
Eran más o menos las 5 de la mañana. Un lector del Quijote añadiría: hora de Juan Luis Guerra o del primer Mamá Inés. Este testimonio les parecerá extraño, desde el país donde hace casi 20 años (2004), poco a poco, algunos sectores comenzaron a menospreciar las fechas históricas.
A primera hora de hoy, había decidido llevar una carta al Ministerio de Educación para presentar un proyecto de conferencia sobre Juan Pablo Duarte, Juan Luís Guerra o Gascue. Recuerdo que en noviembre de 2017 me puse a hablar durante casi media hora sobre las Hermanas Mirabal con dos cajeras de la compañía estatal de agua. La historia les conmovió. Una carta con fines educativos, a uno de nuestros ministerios, sería mejor pedirle a Trujillo la mano de Flor de oro. Atreverse.
Durante años me he preguntado ¿Cuándo celebraremos algo con nuestros vecinos? Son tantos los capítulos vividos durante largas décadas, podríamos haber escrito una historia única en las Américas. Cantando a las 5 de la mañana una verdadera Protesta de nuevos feos. Pensé en una bachata de la botella (El Conuco), con notas de piano al estilo del maestro Rafael Solano.
Siempre es humano recordar que la mayoría de nosotros admiramos a un país, no por los héroes que encabezaron una batalla. Son las pequeñas cosas sorprendentes las que nos unen.
A las 5 de la tarde me gustaría saborear un Brugal añejo, en algún balcón del Malecón. Me gustaría buscar la Ceiba de Colón e incluso considerar una conversación con el almirante. De hecho, celebrar la historia de un país es también escribir una gran novela que nunca se concluirá. Hablando de novela, siempre he recordado las palabras de VBW, «no sólo estás enamorado de una persona, sino de un país».
Un cordial saludo a los fundadores de la Asociación de Dominicanos Residentes en Haití (agosto del 2005).