He crecido en una generación donde mis derechos como mujer han sido reconocidos; gracias a ellos, he tenido la oportunidad de estudiar, expresarme, manifestarme y exigir socialmente, trabajar y aspirar a seguir creciendo personal, profesional y laboralmente; y, aunque mi sociedad me limite y me imponga sus prejuicios y criterios sociales, no puedo negar lo agradecida que me siento con la lucha llevada a cabo por las generaciones que me antecede, respecto al reconocimiento de los derechos personales y laborales de la mujer, los cuales actualmente, son los que nos brindan las oportunidades de decidir con base a las opciones que los mismos nos permiten.

El fin de semana pasado, me invitaron a ver la película “Las sufragistas”, dirigida por la cineasta Sarah Gavron, con guión de la dramaturga Abi Morgan, en la cual se desarrolla la trama de un grupo de mujeres inglesas denominadas como las sufragistas, quienes exigían ser incluidas en las votaciones electorales a los fines de poder aportar cambios en las leyes británicas que regían para ese entonces, las cuales, para el período de la primera guerra mundial, solamente se le otorgaba poder y control económico, administrativo y sobre la mujer, al hombre, mientras se coartaban los derechos de las mujeres en cualquiera de los roles sociales, laborales, económicos y personales que  estas desempeñaran en la sociedad, dejándolas, sin voz ni voto de frente a una sociedad machista que marchaba arriba de los prejuicios.

En el desarrollo de esta trama se puede perfectamente apreciar como los ambientes de trabajo industriales a los que estaban sometidas las mujeres asalariadas y en condiciones de inseguridad, bajo horarios extremos, encerradas en el machismo, menosprecio, humillación y abusos, las cuales, en su lucha de ser votantes, aspiraban a la búsqueda de algo mejor, haciendo huelgas y enfrentamientos a las autoridades británicas que ignoraban el llamado que hacían para ser incluidas en las votaciones electorales. Sin lugar a dudas, el patriarcado, no quería ni le interesaba, tener el voto de la mujer en las elecciones.

En su lucha, fueron apresadas por vandalismo, maltratadas por los hombres y botadas de sus casas por esos esposos que rendían cuentas a la sociedad que indicaba el criterio de lo que estaba bien y lo que estaba mal en las acciones de los seres humanos. Claramente, una mujer sufragista no era bien vista en la sociedad y, el hombre que no pudiese dirigir o controlar su mujer, era sujeto de burla y rechazo en su entorno. Es ahí, una ejemplificación que nos lleva a definir lo que fueron  las luchas por nuestros derechos, que en su intento de ser logrado, hubo barbarie, muertes, golpes y maltratos hacia las mujeres que desafiaban el sistema.

Nuestros derechos comienzan con una causa justa, noble, racional, pacífica, honesta e inclusiva, los cuales, son apoyados por nuestras acciones y por nuestra voz como entes conscientes que entienden el motivo o la causa por la cual se lucha. Puedo decir, que es un instinto natural determinar cuales serán tus luchas terrenales, en mi caso hablaré de la mujeres que diariamente, salen de sus casas porque son apasionadas y aman su trabajo, otras porque la necesidad no les deja opciones más que salir a trabajar para su propio sustento; y otras, porque se sienten retadas por la vida en seguir creciendo, avanzado o auto exigiéndose. La razón, si bien es importante, no es lo determinante para mi, puesto que, lo que me hace sentir orgullosa actualmente, es el hecho de poder tener opciones para elegir y avanzar como mis anhelos quieren.

Yo celebro este día porque a pesar de los prejuicios que hay con las mujeres y sus derechos, agradezco a todas aquellas mujeres de la historia mundial, por la valentía de haber salido a las calles y ser la voz que peleara lo que hoy en día es el  catálogo de derechos de disfrute que tenemos las mujeres de la actualidad. Me siento una mujer que representa al género porque cada parte de mi ser se enorgullece cuando palpa el mínimo avance en las sociedades de distintos países, sin menoscabo, al reconocimiento de una realidad mundial que enfrenta actuales sufrimientos y violaciones de derechos empleadas sobre la mujer. La balanza no está totalmente equilibrada, es cierto. Nos falta tanto por recorrer, sin embargo, en nuestro camino hacia romper con los parámetros que nos minimizan y nos condicionan como si fuésemos objetos, debemos celebrar los logros que nos distinguen como mujeres.

República Dominicana fue un país dirigido por el sistema caudillista que ubicó a la mujer en el plano de ser la señora y ama de casa con comportamiento bien marcado al margen de lo que indicaba su esposo; hoy, podemos ser esas mujeres que pueden expresarse con libertad (aunque muchas veces cuestionada y criticada por categorizarse como liberalista), que puede ejercer cualquier carrera profesional y que no necesita el permiso de un esposo para administrar sus propios bienes. La voz de la mujer importa desde el momento que es concebida por el simple hecho de ser un humano.

Nuestro derechos laborales a la medida que pasa el tiempo se han mantenido en constante evolución, puesto que las mujeres, a lo largo de historia han sido víctimas de discriminación, abusos, maltratos, injusticias y violaciones que han llegado al límite de muertes y derramamiento de sangre que hoy la historia parece haber olvidado. La lucha de una mujer va mas allá de lo cuenta la historia misma, pues el sufrimiento que fue vivido por las mujeres de aquel entonces, por más recordado y estudiado que sea, no iguala las vivencias de lo que enfrentaron  estas mujeres y sus seres queridos. La lección de lo aprendido se practica diariamente defendiendo lo que somos y respetando nuestros logros sin llegar a rayar en la rivalidad y en el desmérito.

No es cuestión de estar por encima de un hombre, es cuestión de reconocimiento y equidad. Entonces, si nos damos un paseo por la línea del tiempo de nuestra historia, tenemos mucho que agradecer y mucho por lo que trabajar. Los avances, claramente se celebran, sin embargo, nuestra cultura, educación y pensamiento sigue estando inclinada al machismo, y eso amigas mías, es una labor de la generación actual, en busca de que quede la zapata para la generación venidera.

El día 8 de marzo es solo el recordatorio para pensar en todo lo que disfrutamos diariamente como mujeres y que ha sido la lucha y el sufrimiento de otra mujer que ni soñamos conocer. Hoy 8 de marzo me alegro de ver crecer a cada mujer a mi alrededor, verlas soñar a lo grande sin que haya un obstáculo legal que le impida hacer una cosa u otra, tener la oportunidad de elegir y ser elegida políticamente, verlas brillar y apoyarse en sus capacidades para explotar su intelecto, habilidad y arte.

Hoy celebro a cada mujer de la historia que perdió todo por ser mal vista en esta lucha que era dirigida en contra de la política y la moral, una lucha que se llevó la vida, la felicidad y la capacidad de disfrutar libremente de muchas mujeres, pero esas mujeres, dejaron un legado, enseñanza y derechos que han motivado e inspirado a muchas como yo, a seguir entregada en la equidad de género.

No se trata de libertinaje ni pasiones locas.  Somos lo que hoy somos gracias a lo que tenemos, y lo que tenemos es motivo de celebración, porque es el símbolo que hoy nos queda a las generaciones de mujeres que disfrutan de sus derechos y de aquellas generaciones que vendrán con un abanico de oportunidades abiertas solo para ellas.

Mujer, hoy te invito a ser, a luchar con base a la razonabilidad y criterio cuando se violente tu voz y tu dignidad, a llevar una causa justa más allá de la crítica social o las imposiciones moralistas, a crear la cultura de estudio para comprender cómo seguir educando a tus dependientes, a creer en las posibilidades de un porvenir más equilibrado que nos regale una sociedad más equitativa.

Hoy 8 de marzo celebremos a lo grande que somos mujeres con oportunidades y que vamos dando pasos hacia una sociedad totalmente inclusiva.