El devenir puede no tomar en cuenta a los caudillos personalistas y egocentristas que se han pasado de contentos creyendo que podían hacer lo que quisieran desde el poder.

Pero la historia, con toda seguridad, sí los fichará y les dará el lugar que merecen en sus oscuridades y tormentos y ese olvido que no merecen.

Se obnubilaron, se creyeron muy caros como para que el país pagara sus excesos.

Ahora son mansas criaturas que no rompen un plato.

Quieren nuevas oportunidades sin siquiera decir qué es lo que harán desde su trono de oro con cargo al erario. Pero el pueblo no es tonto y de vez en cuando se da cuenta de lo que le conviene y de quienes le convienen.

No merecen que se inscriba su nombre siquiera

Si bien la historia no responde a un ordenamiento matemático necesariamente, sí tiene sus méritos como correlato de las acciones u omisiones humanas que deben ser registradas lo más apegadas posible a los hechos.

El inmediato porvenir constituye el centro gravitacional de estos autócratas que son un calco más del autoritarismo tradicional que han sufrido la República Dominicana.

¿Por qué hay que atacarlos y atacar su esquema político?

Por lo que señalaba el dramaturgo Bertold Brech sobre el papel de los indiferentes ante los conflictos sociales agudos:

Contribuyen, con su postura acomodaticia, a agravarlos y contribuyen a montar a los tiranos en sus posiciones de poder.

Es todo un fenómeno el hecho del encariñamiento ocasional de los pueblos con gente como un Bolsonaro que ganó unos comicios sin que la ultraderecha tuviera una representación política descollante en Brasil sobre todo a partir de la experiencia sangrienta de los militares en el poder a partir de 1964.

Ahora mismo hay en el país gente peligrosa, neofascista, que aspira a encaramarse en el poder pero que tienen que rendirle cuentas al país de su ascenso al estrellato rutilante de la política.

La situación que confrontan es que no pasarán porque son, además de lo señalado, superficiales y una especie de farándula desagradable aunque tienen las simpatías de un sector de las élites narcisistas que los aplaude como tipos buen buenosmozos, jóvenes y lo suficientemente retorcidos como para ocupar un cargo mayor que el que tienen después de una elección y reelección siniestra usando todo lo que tuvieron a su alcance y cuando se dice todo, es todo.

Sin embargo, no merecen que se inscriba su nombre siquiera.