En mis 78 años de vida he aprendido que los conflictos y enemistades son perjudiciales para la salud y la tranquilidad espiritual. Cuando los he tenido, en el pasado lejano, dormía mal y todo me incomodaba.
Parte del tiempo se pierde pensando en los conflictos y siempre prevalece el deseo de vencer o salir ganancioso de este.
Me refiero al Aeropuerto de Bávaro, aprobado inicialmente por la Comisión Aeroportuaria en su resolución número 6796 de fecha agosto del 2020. El proyecto conlleva una inversión de 200 millones de dólares (ahora posiblemente mucho más) y sería construido por el Grupo ABRISA (entiéndase Grupo Cap Cana encabezado por Abraham Hazoury), en conjunto con la firma de ingeniería Eurocontrol, la empresa Leading Aviation Consulting y la firma EFEBE Arquitectura.
Sin embargo, la construcción de este aeropuerto ha contado con la fuerte oposición del Grupo Punta Cana (encabezado por Frank Rainieri) propietaria del aeropuerto de Punta Cana, donde está ubicado uno de los complejos turísticos más exquisitos del país y famoso mundialmente.
Muchos expertos han opinado en contra y a favor, alegando los primeros, problemas de cercanía y riesgos para la seguridad aérea, riesgos ambientales y que un aeropuerto es suficiente para la zona.
Los que están a favor alegan que el país ya se acerca a los 10 millones de turistas y la zona de Bávaro se extiende como pólvora hacia el área donde se construirá el nuevo aeropuerto requiriendo más espacios para los aviones. Que la distancia no es problema ya que muchos aeropuertos del mundo están más cerca en ciudades densamente pobladas.
Cap Cana también ha tenido un extraordinario crecimiento en los últimos años después de una etapa recesiva, con varios hoteles de lujo construidos y en construcción y una marina que es la mejor del Caribe.
El aeropuerto de Punta Cana es una mina de oro ya que recibe más pasajeros que el mismo aeropuerto Internacional José Francisco Peña Gómez. Es eficiente y está a la altura de los más seguros del mundo.
Pero hay un problema. El caso fue sometido al TSA, que en varias ocasiones ha rechazado la construcción del nuevo aeropuerto lo que para el Grupo Punta Cana es un caso cerrado.
Mientras tanto, inversionistas extranjeros (Grupo ASUR de México) y nacionales invierten en el proyecto del Grupo ABRISA, constructora del nuevo aeropuerto de Bávaro, quien alega que no hay ningún impedimento para que el proyecto sea una realidad. Eso complica las cosas.
Dos grupos de poder enfrentándose por un aeropuerto y cuyos proyectos turísticos son los más importante del país, separados por una simple pared.
He tratado muy de cerca a las cabezas de ambos grupos. A Frank Rainieri lo conozco desde que comenzó a desarrollar Punta Cana hace 40 años y fue miembro de la Junta Monetaria durante mi gestión como gobernador del Banco Central.
Al Grupo Cap Cana le proteguimos sus millonarios fondos en dólares depositados en los bancos quebrados en el 2023, mayormente por inversionistas extranjeros. De haberlos perdido, hoy Cap Cana no existiría.
No voy a expresarme a favor ni en contra de este nuevo aeropuerto porque, además, lo que aquí escribo, es lo que se publica en la prensa y no tengo otra información a mi disposición.
Lo que sí importa es decidir YA, si el aeropuerto va o no va, porque ese conflicto afecta el turismo y la imagen del país ante los medios internacionales. También les preocupa a todos los dominicanos.
Quizás convenga llevar este asunto a un arbitraje, siempre que ambos grupos lo acepten y respeten la decisión final de esos árbitros. Igualmente, decidir si las sentencias del TSA es o no es un impedimento legal definitivo para que el proyecto se ejecute.
Los conflictos de poder, donde median grandes intereses privados son como choques de aviones que causan daños irreparables.