César Sánchez Beras es uno de los más prolíferos escritores dominicanos de estos tiempos. Este intelectual y creador, multipremiado gracias a su quehacer literario, se destaca por su obra poética y dramática; pero, de manera especial, por sus publicaciones dirigidas a la población infantil. Títulos como “El sapito azul”, “Todos al tribunal” y “Al este de Haití” nos llevan a textos suyos que cautivan y permanecen por su valor literario y sociocultural; son producciones que ya forman parte de un legado criollo que cohabita con las universales creaciones de los hermanos Grimm y Hans Christian Andersen.

Sánchez Beras es dueño de una indiscutible riqueza creativa que expresa a través de sus personajes con los que hilvana historias en mundos fantásticos y maravillosos. La suya es una escritura donde se combinan originalidad, diversidad temática (animales, naturaleza, vida de la patria y sus hijos, incluyendo la América) y diversidad de género: teatro, cuentos, novelas, poesía (décimas, sonetillos, versos libres, haikus…). Entre sus escritos más recientes se encuentran tres libros notables y pletóricos de valor: “El nuevo emigrante es un almirante”, obra teatral en un acto y seis escenas, y las novelas para jóvenes “Todas tienen mi nombre” y “Madame Durosier”. En estos libros, publicados en Amazon, se hace patente la creatividad, imaginación, intensidad y diversidad temática de un autor maduro y de creciente vitalidad.

Estas obras tienen como distintivo una serie de condiciones que le son inherentes a toda buena creación literaria dirigida a niños y jóvenes. Los temas que tratan son muy cercanos, sobre todo para los lectores dominicanos o que conocen acerca de la historia y realidad de esta nación caribeña. En ellas aparecen de manera consistente y bien construidos personajes y situaciones reales o fantásticas siempre con el toque de quien sabe hacerlas verosímiles.

El lenguaje empleado por César Sánchez en estos libros es asequible y lleva el toque mágico necesario para cautivar al joven lector, facilitan la lectura y a la vez podrían despertar el interés de los niños y jóvenes de crear sus propias historias. El autor se muestra preciso al realizar descripciones que resultan necesarias y que sabe justificar. Asimismo, en cada texto se aprecia un vocabulario variado y coherente, con términos y expresiones adecuados al posible lector y cargados de la imaginación imprescindible. Asimismo, pone en sus personajes las alocuciones que a ellos corresponden por su edad, cultura y características, algo imprescindible en este tipo de literatura. A propósito, el autor construye personajes que resultan familiares para el lector, lo que motivará que quien lea se sienta identificado, de manera particular, con el protagonista.

Las novelas juveniles que aquí refiero tienen como sello distintivo una estructura simple, sin experimentaciones retadoras para la comprensión. En ellas son fáciles de identificar y recordar los espacios en los que se desarrollan las acciones y los lugares son cercanos. Como predomina un tiempo lineal, se puede seguir con facilidad el hilo de la historia.

Pero, lo más significativo es que en cada una de estas tres, como en todas las obras de César Sánchez Beras, fluye de manera natural la apuesta por la formación en valores: el amor al prójimo y a la patria, la sensibilidad humana y el arrojo para enfrentar retos son de los elementos que aporta a través del comportamiento y actitud de los bien construidos personajes. Las posiciones y argumentaciones filosóficas más simples llevan el necesario metalenguaje subyacente, pletórico de significado, que impacta a ese joven lector que encuentra el cultivo de su espíritu en buenas obras literarias.

Así que estos libros son fuente divina donde se puede abrevar y cultivar los más singulares y necesarios hábitos de conducta que deben formar parte de la joven generación del universo. No por casualidad, entregas anteriores de este maestro y soñador dominicano han sido leídas y puestas en escena en la República Dominicana y Estados Unidos, y formado parte del currículo de lectura de escuelas y colegios, donde el autor acude con entusiasmo al enriquecedor encuentro con sus seguidores más agradecidos: los niños y jóvenes.

Por todo lo antes dicho en estas palabras, estoy convencido de que “El nuevo emigrante es un almirante”, “Todas tienen mi nombre” y “Madame Durosier” se convertirán en nuevas motivaciones para quienes estén dispuestos a imaginar y soñar, pasos imprescindibles en el crecimiento integral del ser humano.