Por lo regular, pensamos que el caudillismo es un fenómeno típico de la cultura política dominicana del siglo XIX y la primera mitad del XX. Incluso, algunos autores lo prolongan hasta la muerte de los últimos tres grandes líderes que protagonizaron la política nacional a finales de la anterior centuria. Se cree que, con la muerte de los dos, JB y de José Francisco Peña Gómez, el caudillismo (en cuanto liderazgo personalista) habría desaparecido del escenario político nacional. Nada más alejado de la realidad.

El siglo XXI dominicano ha tenido pocas mejoras en términos de liderazgo político. Una evidencia del conservadurismo político nacional es la permanencia de figuras que, a mi juicio, poseen demasiados rasgos caudillistas por lo que sostenemos que este fenómeno tan propio a la cultura política latinoamericana sigue vigente en la vida nacional.

El caudillismo del siglo XIX se caracterizó por emanar de una sociedad frágil, regionalista, incapaz en muchos casos de brindar una institucionalidad que protegiera a la ciudadanía, ante todo al campesinado del momento, y mantuviera los grupos sociales bajo la tranquilidad que brinda el Estado en el monopolio de la violencia y la lealtad patriótica que se genera cuando existe un proyecto de unidad de la nación.

Domingo Irwing define el caudillo durante el siglo XIX como «un jefe, guerrero, político, personalista con un área de influencia directa, cuando más regional, jefe de grupo armado, especie de ejército particular el cual emplea como elemento fundamental de su poder». Es claro que los cuasimilitares que rodeaban el caudillismo decimonónico se ha convertido en los seguidores y sus redes de lealtades en las sociedades democráticas y que la figura del «jefe» carismático se ha transformado por la del «líder» paternalista que sostiene su liderazgo a fuerza de política clientelar (un rasgo intacto a pesar de las transformaciones de las prácticas y los mecanismos para ocultarla).

También es claro que el tratamiento patrimonialista del Estado característico del viejo caudillismo es una realidad imperante en la política dominicana que trasciende todas las épocas; de igual forma, aunque el respeto a las instituciones se ha incrementado en las sociedades democráticas, todavía existe la confusión entre lo público y lo privado, conducta visible en cualquier funcionario que haya manejado algún bien estatal.

El viejo caudillismo decimonónico se ha transformado, así que conviene hablar de unas prácticas y conductas caudillistas dentro del espacio democrático herederas del fenómeno sociopolítico gestado en los albores de la república. Así tendremos líderes con conductas caudillistas, pero también tendremos una militancia política y, de modo general, una cultura política caudillista que emana de la confluencia del autoritarismo, el clientelismo, la visión patrimonialista del Estado y el personalismo presidencialista visibles en los comportamientos de una parte significativa de los votantes.

¿Qué líderes políticos actuales tienen conductas caudillistas? Ninguno de los líderes políticos actuales se ajusta a la definición del viejo caudillo; pero van mostrando elementos de una cultura caudillista aquí y allí. Así encontramos el continuismo en Leonel Fernández, también la visión mesiánica de su papel en la solución de los problemas nacionales. Añádase el hacerse de la vista gorda frente a la corrupción de sus funcionarios y cobardía a la hora de enfrentarla con mano dura y con sistema de justicia independiente en vista a continuar con viejas prácticas de lealtades políticas a fuerza de dádivas.

Por su parte, Hipólito Mejía ha mostrado con más ahínco su vocación caudillista. Es el líder que, a pesar de venir de un partido democrático y gozar de cierto carisma natural, su pensamiento y actuaciones políticas lo colocan en la cima de la cultura caudillista nacional. Su liderazgo personalista y paternalista explicitado en su política de beneficios particulares a sus adeptos y seguidores. Refiérase a sus últimas declaraciones donde muestra una confusión entre aplicación de la justicia y la retaliación política. El liderazgo de Danilo Medina es más cercano al de Hipólito Mejía que al de Leonel Fernández por su pragmatismo político. Así que caben en él las conductas caudillistas atribuidas al expresidente Mejía.

La cultura caudillista no es una atribución de expresidentes, sino que militares, curas, directores de instituciones, ministros, en fin, cualquier ciudadano puede mostrar elementos de esta. Todos podemos reproducir prácticas caudillistas hoy.