De las teorías conspirativas de nuestro tiempo no se salva ni el censo, el cual desde que se realizó por primera vez, en el 1920, durante la ocupación estadounidense, recibió el apoyo pleno de la ciudadanía.

 

Como afirma Mauro Ambrosoli, en el Diccionario de Política, de Bobbio, Matteucci y Pasquino, ya en el Antiguo Egipto (año 3,200 al 31 a. C.) y en las regiones de Oriente se usaban sistemas para conocer la cantidad de los bienes poseídos por los ciudadanos: un medio para conocer con bastante aproximación los recursos del Estado, sobre todo con fines impositivos.

 

Lo mismo ocurrió después en el Antiguo Imperio Romano, en el que el censo tenía una gran importancia, como lo demuestra el hecho de que estaba a cargo de un alto magistrado llamado censor romano, quien además tenía bajo su responsabilidad las costumbres de los ciudadanos.

 

Tiempos después la palabra census cayó en desuso, a tal punto que durante la época feudal pasó a significar, en cambio, el impuesto particular que, en especie o en dinero, le correspondía al señor feudal por la concesión de una tierra.

 

Más adelante, la nueva sociedad burguesa se constituyó sobre las bases censales que más fácilmente se podían adaptar a las necesidades del desarrollo económico.

 

Sin embargo, como sostiene el referido autor, la sanción política de este sistema llegó a través de la formación de un sistema parlamentario representativo, que excluía de las elecciones, y, por consiguiente, de la posibilidad de contar con una representación política a todos los que no alcanzaban ciertos censos. De esta manera surgió el censo electoral, que era el importe del impuesto necesario para ser considerado elector.

 

Sobre la pregunta ¿cuántos somos?, el Diccionario Electoral del IIDH sostiene que surge la necesidad, por parte de la toma de decisión gubernamental, de contar con datos y estadísticas más específicas. Estos dan respuesta a preguntas tales como ¿quiénes somos? -en términos de edad, sexo, educación, ocupación, actividad económica, entre otras características fundamentales de la sociedad- o ¿dónde vivimos? -referente a la vivienda, el acceso al agua, disponibilidad de servicios esenciales y acceso a internet.

A propósito de la importancia del censo, que acaba de iniciarse en nuestro país, la Oficina Nacional de Estadística (ONE), destacó como trascendentes las informaciones sobre políticas, tomando en consideración que el volumen, distribución y características de la población permite evaluar la situación económica, social y demográfica y establecer programas para fomentar el bienestar del país.

En ese mismo orden, las informaciones de programación, debido a que los resultados censales tienen uso importante en la formulación y evaluación de programas en materia educativa, empleo, recursos humanos, vivienda, salud, desarrollo rural, urbanización, entre otros.

Finalmente, están los administrativos, que se refieren a la distribución geográfica de la población, constituyendo un insumo de primer orden para la demarcación de las circunscripciones electorales; la distribución de los escaños de diputados, de regidores, y de vocales de los distritos municipales, así como para la asignación de los recursos a los gobiernos locales.

Como se ha podido apreciar, la realización del censo, que se realiza cada diez años, es una prioridad de nuestro país que la ciudadanía está en el deber de apoyar.