Acaba de concretarse, dando continuidad a la reunión en Samarcanda, Uzbekistán, de hace seis meses, del Zar Vladimir Putin, presidente de la Federación Rusa, y el mandarín Zi Ji Ping, presidente de China, la definitiva unión e integración geoestratégica, de estas dos potencias, frente a Estados Unidos, para la conformación del mundo multipolar. 

Es una alianza estratégica que tiene como génesis, la creación del grupo de los BRICS, formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, al que entrará este año 2023, la República Islámica de Irán, entre otros aspirantes a ingreso. China ha sido el gran mediador para reconciliar, a Irán con Arabia Saudita, histórica y hasta religiosamente separados, Irán es Chiita y Arabia Sunita, entre otras disidencias entre los dos países.

Ese bloque estratégico fue provocado por la errática, o tal vez programada, política exterior del pasado presidente Barack Obama Hussein, que empujó a Rusia a los brazos de China, uniendo inevitablemente el país más grande del mundo, Rusia, 17,1 millones de kilómetros cuadrados, China, 9,596,000 kilómetros Cuadrados de territorio, India con casi 1400 millones de habitantes, casi igual que China que ya los tiene, y creciendo.  

No es la primera vez que China y Rusia se unen, ya lo hicieron con la exportación hacia China del marxismo leninismo, que estaba siendo impuesto a sangre y fuego, a una población rusa hambrienta y analfabeta en una cantidad importante y que no entendía a cabalidad la ideología que Stalin y sus seguidores les inyectaban, esa unión duro diez años, hasta 1927, en que China se dedica a crear, o redactar, su propia visión nacionalista, su ortodoxia y su propio modelo, China se encerró, se aisló del mundo en el proceso de pasar del bambú al microchip, sin dejar el bambú, proceso que la ha llevado al lugar global, en que se encuentra.

El presidente Chino acaba de estar en el Kremlin, en una visita oficial de tres días, en la que invitó a Putin que “cuando pueda“  visite a China, donde se firmaron acuerdos de cooperación mutua en diferentes áreas, transferencia de tecnología, velado apoyo militar de China a Rusia, envuelta en la crisis de Ucrania, durante su visita, Putin, en una reunión en Moscú, con representantes de  40 de los 54 países del Continente africano, a quienes, en un gesto de buena voluntad, les perdonó o condonó la deuda de más de veinte mil millones de dólares. 

La visita del presidente Chino a la Federación rusa, esos intercambios de cooperación abierta, escrita y transparente, las imágenes de Putin acompañando a Xi a su limosina para despedirlo, todo, transmite, por la fuerza de las imágenes más que de las ideas o palabras, la apertura de un nuevo acomodamiento de las capas tectónicas del poder global, que incluye el empleo de yuanes y rubros en sus negociaciones, sacando o dejando de lado al dólar estadounidense, moneda hecha por la gran impresora de dinero inorgánico, la Reserva Federal, creada casi subrepticiamente en la navidad de 1913, durante la presidencia del maestro de escuela Woodrow Wilson.

Así como el mundo tuvo una Westfalia, en 1648, por los tratados de Monstruck y Osnabruck, que pusieron fin a la guerra religiosa entre el poder político militar del Vaticano, y los países protestantes influidos por la Reforma luterana, se está produciendo una especie de Eastfalia, una mirada y una tendencia global, un verdadero desplazamiento del poder, en todos los órdenes, hacia el continente asiático, que incluye, no solo la población y recursos naturales, comercio bilateral y capacidades financieras, sino también una gran alianza militar que incluye el arsenal estratégico nuclear, de ambas potencias ambas miembro del Consejo de seguridad de la ONU, con poder de veto. 

Mientras los Estados Unidos, en estos mas de cien años de poderío e influencia mundial, acelerados con el establecimiento del orden mundial de la post segunda guerra mundial y la Conferencia de Breton Woods, lo que ha hecho es influir, tumbar gobiernos, aplastar e imponer, en guerras de desgaste y en la diplomacia del portaviones y los bombardeos, los estados asiáticos no le miran la cara al cliente, ni les interesa su alineación ideológico política, ni de quien son amigos o aliados, y establece relaciones de cooperación e intercambio,  prácticas, abiertas, claras y comprensibles de win win, ganar ganar. Así se están apoderando del mundo.

China tiene desde 1937, durante la guerra Sino japonesa, en la que ambos se declararon vencedores, un largo periodo histórico de paz, no ha invadido a nadie, solo tiene una base militar en Argentina. Rusia, por su parte, desde 1979, que invadió Afganistán, no se había enfrascado en temas bélicos, hasta su incursión aprobada por el gobierno Sirio, por lo que conserva dos bases militares de asistencia técnica, una base naval en Tartús, Siria, una de fuerzas de paz en Azerbaiyán, una en Armenia y otra en Bielorrusia. Parece que el papel histórico, proclamado por los Padres fundadores de los Estados Unidos, ha sido revertido y desoído, para sembrar el terror y llevar la muerte y la destrucción alrededor del mundo, estos dos países, por el contrario, no invaden, salvo el inevitable y forzado caso actual de Ucrania, y buscan la paz para evitar la destrucción mutua asegurada, MAD, que significa loco en inglés. 

Mientras esto pasa, los Estados Unidos sigue hundiéndose, como muestra, de sus cerca de 5000 bancos, más de 200 están en alto riesgo de quiebra o necesitan intervención del gobierno federal, luego de la caída de Silicon Valley Bank y Signature Bank, por solo citar dos.

La diatriba histórica de la decadente civilización contemporánea es: o se entienden y comparten el poder global en un mundo tripolar, China, Estados Unidos y Rusia, o no habrá mundo, no quedará nada. Es la trampa de Tucídides.