¿Qué derecho tiene alguien que no ha nacido en la República Dominicana a denigrar a los dominicanos? ¿Qué derecho tiene a agraviar su historia? ¿Qué derecho tiene a cuestionar algo tan trascendente como su cultura? ¿Qué derecho tiene? son preguntas que me asaltan y cuyas respuestas no muchos podrían argumentar.

Pero, ¿por qué todas estas preguntas? Resulta que alguien, que nació en otro país y encontró verdadero refugio en Santo Domingo, me tildó de chovinista frente a lo dominicano. Lo hizo porque lo enfrenté cuando intentó desmeritar un elemento cultural de este país. Lo afronté porque su actitud trascendió el llamado relativismo cultural, tan común en el mundo y que a ratos pasa desapercibido o enmascarado. Como parte de mis palabras le dije: “Sí, tal vez sea chovinismo o simplemente respeto”.

Quienes se sienten orgullosos de haber nacido aquí podrán entender mejor lo que hice y lo que intento comunicar con este texto. También lo entenderán los que, como yo, miramos a lo Alto y decimos “gracias” por darme el privilegio de vivir en este maravilloso pedazo de isla, “en el mismo trayecto del sol” que marcan Pedro Mir y su memoria.

Es que, si resulta despreciable que algunos de los nativos de la bella Quisqueya esgriman sin freno determinada verborrea denigrante de lo dominicano; mucho más despreciable es que lo hagan aquellos que han recibido el beneficio de encontrar espacio para vivir en esta tierra. Y no es que me atreva a decir que todo es bueno en este país; claro que no todo es bueno, pero corresponde aportar más que degradar.

Cada extranjero que hoy vive o que ha vivido por algún tiempo en República Dominicana, no debería hacer más que agradecer. Quienes hemos encontrado abrigo en este hermoso país debemos, en primer lugar, mostrar respeto hacia lo propio de esta tierra, de su cultura, de su gente… No escapa de mi memoria (tampoco de las redes sociales) ese “comunicador” extranjero que ha encontrado vida y riqueza en este país y que, en medio de una trasmisión, ofendió de manera grosera e inhumana a uno de sus colaboradores.

Sea usted quien sea, venga de donde venga, sepa lo que sepa, tenga lo que tenga, debería mostrar respeto por un país que lo ha acogido como uno más de sus hijos. Yo, que llegué aquí hasta sin zapatos que ponerme y que fui recibido como uno más, ¿cómo es posible que me atreva a ofender de algún modo eso que me ha dado vida? Hoy tengo un trabajo, unos alimentos y una casa que podrían ser de un dominicano autóctono; hoy tengo unos derechos que me han sido otorgados; hoy tengo lo más preciado: libertad. Sí, tengo libertad para hacer, para decir, para pensar como quiera sin que nadie me juzgue ni me encierre. ¿Qué más puedo pedir?

Entonces, para mí, es un vil cobarde quien llega como extranjero a un país y luego, de algún modo, lo ataca, critica, denigra, en vez de sumarse y aportar en esas cosas que sabemos es necesario mejorar el país. Pero, si al final, alguien no se siente a gusto con el espacio que le ha sido cedido ni tiene el valor de aportar, ¿por qué no regresa por donde mismo llegó? Estoy seguro de que nadie lo detendrá y muchos se lo agradeceríamos.

Mientras, yo me quedo en esta tierra que es un verdadero “Derroche de amor”, donde el sancocho es identidad y todo lo hacemos “Por amor”, porque somos “merengueros hasta la tambora”. Me quedo aquí, donde aplaudimos eufóricos, con el respeto que se han ganado, a los trabajadores de la salud, verdaderos campeones de grandes ligas. Me quedo aquí, con mi chovinismo, ¿por qué no? o simplemente, con el respeto que merece Quisqueya la bella.