Distinguido señor Castillo
Distinguida señora de Avilés
De mi consideración, aclaraciones pertinentes y necesarias:
En los días en que estábamos a la espera de la decisión sobre las personas que serían seleccionadas para formar parte del Tribunal Constitucional, ustedes realizaron publicaciones cuestionando la posibilidad de que yo fuese electa porque defiendo asuntos que, en su parecer, representan un peligro. Y me ha parecido necesario realizar algunas aclaraciones.
Dos puntualizaciones:
- Los Tribunales Constitucionales deben ser instituciones plurales y contar con magistrados y magistradas con diversos criterios y aprehensiones del derecho. A la disposición de someterse a las reglas de la interpretación y la ponderación constitucional, para que las sentencias se sustenten en la razonabilidad y entreguen confianza a la ciudadanía de que cuentan con la seguridad de sus derechos fundamentales.
- Nunca he negado mi activismo a favor de los derechos, la inclusión y el respeto a todas las personas. Por eso, con mi postulación, no retiré ninguna fotografía de mis redes sociales. A mí me enorgullece trabajar a favor de que vivamos de acuerdo con el postulado cristiano de “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”; y con el mandato constitucional que reconoce la dignidad de todas las personas con independencia de su origen, raza, nacionalidad, género, sexo o cualquier otra diferencia. De ahí que siempre tendré un compromiso con evidenciar y denunciar la discriminación y la invisibilización de las poblaciones en situación de vulnerabilidad.
Señor Castillo, me permito aclarar que esta carta la he escrito, no porque ustedes me hayan avergonzado; con argumentos sustentados en negar derechos no es posible lograrlo. Y, sinceramente, creo que tienen todo el derecho a expresar sus “preocupaciones” con candidaturas o cualquier otro asunto; solo quiero hacer notar que parecería que sus “miedos” están vinculados a que su proyecto nación no es desde la libertad, sino que se relacionan con pensamientos dictatoriales y formas de vida en que solo poseen dignidad quienes a ustedes les parecen “válidos”. Quiero dejar sentado que “pruritos” basados en el no reconocimiento de la pluralidad democrática no habla de mí, ergo, no soy yo quien tendría que cuestionarse o ser cuestionada por asumir como cierto lo que establece nuestra Constitución.
Señora de Avilés, usted decidió involucrar a mi familia en su “denuncia” sobre mí, a pesar de lo cual, yo sería incapaz de obrar de la misma forma. Solo quisiera informarle que mis hijos, los que están en su publicación con ánimos de “atacarme”, son mi orgullo, son mi mejor carta de presentación. Son dos personas íntegras, inteligentes, con excelente formación profesional y humana; con vidas estables y talentos reconocidos, incapaces de dañar de forma intencionada a NADIE. Mis hijos han sido formados en el respeto, la compasión y el reconocimiento de las demás personas como legítimas; así que la homosexualidad de uno de ellos no es algo que me avergüence. Al contrario, he escrito artículos periodísticos explicando que en nuestra familia no hubo necesidad de ocultamientos, ni de traumas o dolores; porque creemos en el libre desarrollo de la personalidad. Narro cada vez que puedo este testimonio familiar, buscando que ayude a otras personas a no sufrir por su orientación. Así que yo me quedo con la afirmación del papa Francisco: “No podemos ser jueces que solo niegan, rechazan y excluyen” y con su argumento de que la iglesia debe bendecir las parejas del mismo sexo y tratarlas con “caridad pastoral”.
Los “argumentos” con los que ustedes expresaron su “preocupación” reafirman que, como dice Heidegger, la existencia auténtica se elige, y yo la elegí; sin arrepentimientos y absolutamente segura de que mi decisión está amparada en la Constitución de la República Dominicana, en su preámbulo, en sus artículos 38 y 39, y en casi todo su texto. Señora de Avilés, usted posiblemente creyendo que de esa forma me desmeritaba, recurrió a la evidencia de mi infinito amor por mi hijo. Haber tenido que valerse de una foto con mis hijos, se convierte en una gran evidencia de mi integridad, está claro que no encontraron NADA en mi trayectoria profesional y personal que pudieran utilizar en mi contra; por eso sería por lo que usted se atrevió a violar lo más sagrado, la familia. Gracias por dejar plasmado de forma tan prístina mi vida sin tacha que me impida aspirar a lo que mi formación me valida.
Estoy convencida de que para lograr vivir en un mundo de inclusión y reconocimiento tenemos que exigir el cumplimiento de la principal obligación de un Estado, que es garantizar derechos. Publico esta carta porque es evidente que hay una estrategia que busca enmudecer a quienes exigimos todos los derechos, para todas las personas; y sinceramente, no estoy dispuesta a permitirlo: defenderé la libertad de expresión, reconociendo sus límites, esos que la señora de Avilés transgredió. Y defenderé el derecho constitucional al libre desarrollo de la personalidad.
Yo seguiré viviendo, considerando la alegría como consustancial a la revolución. Y a la revolución como un proceso de vida vinculado a no soportar y permitir subordinación y discriminación. Yo seguiré viviendo, propugnando por la construcción de familias sanas, libres de abuso, de traumas y de prejuicios. Familias en que todos sus integrantes sean reconocidos en su dignidad y donde el amor (que es sinónimo de respeto, compasión, sensibilidad, emoción, cariño, valoración, ternura…) sea el eje central.
Que estén muy bien y que la providencia pase su bendita mano sanadora por sus almas.
Alegría, felicidad, derechos y dignidad.
Les saludo deferentemente,