Es conocida la foto de una niña africana exhibida en un zoológico europeo caminando con “libertad” dentro de una cerca, mientras curiosos ciudadanos del “jardín del mundo”, como definió Josep Borrell a Europa, les lanzaban comida. Otras fotografías son más dramáticas e inhumanas; muestran a individuos enjaulados y en condiciones inenarrables. Ellas constituyen pruebas irrefutables del despojo y la crueldad con que Europa trató a los africanos desde que iniciaron el proceso de conquista, saqueo, esclavitud y colonización, que también sufrieron los pueblos originarios de América y otros continentes.
Pero, como si el mundo no tuviera memoria, el representante de la UE para asuntos exteriores, durante su comparecencia el pasado 18 de abril en el Parlamento Europeo para abordar la cuestión china, dijo que la inevitable relación con el país asiático debe basarse en los valores de su comunidad, respetuosa de los derechos humanos. Su discurso apuesta a borrar su bestial pasado y brutal presente desde las aventuras bélicas de la OTAN. Un relato construido sobre estos hechos que intenta dejar en el imaginario universal que Occidente es gendarme ante las amenazas de los bárbaros modernos, que intentan destruir su jardín como lo intentaron los países colonizados cuando de manera atrevida y desafiante decidieron enfrentarlos para defender su patrimonio material y cultural; y su autodeterminación.
La descalificación de la competencia por vías de un constructo discursivo que moldea a la opinión pública mundial es parte de la estrategia del tablero psicológico que tiene como plataforma a las grandes corporaciones mediáticas; al cine y la televisión, que ya entra en crisis de credibilidad y penetración. Entonces, en su papel de gendarme, penetra en asuntos internos de China: Taiwán. Pues, sin sonrojarse, advirtió, en clara alusión al presidente francés, Emmanuel Macron, quien pidió neutralidad frente a la isla, que Taiwán se encuentra en el perímetro de la seguridad europea. ¡No podían creer que llegara a tanto! Pero recordé las Malvinas.
Manifestó su miedo a que los microprocesadores fabricados en la provincia insular china estén bajo la soberanía del gigante asiático, tras admitir que China está a la vanguardia tecnológica, como también reconoció Ursula von den Leyen en el mismo escenario, al destacar que el gigante asiático va a la cabeza en materia de innovación, computación cuántica e inteligencia artificial.
La presidente de la Comisión Europea, que recientemente acompañó a Macron a Beijing, al montarse en la retórica de Borrell, no dejó de reconocer en China, a quien definió como “rival sistémico”, a un importante socio comercial, pero le criticó por haber “abandonado la reforma y apertura” para centrarse en los temas de su seguridad, como si esto no fuera legítimo y no es a lo que Occidente recurre como pretexto para invadir a otros países.
El Parlamento Europeo habría agendado la cuestión china quizás con la idea de unificar una posición respecto a su principal socio comercial, sobre todo después de la visita de Leyen y Macron, en la que se evidenció que entre ella y él hubo contradicciones respecto a la cuestión taiwanesa, rusa y estadounidense, pues el mandatario francés no solo pidió neutralidad frente a Taiwán, sino que dijo que Europa no puede estar peleando guerras ajenas en clara alusión a los constantes conflictos que provoca Estados Unidos y en los que Europa se ve involucrada a través de la OTAN, de la que ha dicho “que sufre de muerte cerebral” y apuesta a una estructura militar de factura europea.