No todos los cisnes son blancos
El ensayo El Cisne Negro, del pensador Nichola Tales (2017), es un flujo de ideas que tienen algunos puntos comunes con la no predictibilidad y el océano de incertidumbre que aborda el pensador de la complejidad Edgar Morín: “La incertidumbre, es decir, el problema de los límites del entendimiento del observador/conceptuador, y quizá del mismo entendimiento humano, se amplía aquí a escala de la universalidad del desorden” (Morín,1981, p.110).
Empero, el discurso de Tales nos explica que cuando se asume que todas las cosas o eventos que se pensaban y creían como normales no tenían excepciones; su rareza rompe esquemas y paradigmas. Esta reflexión se adentra en la narrativa de cómo se llegó a pensar que todos los cisnes eran blancos hasta que apareció un cisne negro. La aparición de este cisne sirve como metáfora para construir un marco conceptual sobre ideas que están fuera de la expectativa de lo normal y que son raras, lo aleatorio, las grandes desviaciones, lo imprevisto.
La metáfora del cisne negro es el punto de partida de esas ideas imprevistas que nos presenta Tales, y que se recrean en “El Cisne Verde” (Bolton, Despres, Pereira da Silva, et al, 2020), al señalar lo imprevisto, la incertidumbre, la falta de seguridad para conocer un acontecimiento natural o provocado por el cambio climático mundial, que en ocasiones ha causado impactos catastróficos globales o locales: incendios, terremotos, maremotos y huracanes. Estos eventos, en algunas ocasiones han destruido parte del sector productivo de un país, dejando mermado su crecimiento y desarrollo social.
Partiendo del enfoque de que todos los cisnes no son blancos es que se ha de situar una nueva forma de hacer política en dominicana que articule lo ciberpolítico como parte de una filosofía cibernética que comprenda la participación de los ciudadanos que viven enredados en las redes sociales y que son los que habitan tanto en la desinformación como en la información.
La comprensión de una nueva forma de hacer política, como es la ciberpolítica, no es un capricho o una idea desquiciada, más bien surge de los sentimientos y de la participación de una franja de sujetos cibernéticos que realizan actividades políticas en el ciberespacio. Esto no es la negación de la política, pero sí de su transformación en cuanto la manera de hacer política, porque en esta no cuentan las reuniones de los comités de bases (Merejo,2014), más bien son las redes sociales que hacen y deshacen las agendas políticas de los presidentes, de los que comprenden que estos son recursos para tomar el barómetro de lo social. En estas redes lo que cuenta es el ciberactivismo, el cual participa e incide en las redes de manera individual, como sujeto de una estrategia bien definida que conoce de lo poco a lo mucho o de lo mucho a lo poco.
A través de una práctica ciberpolítica, se puede luchar a favor de una gobernanza tecnológica digital e inteligencia artificial (IA) en lo global y local, siempre y cuando se entienda que este tipo de política es para transformar las formas de gobernar en la sociedad, que contribuye al ejercicio de una cultura democrática de lo no imprescindible que enfrente ciertos tipos de liderazgos que se creen ser el señores de los vientos (Eolo) o una especie de destino (Moira).
La visión de un buen líder político ante este panorama es dejar un legado histórico por y para la democracia, no pensar que es imprescindible, que sin él se hunde la democracia, todo lo contrario, creerse que el único es petrificar la democracia y crear las condiciones de una dictadura perfecta.
Propugnar por cambiar el enfoque de la política en los espacios sociales, por otro que articule el ciberespacio y las redes sociales, es una manera de repensar lo social y lo cibersocial. Es importante puntualizar que la ciberpolítica vas más allá de los dispositivos tecnológicos digitales, ya que son los sujetos cibernéticos que se organizan en redes, donde no hay “masa”, cada uno tiene algo qué decir, y lo dice. No hay control para callar la gente, el ciberespacio es un descontrol, todo el mundo quiere ser partícipe de los procesos sociales que se producen en lo real y virtual.
En el cibermundo la hiperconectividad entretejida de redes y la nueva forma de participación social hacen estallar la manera de hacer política y de entender que todos los cines no son blancos, que también se encuentran los negros y los verdes.