La exquisita escritora Ángela Hernández ha producido un excelente relato novelado sobre el movimiento estudiantil: Charamicos. Me decía un querido amigo que es un título muy poético, y yo agregué que despista a muchos interesados en la temática. Pero los literatos son así, llevan la inspiración en el alma y la autora lo vincula a esas ramas leñosas finas que, alega, sirven para iniciar el fuego, pero no para sostenerlo. Entonces entendí que estamos ante una atractiva metáfora. Y ciertamente el tiempo de la novela era de candela, cuya llama votiva podía ser alimentada por los Charamicos. La novela, con una narrativa aguerrida, nos conduce, a través de la historia de la heroica lucha del movimiento estudiantil dominicano contra el balaguerato, a una exposición objetiva y muy entretenida que ilustra los avatares estudiantiles en medio de esa pesadilla política.
Charamicos tiene una trama con una estructura dual, las vivencias pueblerinas de la protagonista y narradora Trinidad (adoptado posiblemente en homenaje a María Trinidad Sánchez) y sus andanzas en la universidad en los espinosos “Doce de años de Balaguer”, junto a la coprotagonista Ercira (nombre seguramente en honor a la mártir estudiantil Sagrario Ercira Díaz Santiago). Ambas asumen el rol de muchas jóvenes universitarias que en el efervescente ambiente de movilización en la universidad estatal se integraron a la lucha. Trinidad nos dice en un determinado momento de pura candela:
«¡Asesino en el poder!», me hallé coreando. Con el paso de los minutos se me fue haciendo casi imposible aguantar el extrañamiento de mi voz, que de súbito equivalía a extrañeza del mundo. No supe cómo paré resguardada detrás de un almendro. Mi corazón tronaba. Tenía fuego en los ojos. Columbré a Ercira reuniendo piedras, vociferando órdenes y burlándose de un policía, al que figuré como un espigón con vida. Repartía garrotazos a diestro y siniestro creando una batahola a su paso, expuesta su dentadura de gigante en una risa bélica, de máscara. Mazámbula apodaban a esta mole de ojillos sangrientos y escalofriantes gruñidos. […]
De modo cierto se trataba de una de las consignas que más coreábamos en la universidad: «¡Joaquín Balaguer asesino en el poder!». Este eslogan con relativa frecuencia entraba en vigor en los enfrentamientos directos a pedradas que sosteníamos con la policía, cuando esta acometía con bombas y balas contra cualquier marcha estudiantil. Destacándose en la represión el entonces sargento y luego teniente Delfín Rincón Cordero, Mazámbula, sobrenombre que se ganó por su rudeza, parecida a un mastodonte pancracista que hizo famoso ese mote en las carteleras de la lucha libre.
La narradora continúa describiendo otros acontecimientos paradigmáticos del movimiento estudiantil, como las elecciones, el proceso preeleccionario en Fragua, que le asigna el nombre novelado de «Frauer». También nos reseña los actos patrióticos que con frecuencia se presentaban en el Aula Magna del Alma Máter, entre ellos el clásico recibimiento de los nuevos estudiantes, algo ya lamentablemente desaparecido, Trinidad nos dice que:
“El acto de recibimiento a los nuevos estudiantes, celebrado en el Alma Máter, comenzaba con la petición de un minuto de silencio en homenaje a nuestros mártires. En el primero que me correspondió asistir, el rector lo consagró a la memoria de Amín Abel Hasbún, suma cum laude de Ingeniería Civil, «símbolo acrisolado de la juventud dominicana», asesinado un amanecer frente a su esposa”.
Ercira en declaraciones a la prensa protestando por el apresamiento de dirigentes estudiantiles acusados de portar libros comunistas, reflexionaba del modo siguiente:
«Si se tolera la prohibición de libros “sospechosos” habría que eliminar las carreras de Sociología, de Filosofía y hasta la de Economía. Trujillo, en su tiempo, liquidó la Filosofía. Balaguer, inquisidor de nuevo cuño, se desquita por haber sido expulsado de esta academia» […]
Se recuerda que en aquellos infaustos momentos se prohibía la “práctica” del comunismo mediante las leyes 6, 70 y 71, que había emitido el Gobierno de facto del Triunvirato. Una ideología política que debía ser combatida con otra idea era enfrentada con el garrote todavía entintando de trujillismo. Tras la desaparición de la tiranía, Balaguer fue desterrado de la universidad en su condición de profesor, por su participación directa en las ejecutorias para mantener a flote ese ominoso periodo de cieno.
La narradora continúa describiendo un elemento capital de la nueva universidad de aquellos tiempos:
“A estudiantes que afluíamos desde campos remotos y barrios en calamidad se nos ofrecía en bandeja de plata la oportunidad de educación superior, gracias a las tantas gentes sacrificadas y al Movimiento Renovador, que echó a académicos trujillistas y reaccionarios -entre ellos a Balaguer-, abrió las puertas de la Universidad primada de América a todos (la matricula femenina evidenció un asombroso salto en pocos años), eliminó las pruebas de admisión, colador por el que pasaban de largo los de formación menos calificada (léase los que veníamos de «muy abajo») e instituyó la representación estudiantil en los organismos directivos. Escuchar todo esto me impregnaba de gratitud, y perplejidad…”.
Este aspecto es inolvidable, como el Movimiento Renovador tras la Guerra de Abril de 1965 sepultó el elitismo de la universidad. Las gentes sencillas del pueblo logramos el acceso a esa academia, que sus antiguas autoridades pretendían preservar como un cenáculo cerrado para los de abajo.
Algo que obviamente no podía faltar en este relato diáfano de las verdades del movimiento estudiantil es el transporte gratis (ya desaparecido) con las famosas guaguas Blue Bird. Nos describe las elecciones estudiantiles, el ambiente festivo con canciones sociales de Los Guaraguos, Mercedes Sosa, Lucecita Benítez, Víctor Jara, Silvio Rodríguez, El Topo, Patxi Andión, Joan Manuel Serrat, Sonia Silvestre, Víctor Víctor, versos de Miguel Hernández y Pedro Mir, entre otros. Se detiene en las rebatiñas de los grupos estudiantiles los maoístas y los revisionistas o prosoviéticos. También discurre sobre las casas de los estudiantes de provincias. En virtud de la escasez de Centros Regionales (se limitaban a San Francisco de Macorís y Barahona) millares de estudiantes de provincias se trasladaban a la sede central y se alojaban en estas casas provinciales, en su mayoría regenteadas por las asociaciones de estudiantes que asumían los costos, junto a la Federación de Estudiantes Dominicanos.
Trinidad inmersa en los trajines del movimiento estudiantil rememora su discurso ante una multitud en la explanada de la Facultad de Ingeniería, bajo cánticos a Mamá Tingó, Ho Chi Ming (líder del pueblo vietnamita en lucha directa contra el imperialismo) y los poemas de Manuel del Cabral, tan adecuados para aquellos momentos, como: «Quien ha matado ese hombre /que su voz no está enterrada». Discurre sobre la solidaridad con los trabajadores, no podía faltar la mención a Barbarín Mojica, el combativo líder de los obreros portuarios de POASI. También está presente el solidario sindicato choferil progresista de la época: UNACHOSIN.
Se asume un tema que era constante en los mentideros estudiantiles, la inminente llegada de Francisco Caamaño con su grupo guerrillero, para iniciar la lucha armada revolucionaria. Era un secreto a voces se entrenaba con esos fines en Cuba. Caamaño es identificado en la novela como el «El hombre brújula». De igual modo sale a relucir la personalidad indómita de Amaury German Aristy.
No se quedan atrás las movilizaciones desde la universidad a los barrios populares, siempre precedida por la consigna de «Movilización en el seno del pueblo», y la mención obligada del barrio Capotillo, que estaba clasificado como uno de los más combativos en la zona Norte. Se refiere a las movilizaciones que iban protegida con «brazos armados» para enfrentar la cruenta represión policial, gentes del pueblo armados que en no pocas ocasiones ponían a huir a los policías represivos.
Discurre sobre el muy importante papel de la Asociación de Clubes, y sus jornadas culturales en los barrios, y el contacto en los hospitales barriales como el Moscoso Puello, con médicos comprometidos con la lucha revolucionaria como el cirujano plástico e intelectual Guaroa Ubiña Renville. A propósito de hospitales, rescata la historia del secuestro de Santiago Hernández (Mangá), combativo joven revolucionario y baloncelista del barrio de San Antón. Herido de bala por un sicario del servicio secreto en el taller de mecánica de su papa, fue internado en el hospital Padre Billini de donde fue secuestrado por una brigada criminal de la mencionada entidad, dirigida por el funesto capitán Lucas Cuello Cavada, que era el terror en la zona Sur de la capital. Mangá fue asesinado y su cadáver lanzado en un balneario de San Pedro de Macorís. Otro de los asesinatos que quedó impune.
Charamicos desde el ámbito de la novela nos presenta un clima muy objetivo de aquellos momentos históricos. Se debe advertir que el novelista (contrario al historiador) tiene licencia literaria para modificar los sucesos y adornarlos con aspectos que considere más emocionantes. Recuerdo el caso de Vargas Llosa y su gran novela La fiesta del Chivo, mucha gente pensó se trataba de un texto de historia y empezó a desmentir diversos aspectos de la novela. Vargas Llosa respondió que era novelista y estudió la “Era de Trujillo” para poder mentir con conocimiento de causa. En Charamicos no hay distorsión de la verdad histórica, no era necesario; está volcada de manera real, con algunas variantes de forma para otorgarle mayor rigor literario, pero no se desvirtúa la esencia de la realidad comentada.
En definitiva, estamos ante una muy sustanciosa narración de los acontecimientos históricos en la lucha de los estudiantes contra la tiranía de los “doce años de Balaguer”. Quien desee conocer a través de una lectura cómoda estos importantes sucesos, tiene en Charamicos de Ángela Hernández el libro adecuado para empaparse de ese proceso y los que lo vivieron para recordarlo. Esta novela histórica es un trozo elegante de la heroica lucha del estudiantado dominicano contra el balaguerato. ¡Movimiento estudiantil a las calles a combatir!