Por décadas, quizás por más de cuarenta años, por una u otra razón, me he movido en lo que se llama el Polígono Central de la ciudad de Santo Domingo. La mitad de este tiempo, un poco más o un poco menos, lo he pasado con la sensación de tener una daga sobre mi pecho cuando veo prostituir a nuestros jóvenes.

Ningún ciudadano normal y con algún grado de sensibilidad dejará jamás de sentir emoción cuando ve a un joven construyendo su propio futuro. De igual forma, todo ser humano se llenará de tristeza cuando observa acciones malignas que corrompen a nuestros jóvenes con fines inconfesables.

La juventud es como una obra de arte cuyos sentidos son múltiples y trascendentes. Los jóvenes son admirados desde las diferentes miradas de las clases sociales. Menos los dictadores y los imperios.

Ellos -los grandes poderes políticos y económicos- conocen la fuerza movilizadora de que son capaces de producir y articular los jóvenes, cuando de luchar por una causa justa se trata, como la libertad, la democracia y la defensa de sus propias patrias y naciones.

Por las razones anteriores, los imperios y los dueños del mundo prefieren eliminar a los jóvenes o corromperlos, que es otra forma sutil de asesinarlos.

Desde hace varias décadas, he visto cómo los entornos de los recintos universitarios de todas las universidades del país están llenos de centros de bebidas alcohólicas, entre otras cosas, que prostituyen a nuestros jóvenes. Estos centros están colocados en las mismas esquinas de dichos recintos.

No hay que ir muy lejos. Si quieren ver un lugar de prostitución, sOlo tienen que visitar un recinto universitario en el centro de la ciudad y, a un metro de Este, lo encontrarán en la esquina.

Parecería que nadie viera estos centros y sus acciones corruptas e inmorales. Pero si dichos centros fueran lugares de reuniones organizativas de jóvenes que luchan por algunas reivindicaciones sociales, ambientales, culturales o deportivas hace tiempo que ya estos lugares hubiesen sido desalojados, encarcelados y golpeados los responsables. Pero el plan es corromper a los jóvenes hasta la médula.