Al mediodía del 23 de junio de 2021, durante un acto en “el maleconcito” del pueblo, el viceministro de Cooperación Internacional de Turismo y director ejecutivo del Proyecto de Desarrollo Turístico de Pedernales, Carlos Peguero, pronunció un discurso brillante sobre la importancia del Plan Municipal y Turístico de Ordenamiento Territorial, que, sin embargo, pasó inadvertido en vista de lo absorbente de la figura presidencial presente y el anuncio de inicio de la construcción del esperado frente marino en la costa local con la transferencia de RD$ 350 millones al ministerio.

Fue el día en que el mandatario Luis Abinader presidió el acto de presentación del plan a las  autoridades, representantes de  organizaciones socialesa, personalidades de la política, del turismo y otras áreas del desarrollo, como Fernando Hazoury, Frank Rainieri, Manuel Corripio y Manuel Estrella.

Los pedernalenses deberíamos retomar sus palabras, asumirlas y velar para que se actúe conforme  a ellas, si deseamos un futuro promisorio como destino turístico.

Sobre el plan, Peguero, de profesión arquitecto urbanista, explicó:

“Único en el país, es una herramienta de planificación de políticas públicas que permitirá establecer una calidad urbana que armonice sustentabilidad económica, sostenibilidad ambiental, equidad social y responsabilidad turística”.

Y agregó: “Buscamos superar la dualidad de una ciudad escenario del disfrute versus una ciudad del padecimiento de las contradicciones de un desarrollo desequilibrado y dicotómico, ciudad turística-ciudad residente…”

Expuso que desde el Gobierno buscan “impulsar un desarrollo integral con el aporte del potencial turístico del municipio de Pedernales, que se exprese como un producto general, agregando valor en beneficio del encanto del turista, del desarrollo de la población y de la rentabilidad sostenida del mercado empresarial turístico, así como objetivos turísticos de desarrollo local, que conciba como políticas de Estado los ejes de calidad de vida, turismo y producción”.

Se trata de un enfoque crítico a partir de la experiencia de otros desarrollos que nacieron sin la guía de un plan sectorial de ordenamiento turístico y terminaron en la  creación de “ciudades del padecimiento”, o sea, municipios dormitorio, territorialmente anárquicos, plagados de precariedades y contrapuestos a zonas de lujo dentro del mismo territorio.

Sería grave e imperdonable que, en vez de aprender, ahora nos pongamos anteojeras y remarquemos los costosos errores que han sido reconocidos hasta por quienes los han cometido en otros territorios.

Lo pertinente sería estar atentos para identificar y subsanar cualquier desviación en la promesa oficial.

Por lo pronto, en algunos ámbitos hay que apurar el paso para sincronizar la intención del discurso con la realidad. Del lado del Gobierno, hay compromisos por cumplir. Desde los municipios, en tanto gobiernos locales, también.

En la capital de la provincia, Pedernales, el gobierno central trabaja en la pavimentación de las calles, mejoría del acueducto y en la línea de 168 kilovatios, 74 kilómetros, para conectar con el sistema eléctrico nacional. Lo propio hace en el otro municipio, Oviedo.

En Cabo Rojo, sigue un vibrante movimiento de tierras para la edificación de los hoteles; la construcción de la carretera Enriquillo-Pedernales, 74 kilómetros, va como como la tortuga y ahora más peligrosa, con remotas perspectivas de inauguración.

Nada sobre una vía fundamental si se quiere el desarrollo integral de la provincia y el resto de la Región Enriquillo, como el tramo Aceitillar-Puesto Escondido, Duvergé, por el Baoruco (40 kilómetros). Hasta ahora, el municipio sólo tiene una entrada y salida. Para visitar a sus vecinos y fundadores de Duvergé, los pedernalenses duran cuatro horas en vehículos debido a la vuelta por Barahona.

Tampoco comienzan el frente marino anunciado hace dos  años.

Se teme la repetición de la bochornosa experiencia del 13 de mayo de 2016, víspera de las elecciones nacionales, en que el jefe de gabinete de Obras Públicas, Ramón Pepín, junto a otras autoridades, al pie del viejo faro de la playa del pueblo, dio el palazo inicial del “corredor de Pedernales” y, en medio de la algarabía, anunció que “es interés del presidente Medina que Pedernales se convierta en el santuario del turismo  ecológico”. De inmediato, una retroexcavadora y un tractor se activaron sobre el terreno para construir el malecón, locales comerciales, área de pesca, canchas deportivas. Pero las maquinarias duraron allí “menos que una cucaracha en un gallinero”.

Por el lado del gobierno local resalta la ausencia acciones cónsonas con el discurso de presentación del Plan Sectorial de Ordenamiento Turístico puesto en marcha hace dos años.

Por lo visto y pese al activísimo del director ejecutivo del Proyecto de Desarrollo Turístico y de uno que otro programa gubernamental en curso, Pedernales se encamina a ser otra “ciudad del padecimiento”, si no se interviene de inmediato.

No existe empoderamiento de las autoridades, grupos organizados y líderes de opinión sobre la necesidad de construir un destino inclusivo en el que las comunidades sean sujetos activos.

Falta que se trabaje al mismo ritmo que el frenesí de Cabo Rojo. Hay que modernizar la provincia completa y trabajar a la gente. La deuda de abandono estatal es grande.

Hay que desarrabalizar la periferia. Se necesita promover inversiones privadas diversas en el corazón de los municipios. Organizar el tránsito. Iniciar programas de prevención de violencia por consumo y tráfico de drogas, y de promoción de valores y de la cultura. Controlar la anarquía con la instalación de negocios. Ordenar el territorio. Certificar la gastronomía y demás servicios. Mejorar la oferta de salud.

Se necesita convertir las comunidades en atractivos para turistas y otros visitantes. Sobre todo, hacerlas vivibles para sus propios habitantes.

Porque no debería tratarse de ir a Cabo Rojo, distante 23 kilómetros, a trabajar ocho horas en los complejos hoteleros y regresar para tratar dormir en municipios anárquicos y ruidosos, llenos de vicios y amenazas, para regresar a la jornada del día siguiente.

Se trata de construir el bienestar general en las comunidades-destino. De vivir con dignidad.