El Día Internacional de la Mujer entró en la República Dominicana por la puerta trasera y por ahí mismo salió. Los feminicidios, los abusos y violencia contra la mujer, los embarazos en adolescentes, la mortalidad infantil, los hogares monoparentales, la violencia psicológica, la desigualdad entre el salario de las mujeres y hombres no le quitan el sueño a ningún gobierno en República Dominicana.

Todo se supedita de manera fundamental a un tema económico y a la lamentable necesidad de la mujer a depender de un marido o pareja abusiva, cosa que se replica en los hijos e hijas.

Desde mi punto de vista, las celebraciones protocolares, los espacios pagados, los anuncios conmemorativos, son dignos de mejor suerte y de invertir los dineros utilizados en ellos en el desarrollo de las habilidades que dan apertura a la real igualdad y el acceso al trabajo productivo.

Pongo un ejemplo.

Mi madre, doña Celeste, inquieta, revolucionaria, luchadora, afanadora, se inscribió en un taller de repostería y nos hacía bizcochos, luego puso una tienda de artesanías en la Zona Colonial. Luego, instaló una cafetería que se llamaba Jili, por el nombre de sus cuatro hijos; estudió peluquería y estética en una academia que estaba en la avenida San Martin -me acuerdo como ahora- y luego instaló un salón de belleza que puso como título el novedoso nombre de "Los Dos Sexos".

Sus deseos de progreso y afán constante fueron demasiado para mi querido padre y eso dio lugar a su lamentable divorcio. Yo tenía doce años.

Sin embargo, nunca nos faltó comida, el salón de belleza de mi madre, y su don de gente, su deseo de perfección constante, su incansable búsqueda del pan para sus hijos causaron que desde temprano en la mañana, hasta altas horas de la noche, se viera inmersa en su afán, en su trabajo de peluquera reconocida y en un deseo inmenso de un futuro mejor para ella y sus hijos. Creció hasta ser un referente en esa época, 1979.

Ese salón de belleza, producto de su preparación, de sus estudios y dedicación, la hicieron una mujer libre, desde todo punto de vista, fue, ahora viéndolo en la distancia, una precursora de los derechos de la mujer, incluso a través de una academia de belleza que posteriormente instaló en los altos de su salón.

Llegó a ser presidente de la Asociación Dominicana de Especialistas en Belleza, que en el gobierno del Lic. Jacobo Majluta obtuvo un día nacional conmemorativo para la celebración de este importante rubro de la economía.

Sinceramente, no entendía entonces los desvelos, dedicación, esfuerzo de mi madre. Sin embargo, ahora los entiendo y me apeno por todas las maldades de muchacho y las cosas que sin sentido le hice pasar.

Si el Estado entonces la hubiera apoyado, entiendo que mi madre hubiera sido una empresaria de éxito, un referente no solo moral, sino económico, de empleos, desarrollo y generadora de riquezas, multiplicado por mil ya que, sin prácticamente apoyo oficial, llegó a tener más de diez empleados y empleadas, y administrar sin saberlo una pequeña empresa, de la cual yo tenía la honrosa encomienda de hacer los depósitos en el Banco de Reservas de la República Dominicana, en una cuenta que creo mantiene desde aquella época.

Sobre la base de esta experiencia primaria y personal, y del orgullo que hoy siento al saberme hijo de mi madre, entiendo que el Día Internacional de la Mujer debe ser celebrado invirtiendo en la posibilidad del estudio, el desarrollo, el empleo, la preparación de la mujer. Menos cáscaras y más nueces. Mientras más preparación, menos dependencia.

Eso me lo enseñó mi madre, quien siempre ha sido como es, y es un ejemplo como mujer y madre.

A  LA QUE ME PA…