El arte del consagrado maestro Guillo Pérez sorprende, en primer lugar, por sus enunciados estéticos y pictóricos y la esfera de su humanismo pleno contrastante con sus símbolos e imágenes. Su iconografía se caracteriza por la espontaneidad versátil de su creatividad que corre pareja con el carácter irreductible de la visión del artista con relación a las circunstancias que propicia el mundo con relación a la imaginación y el pensamiento conceptual.

Su concepción discursiva configura la audacia imaginativa alrededor de la cual el maestro Guillo Pérez teje motivos plásticos que encantan a los espectadores por las imágenes subliminales y premonitorias que logra al fundamentar sus maravillosas tonalidades cuyo proceso emana de sus emociones que provocan conmoción de goce en los espectadores y críticos de arte.

Mostró fervor y devoción por la experiencia estilística del arte pictórico y asumió el oficio con responsabilidad desde los años iniciáticos hasta los últimos días de su vida. El arte no fue para el maestro Guillo Pérez capricho, paradoja, aventura sino el canon pedagógico que lo convirtió en leyenda por los profundos placeres y la reflexión sobre la modernidad que puso de manifiesto en sus formas superiores.

Se convirtió en oráculo por la excelsitud grandilocuente de sus obras plasmadas con pasión desmesurada puesto que descargaba en ellas todas sus energías sociales y humanas. Fueron obras marcadas con un espíritu aristocrático que adquirió de su maestro Yoryi Morel. Por ello no fue casualidad que llegara tan lejos en la creación artística y que obtuviera los galardones más cimeros al participar en concursos, bienales y exposiciones individuales.

Para conocer las premisas del arte del maestro Guillo Pérez el espectador deberá penetrar en el laberinto de sus símbolos e ir más allá de los mismos para conectar con una red de imágenes fantásticas. La singularidad de sus cuadros está, básicamente, en las potencialidades de los colores donde logra la nota más alta de su pentagrama artístico.

Guillo Pérez, maestro de la plástica dominicana.

De hecho, su arte apunta a una metodología estética donde traza una línea de su devoción por el quehacer artístico, el que no dio tregua al ocio sino la entrega total y rebelde que le permitió estructurar una subjetividad pictórica que todo mundo seguía de cerca porque no estaba divorciada de su credo espiritual y de su modo de pensar. Desde esa hermenéutica, lo expansivo de sus signos denotan, una invasión de formas sucesivas que provocan al espectador y lo hacen partícipe de una identidad intrínseca que formula una cantera de tonos cromáticos que multiplican los efectos ópticos.

De sus repercusiones compositivas dimana la complejidad estética y por ello sus cuadros se caracterizan por un lenguaje pictórico fluido y poético por la formulación de su gama de colores cálidos y fríos que explican la esencia y el contenido de la materia pictórica que el maestro Guillo Pérez aplica en los mismos y donde pone de manifiesto la impronta de su factura, atmósfera y registros específicos. Y es por ello, que su arte es el reflejo de la realidad, de la vida, de lo real-maravilloso por su discurso plástico inconfundible e impecable. En cierto sentido, lo imaginativo juega un papel preponderante, facilitando una apuesta estética-compositiva-lingüística inspirada en el deleite de todo arte de secuencia narrativa.

El arte del maestro Guillo Pérez hay que estudiarlo a partir de un marco contextual, de una visión versátil y una psicología que traduce realidades y funda un lenguaje de especulaciones. Todo arte es especulación, espacios memorables que no limitan lo visual y mucho menos el mundo imaginario que concuerda con la ficción.

A primera vista, las imágenes en el arte del maestro Guillo Pérez sorprenden al espectador o crítico de arte por la fantasía poética que proporciona sutileza y originalidad a su obra, al obtener una visión distinta en sus composiciones pictóricas y, en cierto sentido, apuntan hacia una visión distinta de interpretar el arte.

Desde una interpretación más amplia, digamos que su arte multiplica lo imaginario y que no existe discrepancia entre sus invenciones pictóricas y el lenguaje que las sostiene como no fuere los puntos de vista de ciertas teorías sobre el abstraccionismo donde el artista abandona en parte su acostumbrado mundo cotidiano y paisajístico para entrar en una lectura más atenta y acuciosa donde el mito y lo cromático contienen una posición privilegiada.

Desde ese punto de vista baste indicar que la obra pictórica del maestro Guillo Pérez contiene una sintaxis-morfológica que ilustra su concepción y novedad como temas centrales propios para el análisis conceptual. Es bueno aclarar que este aspecto en su arte configura y expresa caracteres mágicos por la belleza de los colores que recorren toda la atmósfera del cuadro hasta convertirlas en una magia espectacular.

Desentrañar los códigos de sus pinturas, dibujos, gouaches y acuarelas amerita un análisis crítico de amplio espectro porque el maestro Guillo Pérez se preocupó por la cultura de los individuos. Lo que quiere decir, que en cada cuadro que realizaba hacía hincapié en una interesante propuesta plástica de carácter innovador.

Su carrera artística fue prolífica porque no se limitó a lo artístico, sino que fue más allá del pensamiento, de los conceptos, las ideas y las alegorías que en cierto modo fue una forma del artista hacer poesía pictórica mediante una fenomenología que, mediante el lenguaje, envolvía el cosmos en todas sus vertientes. Los colores que los espectadores visualizan a partir de lo interior y las superficies de sus cuadros permiten que la iconografía de sus símbolos y signos, formas e imágenes, trasciendan las fronteras psicológicas de su expresionismo muy particular como si se tratase de un poema visual.

El espacio pictórico en la obra de este consumado maestro, permite ilustrar al espectador y crítico de arte en cuanto a la caligrafía que articula un lenguaje que refuerza toda la estructura compositiva y permite que lo visual se convierta en un magnífico diálogo entre el espectador y el cuadro. De esa manera los sentidos adquieren dimensiones de mucha pureza psicológica y emocional. No hay dudas de que la mayoría de sus obras son impresionantes por los tonos rojos, amarillos, verdes, azules, morados, blancos, ocres y grises, donde Guillo Pérez pone de manifiesto sus maravillosas técnicas y visiones sobre los colores.

Cuando el maestro Guillo Pérez se situaba frente a un lienzo en blanco, frente a ese vacío que el artista debe llenar a través de la composición, conocía el sitio ideal para colocar algunos símbolos y colores y de esa manera no dejaba de pintar hasta conseguir fusionar estos elementos en imágenes. Es por esa razón que sus cuadros están estructurados en base a los detalles y contrastes de las formas y superficies, acción que le permitía modificar la composición en caso que esta lo demandara.

También era experto en medir el alcance de la perspectiva y los planos que dominaban los ámbitos o campos de la composición. De esa forma, las escenas o los elementos que giraban en torno a la misma, eran reformulados o recreados desde una lógica pictórica propia del largo quehacer artístico y el dominio de distintas técnicas. Así, el maestro Guillo Pérez, desarrolló una nueva forma de pintar espectacular que motivaba a los críticos de arte a acercarse a su obra motivados por la mirada provechosa que provocaba.

Para hablar de la historia del arte dominicano hay que hacer referencia especial del nombre del maestro Guillo Pérez, por su excepcionalidad. Debe añadirse su humanismo que contenía una especie de Chaman antillano que imperceptiblemente se convirtió en universal y cuyo anhelo era, y lo logró con creces, dejar a la posteridad un legado artístico consistente.

El poeta, escritor, académico y diplomático Tony Raful, nos habla de ese Chaman que se convirtió en monumento nacional y que plasmó la geografía dominicana en base a símbolos exóticos. Dice Raful: “¿Cómo se acerca uno a este Chaman que tiene la augusta divinidad de los colores y la imaginación parturienta de un auténtico creador cuyo código visual está impregnado de la vida de los pueblos, de sus imágenes, de su contexto plural y de su estampa social y humana?”.

Y desde su caudaloso discurso poético, Raful, traduce lo atávico del artista maravilloso que fue el maestro Guillo Pérez: “El asomo de este pintor extraordinario a los picadores, a los bueyes, a las carreteras y caseríos, delató su hondura esencialmente humana, donde los atisbos de una búsqueda fundamental que identifica los elementos constitutivos del alma nacional, están presentes, como indicadores de un proceso de extraordinaria esplendidez artística”.

Para concluir señalando: “Toda una vida de culminaciones y excelencia. Todo un tránsito hacia el viaje verdadero que emprende hacia adentro, donde procura el hallazgo de sus amuletos y mitos funcionales abastecidos por su inquietud de artista que empuja hacia la cumbre de un sueño integrador los pálpitos y señuelos del alma americana”. (Raful, Tony, tomado de artículo publicado en el Listín Diario”.

En el maestro Guillo Pérez existió una desenfrenada pasión por recrear la naturaleza y como heredero de la tradición de su gran maestro Yoryi Morel, en sus cuadros observamos su extraordinaria maestría al poner en contexto sus temas favoritos: gallos, carretas, ingenios azucareros, ambientes de bateyes, cañaverales, carreteras de bueyes, picadores de caña y músicos, los cuales pintaba con ímpetu y expresión humana sobrecogedora.

La consagrada investigadora de temas históricos, políticos y culturales, Ángela Peña, describe de manera impresionante el tema de los gallos. En un reportaje del año 1980, escribe: “La casa se ha llenado de gallos. Hay gallos por todas partes…”.  “Es la expresión simpática de una de las hijitas del pintor Guillo Pérez y, mientras lo dice, un recital de cucurucus se oye en el hogar. Hay gallos en la sala, en las trabas, en los aposentos, en el patio y, sobre todo, en el estudio del pintor”.

La también escritora extrapola en su reportaje la versión del artista al expresar: “Un año de gallos. Primero para conocerlos, dejarlos plasmados en el lienzo en todas sus formas. Pero el conocimiento se convirtió en cariño, familiaridad y, finalmente en una obra. Una obra depurada y pulcra, segura, bien lograda, con un único tema: el de los gallos”. (Peña, Ángela, Última Hora, 1980).

Reiteramos que el 3 de agosto del año 2023 se celebra el Centenario de Guillo Pérez, Patrimonio Histórico Dominicano. Perteneció al Siglo de Oro de las artes plásticas nacionales. Su verdadero nombre Guillermo Pérez Chicón, nacido el 3 de agosto de 1926, en San Víctor, Moca, y falleció en Santo Domingo, en el año de 2014. Su arte y su figura son reconocidos a nivel internacional al participar en más de 70 exposiciones individuales y colectivas en Estados Unidos, Italia, Israel, Francia, Japón, México, Argentina, Cuba, Portugal, Venezuela, Ecuador, Honduras, Costa Rica, y otras naciones.

 

Cándido Gerón en Acento.com.do