Sembrador de vientos y brumas
La construcción de proyecto de vida en lo social implica la metáfora del sembrador que va sembrando cada día y solo con el tiempo cosecha sus resultados. Dependiendo del cuidado y la delicadeza de ese sembradío, así serán los frutos. Como sujetos, no solo somos conscientes de nuestras acciones sino también responsables de estas.
En el 2016, publiqué un artículo titulado “Adiós a los vientos Leonel Fernández”, en el puntualizaba que, en el plano de la ciberpolítica, Fernández, tenía una profunda preocupación porque no había manera de controlar a los nativos digitales, que eran capaces de ridiculizarlo en su propia cuenta de redes sociales, inundando de memes y videos políticos sobre uno vientos que se le convirtieron en tempestades.
Esto lo decía porque, desde su condición de expresidente, le fascinaba sentirse sembrador de vientos políticos. De ahí que, faltando dos años para las elecciones del 2016, llegó a expresar que los vientos estaban a su favor; más aún cuando unos 60 diputados del PLD les pidieron su postulación. A lo que les respondió a los periodistas que también en la Cámara de Diputados, los vientos estaban soplando para ser presidente de nuevo
Comprender el viento como elemento natural de fluidez y movimiento de aire es también darle sentido simbólico de fuerza, de trayectoria y desafío en el plano de lo político y ciberpolítico, tal como el discurso de Fernández, quien tuvo la creencia que los vientos eran como una fuerza política externa que soplaba en su beneficio y que se sentía como el destinatario esa corriente de aire.
En esa época, los periodistas le preguntaron si volvería a optar por la presidencia en 2016. A lo que respondió que sí habían escuchado la canción de Julio Iglesias: “
“Amigo aprovecha el viento
Mientras sople a tu favor
Que el aire te lleve lejos,
Cuanto más lejos, mejor”.
En el 2015, un año antes de las elecciones en una visita a la provincia María Trinidad Sánchez, el expresidente Fernández dijo: “¡Gracias, Nagua, ¡por el inmenso respaldo!… Y como dice el poeta, “vientos del pueblo me arrastran, vientos del pueblo me llevan”.
Esos vientos cargados de agitación política, de pasiones y sueños, formaron parte de su estrategia política; se creyó que los vientos, como una especie de aire del pueblo, estaban soplando desde el Este, Norte, Sur, Oeste, para ayudarlos a subir las escalinatas del Palacio Nacional en el 2016.
Los vientos de la política, cargados de agitación y sueños, a menudo influyen en los destinos de las naciones. En el caso de la República Dominicana, esos vientos soplaban, según Fernández, a su beneficio para ser presidente de la República Dominicana en el 2016. Él creía que esos vientos eran como una especie de aliento popular y que lo ayudarían a desplazar al entonces presidente, Danilo Medina.
Aunque, esa creencia se desmoronó cuando, el domingo 31 de enero de 2016, su partido (PLD) proclamó a Medina como candidato a un nuevo período presidencial. Ahí, comprendió que los vientos que sembró se habían transformado en un fuerte huracán que lo cambiaba todo.
En este contexto entra un sembrador como Eugenio María de Hostos, cuyas ideas trascienden las pasiones ideológicas y sociales. Hostos, como labrador de ideas, dejó un legado de moralidad y sabiduría. Como expresara Juan Bosch (2009): “Al cabo del tiempo, firme en sus propósitos, retorna a labrar la patria. Cuando la fruta maduraba, el sembrador vio el ciclón del trópico arrancarla del trono y lanzarla lejos. Pero el sembrador no se rinde, porque adivina el germen de otra fruta que pagará su esfuerzo” (Obras completas. Vol. VI, P.252).
En contraste, el expresidente Fernández no está dejando un legado moral como Hostos, porque es un político que se doblegó al ejercicio de la política de manera clientelar, socavando el sistema político democrático que buscaba construir; por lo que su legado de sembrador político dio frutos putrefactos, como resultaron del manto de corrupción que marcó tendencia en los últimos periodos que le tocó gobernar (2004-2012).
Sus vientos, en lugar de ser suaves brisas, se convirtieron en huracán tropical que arrasó todo a su paso. Como bien afirma Bosch en su obra citada, estos vientos acechan en su desconocida madriguera. No debemos llenarnos de optimismo ciego; debemos reconocer la dura ley de estas tierras. A veces, incluso los vientos más poderosos pueden cambiar de dirección y causar estragos en la frágil raíz de la nación.
Desde que comenzó a olvidarse de su enfoque ciberpolítico, Fernández no vigilaba lo que decía, al extremo que el expresidente Medina se apropió en el 2016 de su discurso ciberpolítico, a través de lo que fue la República Digital. Como sembrador de vientos, se convirtió en un artífice de la ambigüedad. Confundió la política con la ciberpolítica y transformó la verdad en simulacro y los hechos en mitos (El destino y los vientos).
El discurso político disfuncional y desenfocado, se fue manifestando en la vida pública de Fernández, hasta el punto de que, en la pugna política con Danilo Medina, tuvo que beber varios tragos amargos. Como cuando se dio cuenta que Medina volvió a dirigir la nación dominicana en el 2016 y tenía que olvidarse de su discurso del lunes 25 de mayo de 2015 en contra de Danilo, a quien calificó, alusivamente, como un hombre sin “decoro” y el “Trujillo del siglo XXI.
Es por eso, que el expresidente Fernández, vive entre la penumbra de un mundo de la política caracterizado por la hipercorrupción y la impunidad, donde los susurros del pasado se entrelazan con el frío aliento de promesas que nunca se materializaron, porque cuando fue presidente, se olvidó de ese futuro prometedor y adoptó la práctica clientelista y patrimonialista de hacer política.
Como dirigente político, se transformó en sembrador de vientos y brumas. Tales apreciaciones salieron a relucir en el debate de los candidatos presidenciales celebrado el 24 de abril de 2024, en el que participaron el presidente Luis Abinader por el PRM, Abel Martínez por el PLD y él como candidato de la FP.
En este debate, el expresidente Fernández, al final de su exposición, incluyó lo relacionado con el ecosistema digital, la IA y la robótica, dejando entre su mirada y su decir un conjunto de promesas de circuito integrado frío que debió cumplir en sus pasadas gestiones; pero la práctica de hacer política lo moldeó hasta el punto de que hoy se sitúa como un heraldo con pretensión de volver a la vieja escuela política.
El expresidente Fernández no ha entendido que la ciberpolítica umbilicada a las redes sociales y a los recursos interactivos que van desde la inteligencia artificial hasta los microblogguin no dejan nada al olvido y que todo está ahí, en el ciberespacio, el cual nos hace recrear nuestras acciones públicas, lo que hemos sido y lo que somos.
Su punto más débil en ese debate fue cuando reconoció en varias ocasiones la importancia de la labor que está haciendo el presidente de la República desde su posición en el Estado en beneficio de la sociedad; anticipadamente admitió su derrota. En ese debate, su imagen, marcada por gestos y una mirada agotada por los años, se diluía entre la retórica política y promesas efímeras.
Lo crucial es que comience a redactar sus memorias y que nunca se olvide de cómo cambian las relaciones de poder, tal como ocurrió la noche del lunes 25 de mayo de 2015, cuando los senadores y diputados lo abandonaron. Además, vivimos en una era cibernética, de inteligencia artificial y permeada de modernidad líquida (Bauman), en la que no se puede vivir obsesionado por y para el poder, sin pensar que con el tiempo nos llega la más dura de todas las dictaduras: La vejez (Alberto Cortez).
El expresidente Fernández nunca debe olvidar que las pasiones de amor, celo, odio, destrucción y muerte que encarna el poder se olvidan de la existencia de esos suspiros que son como aires del viento, que siempre está de viaje y se enredan en el poema de Bécquer (Rima XXXVIII):
¡Los suspiros son aire y van al aire!
¡Las lágrimas son agua y van al mar!
Dime, mujer, cuando el amor se olvida,
¿sabes tú adónde va?