Sin restarle méritos personales y profesionales a algunos de los que auspician un boicot del Censo Nacional de Familia y Vivienda, usar un muy gastado y majadero discurso del miedo como estrategia política es la repetición de sectores, siempre dismimuidos políticamente, de lo que, con pocos réditos electorales, a pesar de su teatralidad y desmesura, han hecho por  años.

Quienes así obran odian los números. Prefieren recurrir al cuco de la haitianidad y de los alegados planes fusionistas de los dos países que compartimos la isla La Española, supuestamente propiciados por varios países y organismos internacionales. Desean que vivamos haciendo políticas públicas a tontas y a locas, aunque con ello busquen hacerle daño a las gestiones del actual y de los futuros gobiernos y, peor aún, a los destinatarios de las decisiones políticas, que somos todos los ciudadanos.

Con sus gastados, intimidatorios y grandilocuentes discursos prefieren protagonismos, likes, tweets, retweets y comentarios, apelando a mensajes y discursos patrioteros, xenóbos y nacionalistas a ultranza, con el solo objetivo de concitar atención electoral. Nunca directamente. Lo hacen a través de gastadas alianzas electorales, a las cuales les suman tan pocos votos que impiden que les cuenten sus electores, por los consistentemente pírricos resultados.

Azuzar, amedrentar y asustar para resistir lo que es una necesidad, para saber cuántos somos, dónde estamos y cuáles son nuestros niveles de vida, apelando al auténtico sentimiento que tenemos por nuestra tierra, valores, afectos, cultura e historia, constituye un fraude patriótico.

Creo que, en su gran mayoría, los dominicanos exhibimos con orgullo lo que sentimos por nuestro suelo patrio, por nuestra nación y no nos vamos a dejar seducir por caza fantasmas, que aspiran a seguir teniendo algunos espacios públicos y de presión por servir históricamente al autoritarismo y lo siguen buscando, pretendiendo constantemente crear enemigos en lugar de contrincantes políticos, por sobre la tolerancia mutua, la que si zozobra hace muy difícil el sostenimiento de la democracia.

Con sus rabiosas, limitadas, pero ampulosas y autocrecidas pretensiones, atizan la  incontinencia institucional, jugando con ello al fuego democrático y socavando los derechos y libertades propias de nuestro Estado constitucional de derecho, con el único fin de obtener abundantes cosechas en las contiendas electorales.

Cuando se crean artificiosamente en los adversarios amenazas peligrosas se pretenden justificar medidas autoritarias, de infeliz recordación, que sabremos superar todos, permitiendo, patrocinando y apoyando el censo nacional que, durante estos 13 de días, del 10 al 23 de noviembre, estará realizando la Oficina Nacional de Estadísticas, en cumplimiento de la ley. Esto permitirá que tengamos números fiables que posibiliten un diagnóstico de nuestra realidad poblacional y niveles de vida, como medio para el diseño e implantación de políticas públicas pertinentes y eficaces.

Hacer lo contrario no solo es execrable y sancionable, es una demostración de un verdadero desamor a la patria, pues se busca, sin medir consecuencias, asaltar la tolerancia y la contención institucional (Levitsky y Ziblat) con pretensiones meramente politiqueras, pintadas de un patriotismo con sabor a cinismo.

El talento puesto al servicio de la degradación política y patriótica son pecados capitales de la democracia, que ni la contrición posibilita fácilmente la recepción del perdón.  Para recibir la indulgencia no basta con reconocer los pecados democráticos o expresar sentimientos de pesar. Para que sea sincero, el arrepentimiento debe ser una oportunidad para volverse mejor, trabajar para superar las adicciones, las malas prácticas y hacer cambios reales en la vida y en aquellos casos comentados, en las conductas políticas ignominiosas.

A pocos confunden. No nos dejemos cegar por aves de mal agüero. Apoyemos el censo.