De la infocracia a la ciberdemocracia

Byung-Chul Han, en su libro Infocracia: La digitalización y la crisis de la democracia (2022), explica que los sujetos se sienten que son libres y que viven realizándose, lo que obnubila que tales condiciones más que darle una sensación de libertad es lo que asegura su control o dominación. Esto más bien produce La sociedad del cansancio (Han,2021), en donde el ser humano se convierte no solo en una máquina de rendimiento sino también en una maximización acelerada de este, lo cual “provoca el infarto en el alma” (p.68).

Este enfoque sobre el poder y control digital intenta ir más allá del modelo disciplinario de Foucault, el cual recae en los sujetos, sobre los cuerpos sometidos y vigilados, porque no se trata de un panóptico físico, sino de una recolección de datos que tienen como estrategia a la psique más que al cuerpo, lo cual denomina psicopolítica.

En el régimen de la infocracia como sistema de información y de estructura de poder moldea lo social, según Han, en este sistema la identidad del sujeto es una simple mercancía, en la que no tiene importancia suprimir la libertad, sino explotarla. Lo que ha provocado una crisis en la democracia tal como la hemos vivido y pensado en los espacios públicos y de la manera en que se ejerce la política: “La democracia está degenerando en infocracia” (Han, 2022, p.25).

En ese ensayo sobre la Infocracia, explica como las campañas electorales se observa la intervención de un “ejército de troles” que difunden deliberadamente noticias falsas y teorías conspirativas, en la que los bots, que son cuentas automatizadas en redes sociales, simulan ser sujetos reales y contribuyen a la propagación de noticias falsas, difamaciones y comentarios llenos de odio, suplantando así la participación auténtica de los ciudadanos. Estos bots generan una voz masiva, a un costo marginal casi nulo, pero crean artificialmente un estado de opinión que no existe.

Han, señala que los memes juegan un papel central en las campañas electorales, actuando como armas en la guerra de la información. Estos memes, que pueden ser dibujos cómicos, montajes fotográficos o videos cortos con eslóganes breves y provocativos, se difunden rápidamente en las redes sociales, comportándose como virus mediáticos que mutan con gran velocidad. Enfatiza que, en este entorno, los argumentos y razonamientos lógicos son desplazados por contenidos que se propagan con velocidad viral, donde la coherencia lógica del discurso tradicional es ajena.

Empero, no se puede abordar lo social y lo político desde un discurso reduccionista técnico-informático que se consume y se pierde en lo sonajero. Lo cibernético, la IA, y todas las configuraciones de lo virtual entran en el plano de lo filosófico y el pensamiento complejo articulado a la tecnociencia del siglo XXI.

No indagar sobre estas líneas de investigación conduce a quedar atrapado en la repetición del discurso del orden informático-binario, centrado en los usuarios-consumidores, y a una falta de comprensión de lo ciberpolítico.

Partiendo de lo expuesto, un político de esta tercera década del siglo XXI, si no comprende este escenario, no podrá cambiarlo, más bien podría ser víctima de él; y lo peor de todo, si maneja la política con categorías y aplicaciones tácticas y estrategias del siglo XX o principios del siglo XXI, su discurso pierde su encanto y se sitúa fuera del contexto de estos tiempos cibernéticos.

No se puede caer en una posición de comodín y de nihilismo político, negándolo todo a cambio de nada. Este tipo de actitudes alimenta el discurso neopopulista y de orden autoritario predeterminado, que promete un paraíso sin posibilidades concretas de materializarlo y que nada tiene que ver con una utopía (lugar feliz), sino con una distopía (lugar de infelicidad).

No asumir responsabilidades y acomodarse a la idea de que el sistema democrático es burgués-capitalista conduce a una falla en la visión política democrática. Este discurso antisistema, que surge de la democracia y se nutre de ella, tiene como objetivo final la destrucción de este sistema de libertad y pluralidad.

Es por eso, que cobra importancia la ciberpolítica para no pensar que el espacio público físico es el único escenario válido, visión esta que responde a las prácticas políticas de antaño en el que no se visualizaba la irrupción del ciberespacio y muchos menos las redes sociales.

Con esto dejo bien precisado que la democratización de la democracia es el mejor antídoto contra la democracia representativa y contra los regímenes que desprecian el conocimiento, la tecnociencia, la literatura, la filosofía, y los demás saberes que tienen como horizonte el espíritu crítico y plural. Por tanto, la democracia es el sistema menos malo de todos que existen hasta el momento.

El situar este sistema implica involucrar en el proceso lo que es la ciberdemocracia y no quedarse atrapado en la concepción de infocracia (Han, 2022) como una envoltura tóxica de información y de mera comprensión de parafernalia tecnológica, dejando a un lado las estrategias de los sujetos y sus críticas para no dejarse enredar por la desinformación y la posverdad.

En la compilación “En la nave de la ciberdemocracia” (2023), coordinada por Gonzalo Sarasqueta, se examina cómo esta modalidad democrática se ha convertido en una parte integral del presente. La obra destaca la velocidad sin precedentes de los cambios tecnológicos que influyen en la manera en que trabajamos, aprendemos, consumimos y nos relacionamos:” Con sus posibilidades, avances, temores y restos: la ciberdemocracia es el presente” (p.19).

Estos cambios constantes requieren una adaptación continua, lo que puede resultar en ansiedad y estrés, ya que tanto la sociedad como las instituciones democráticas encuentran desafiantes incorporar estas transformaciones repentinas en sus estructuras y procedimientos.

Solo desde este democracia cibernética o ciberdemocracia se construye la cultura de lo ciberpolítico como estrategia de transformación, porque desde esta se desarrolla todo el escenario de participación virtual y real, del espacio físico y el ciberespacio, la inteligencia humana con la inteligencia artificial y las comunidades interactivas digitales con las interactivas reales.

La construcción de esta hibridación (política y ciberpolítica) es el efecto más demoledor que pueda tener todo régimen autoritario y su líder político mesiánicos, que siempre quiere que le rindan pleitesía para agigantar el culto a su personalidad.

Es en este aspecto que afirmo que esta democracia cibernética contribuye a fortalecer la democracia, luchando contra todo autoritarismo de derecha e izquierda. Este tipo de democracia no pretende colocarse como la panacea de la democracia, sino como la innovación de esta.

La democracia cibernética forma parte de esa construcción ciudadana que no se reduce al espacio social físico, sino que incluye el ciberespacio en el marco de la interacción social virtual. Los dispositivos móviles forman parte de los conjuntos de recursos tecnológicos digitales que facilitan, al igual que el computador, el mejoramiento de los procesos democráticos, gracias a que el ciudadano puede acceder a información de suma importancia para empoderarse y poder participar en los procesos no solo electorales sino también en la toma de decisiones políticas de su comunidad u otro espacio social.

Con la construcción y el fortalecimiento de la ciberdemocracia, no desaparece la democracia convencional en la que se llevan a cabo reuniones entre ciudadanos de manera dinámica y participativa en los espacios físicos. Más bien, esta nos abre la puerta a la información pública, la participación en foros y debates que surgen del ciberespacio. Además, los programas virtuales de inteligencia artificial pueden contribuir al funcionamiento democrático al procesar y analizar grandes volúmenes de datos para identificar tendencias y modelos que comprendan las principales necesidades de los ciudadanos.

La democracia cibernética es un sistema en el que la información y el acceso a ella desempeñan un papel fundamental en la toma de decisiones y en la estructura de poder, como en el caso de la agilización de servicios públicos. Sin embargo, no todo es color de rosa. Como diría el poeta y filósofo Octavio Paz, cada paraíso tiene su serpiente. Este sistema también trae consigo una avalancha de desinformación que afecta a los ciudadanos, alterando percepciones y resultados electorales.

La proliferación de noticias falsas y la posverdad crea una atmósfera de opinión pública llena de mentiras. Los ciudadanos pueden volverse apáticos, indiferentes y abstencionistas en los procesos electorales debido a esta desinformación, lo que socava los cimientos de la democracia.

En Latinoamérica y en muchos países como los Estados Unidos y la Unión Europea, se incrementa cada vez más la falta de credibilidad en los líderes políticos y en las promesas incumplidas; se agiganta la apatía y la desmotivación por parte de los ciudadanos que no les interesa ir a echar sus votos en las urnas para elegir a sus gobernantes.

Los países de la región latinoamericana se encuentran cubiertos de una visión neoliberal, lo que produce la mentalidad de que todos tenemos que ser empresarios o ricos, vivir por y para el consumo rampante, sin límite; cada día surgen nuevas demandas sociales y entran en juego nuevas necesidades por parte de la sociedad consumista.

La no credibilidad en los procesos democráticos genera respuestas por parte de los ciudadanos, que son desastrosas, ya que invocan el llamado mensajero político (Mesías) enviado por un ser todo poderoso que socializa la miseria, pero no la riqueza y los privilegios de poder, a través de la implementación de un régimen de corte totalitario. La hipercorrupción desde el Estado entra en el escenario como detonante para no creer en los políticos; se marca la tendencia (en redes sociales) de que todos los políticos son iguales y que la democracia es una falacia, siempre se promete y no se cumple.

En algunos países de América Latina existen regímenes autoritarios y antidemocráticos que desprecian la tecnociencia y los avances científicos, así como todo lo que es derecho de ciudadanía. Estos regímenes se aprovechan de los mecanismos democráticos y ciberdemocráticos para debilitar la democracia y la ciberdemocracia.

Esperemos que la República Dominicana no llegue a tales extremos y que sigamos fortaleciendo la cultura democrática, fomentando la participación de otros líderes políticos con espíritu de innovación sobre la forma de hacer política en la que impere la ética pública, para de esta manera salvar la democracia y no hundirla.