático hace que el agua libre aflore al exterior, demandando estructuras y sostenibilidad física. Saber de urbanismo y combinar este conocimiento, con los riesgos climáticos y geosísmicos no se enseña cómo se debe en las universidades con ingeniería civil y escuelas de arquitectura.

 

Estas son las problemáticas explorables en el XXV Congreso del Centro iberoamericano de Desarrollo Estratégico Urbano (CIDEU) en Mendoza, Argentina donde participará Santiago. La crisis climática y el Antropoceno destruyen el medio natural y la ecología de microorganismos que generarán nuevas pandemias y desastres.

 

Para CIDEU, hay que juzgar y abordar los desafíos del clima con doble mirada. Primero, cómo planificamos las ciudades y qué instrumentos utilizamos para incorporar el clima. Segundo, qué acciones se ejecutan en los desarrollos urbanos que hacemos.